Cochón de púas: ‘A fray Servando no le gustó Aragón’.


Por Javier Barreiro

      Oriundo de Aragón, José Gervasio Artigas fue el héroe de la independencia del Uruguay; José Martí, que estudió en Zaragoza, de la emancipación cubana y Fray Servando, que pasó por Aragón pintando…

…un panorama nada favorecedor del territorio, sería reconocido pocos años después como uno de los adelantados en la independencia de Méjico.

 


    No había leído a Fray Servando Teresa de Mier (1765-1824), un mejicano irreductible a quien la Inquisición y sus tentáculos hicieron que lo pasara bastante mal, de mazmorra en ergástula y siempre escapando.

    El 12 de diciembre de 1792, durante las fiestas de la Virgen de Guadalupe y en presencia del virrey y del arzobispo, comenzó su sermón en la basílica con una aseveración que hoy casi nadie duda:

   Guadalupe no está pintada en la tilma de Juan Diego sino en la capa de Santo Tomé (conocido por los indios como Quetzalcóatl) y apóstol de este reino. Mil setecientos cincuenta años antes del presente, la imagen de Nuestra señora de Guadalupe ya era muy célebre y adorada por los indios aztecas que eran cristianos, en la cima plana de esta sierra del Tenayuca, donde le erigió templo y la colocó Santo Tomé.

     No es esta la ocasión de narrar sus innumerables aventuras y su presencia en la Guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz, París, Londres, Italia, Filadelfia… siempre protagonizando hechos maravillosos y peregrinos. Hasta su momia tuvo avatares que la condujeron quién sabe dónde. Sí, de recordar que, en sus jugosísimas memorias publicadas en 1818, habla de su paso por Aragón en términos que harían poner grito en cielo a aragoneses trascendentes, mantudos y horros de sentido del humor:

(…) comenzamos a ver hombres chiquitos, con una chaquetilla negra y unos sombreros que en España sólo llevan los aragoneses, conocimos que estábamos en la tierra del co… Porque así como los demás españoles a cada palabra añaden un ajo redondo (…) los aragoneses dicen a cada palabra co… “Co… anda dile al co… de la madre que aquí está el co… del soldado”. ¿No es un escándalo que el pueblo español no pueda hablar tres palabras sin la interjección de una palabra tan torpe, cosa que no se ve en otra nación?

   ¿Qué dirán nuestros jóvenes hablantes de este ataque tan premonitorio? Lo que viene es peor:

   Los aragoneses, en general, hablan el castellano muy feo y golpeado; parecen ratas aunque estas ratas son valientes y tan porfiados que, así como un hombre clavando un clavo con la frente es un símbolo del vizcaíno, así, clavándolo con la punta hacia la frente es de un aragonés.

   Lo de “golpeado”, ya me lo habían dicho alguna vez en Hispanoamérica, pero el chirriante sonido que emiten las ratas, a mi muy parcial juicio, no se compadece con la rotundidad de nuestro acento.

   Menos mal que las mujeres son bonitas, pero muy menudas de cara, la tierra es árida, los montes infecundos y el vino de Cariñena “bueno pero delgadito” ¿Qué vinos tan gordos le daban a este hombre en otras partes?

   En Zaragoza, que había quedado como un ecce homo tras la Francesada, vio “el enredijo de sus calles” y sólo le gusto el templo del Pilar, aunque se ocupa en dar cuenta de muchos testimonios, incluso de inquisidores, prelados y papas, que habían demostrado la imposibilidad de la predicación de Santiago en España. Remata diciendo que hoy sólo el vulgo aragonés cree en esa tradición y que, con la muerte de sesenta mil almas en Los Sitios, la Virgen había perdido gran parte de su crédito. Nombra los Corporales de Daroca  ¡sin meterse con ellos! y entra ya en Castilla para abominar de su comida, su suciedad, su arquitectura y vestimenta. Y una cosa que yo no sabía: “Un clavo en la pared, que por detrás engancha el vestido, les sirve de desnudador y salen por debajo como su madre las parió”. Un biombo la mar de económico.

   Este cura, que campaba por las alcobas con la soltura que proporciona el hábito, fue un héroe de la Independencia mejicana y su nombre figura con letras de oro en el frontispicio de la Cámara de Diputados. Penó en innumerables prisiones, de las que increíblemente escapó casi siempre, pero sus tres últimos años los vivió en el Palacio Nacional, junto al presidente Guadalupe Victoria.

 

     Acertó, pues, en volver a sus lares nativos. Una ración de Fernando VII y otra de Los Cien Mil Hijos de San Luis no le hubieran sentado bien a hombre tan viajado.

Ilustraciones:

1-Fray Servando Teresa de Mier
2-Los cuatro milagros de la Virgen de Guadalupe. Museo Paul Getty
3-Los cien mil hijos de San Luis

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com/

 

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