El sueño cumplido de Eloy Sánchez Rosillo


Por Jesús Soria Caro

   Eloy Sánchez Rosillo relata en este libro de conversaciones y poemas “auto-comentados” su visión de la escritura. Esta es para él vida, se funde, se (con)funde con su forma de sentir, vivir, de mirar la realidad.

     Nos cuenta cómo pasaba largas horas de niño leyendo, postrado en la cama debido a su tendencia a enfermar por problemas de la garganta. Allí nació su afán por los libros de aventuras de Julio Verne, novelas misterio (Agatha Christie, Poe), cómics. En el instituto fracasó, ya que esa afición inicial de devorar obras literarias se convirtió en una pasión y la lectura de innumerables textos le robaría tiempo para poder estudiar. Su primer poemario fue redactado sin seguir las modas actuales. No le gusta la poesía que parece escrita como una broma, un juego irónico, quedando siempre alejada del verdadero sentir, de la pasión. Sus referentes son los grandes poetas del pasado. Su visión de la escritura es lúcida, ansiosa de ser parte del misterio que nos rodea: “No escribo para explicarme el misterio del mundo -los misterios no tienen explicación-, sino para participar de él, para formar parte del corazón de ese misterio”. (Sánchez Rosillo, 2013: 16. 17). Para él la lírica no soluciona los conflictos del individuo ni de la sociedad, tampoco da respuestas a las preguntas existenciales (el porqué del amor, odio, soledad, muerte), pero nos transforma al conectarnos con la verdad más profunda de nuestro yo.

    Su estilo tiene un carácter elegiaco (es lamento ante la muerte, dolor ante el final, recuerdo de quienes no están; como es el caso de su padre, cuya muerte aconteció cuando contaba con siete años) y de celebración de la vida, un carácter hímnico. Lo negativo no cabe, para él es destrucción. La visión de su estética se basa en la idea de la creación. A la melancolía, por el contrario, la considera: “un estado de ánimo que proporciona un impulso poético asombroso, y que nos acerca de forma muy intensa, a través del recuerdo y de la evocación, a lo que fue pasto del tiempo”. La adolescencia la dibuja como la muerte de ese sueño infinito de totalidad, en el que nos rebelamos contra lo real, porque nos deja solo las migajas de nuestro sueño. Madurar es apreciar el mundo como es, no desear que sea perfecto, amar sus milagros, su belleza, a pesar de su deformación de lo soñado. De ahí surge, de este cambio, el carácter de celebración que está presente siempre en su obra:

    “A mí mismo me sorprenden ciertos cambios profundos que en los últimos años se han ido efectuando en este que soy yo y que, yendo bastante más allá de las meras transformaciones propias de la edad, denotan una visión transcendente de la realidad que antes no tenía o que no estaba en mí de igual manera. No entiendo ya el tiempo que me corresponde como una línea que comienza en un punto, discurre por unos lugares y termina en la muerte. Ahora pienso que todo está siempre sucediendo, el pasado, el presente y el futuro constituyen un tiempo único, y en el que sin antes ni ahora ni después se produce el milagro de la vida”. (Sánchez Rosillo, 2023: 41).

     Ansía la claridad, porque la existencia es un misterio que debe ser desentrañado con la luz de la claridad, no con el laberinto de las formas que se pierden en la confusión. Es como recorrer una mansión sombría de sueños, de grandezas ocultas y tener una pequeña haz de iluminación esperanzada desde la que revelar una pequeña parte de esa inmensidad:

   “Hay que hablar con la mayor claridad posible del misterio de lo vivo, que no puede-descifrarse, pero cuya proximidad nos llena de luz. A veces la vida viene turbia o revuelta, confusa, y entonces estará justificada cierta oscuridad, aunque no es legítima emplearla en cualquier situación”. (Sánchez Rosillo, 2023: 67).

   Es un libro de conexión entre la vida y la poesía, su lenguaje es un arroyo natural del que fluye la corriente de sus ideas. El lector se puede sumergir, sentir el agua, ver en su reflejo el pensamiento del autor. Contiene la claridad de una poética que tiene algo de aforismo, hay frases sentenciosas, hermosas, con un fulgor de claridad que ilumina de forma brillante y alegórica su propia concepción de la escritura:

    “No creo que haya que recurrir a la sencillez en último extremo. Debe ser el propósito primordial. No hay que tratar de aclarar el agua cuando tras mucho rodar se enturbia; es mejor ir al manantial y verla surgir de él transparente”. (Sánchez Rosillo, 2023: 171).

    El mayor misterio es el porqué de la existencia y la reflexión sobre si existe algo que trascienda nuestra desaparición. La muerte es la puerta a lo desconocido, un paso a través de lo oculto, un pasillo infinito a la totalidad, como Empédocles que en el Etna se sumió en la nada, desapareció para unirse a ese todo desconocido. El poeta es consciente de que el final de la vida implica un paso hacia un origen-final que tal vez nos permita trascender nuestra realidad vital limitada por el tiempo:

    “La muerte es la gran aventura del vivir. Yo sueño que no será un final. En un poema mío dije que será “un misterioso trámite de sombras”; trámite es tránsito, no conclusión”. (Sánchez Rosillo, 2023: 178).

  El tiempo es también misterioso, Sánchez Rosillo cree en la luz eterna de un tiempo que fusiona el pasado, el presente y el futuro. Somos el yo que se mueve entre sus grietas, que respira ser entre sus límites, vislumbra ese presente continuo, esa totalidad en la que lo que fue, es y será están en nosotros. Somos ese río, esa corriente que lleva las aguas desde el pasado al ahora y se dirige a ese mar total que une esas tres coordenadas temporales que son faltas, que se diluyen en un todo, así su idea sobre este es:

     “La de un instante inmenso y fulgurante en el que están el pasado, el presente y el futuro transcurriendo simultáneamente y tal vez para siempre”. (Sánchez Rosillo, 2023: 179).

     La temporalidad es uno de los temas centrales, tanto es así que marcó, tanto en su vida como en su obra, un cambio de sentir respecto a esta. En su sentir interior se transitó de la angustia de lo efímero del tiempo, de su rápido transcurrir hacia al mar del final, a la calma de formar parte de esas aguas en las que se funden todas sus corrientes para ser un todo:

   “Los cinco primeros libros son predominantemente elegiacos. En la segunda etapa, el tiempo dejó de ser un enemigo, y mi poesía evolucionó hacia la celebración de estar vivo, respirando en conformidad no un tiempo en fuga, sino un tiempo completo”. (Sánchez Rosillo, 2023: 185).

    Tal vez se pueda conectar, nos dice el poeta, con ese tiempo que es la totalidad, allí no existe el dolor de la fragmentación, las grietas de la muerte. Se ansía la intuición de lo informe que nos otorga la plenitud, el roce de la eternidad, el soplo casi místico de esa idea de transcender la velocidad del tiempo:

   Hay en mí una creencia de que a través de la poesía vives en un tiempo no fragmentado, en un fluir en el que todo discurre unificado (Sánchez Rosillo, 2023: 136).

    Con respecto a la pertenencia a un grupo o generación literaria el autor descree de que la voz del verdadero creador deba someterse a los principios estéticos de un grupo. Debe ser un ejercicio de diferencia lo que constituya al verdadero escritor, su capacidad para generar un lenguaje propio, libre, individual:

   “Lo que me gustaría poseer no es un lugar dentro de un grupo o tendencia. Soy muy independiente. Tengo buenas relaciones con poetas de distintas generaciones, pero nunca me he sentido parte de ninguna capilla. La poesía no se puede hacer en equipo […] Si mi poesía tiene algún valor no es por los rasgos generacionales que contenga, sino por lo propio y diferente”. (Sánchez Rosillo, 2023: 67).

    El hombre, el poeta se deben encontrar con su voz más libre, la esencia pura originaria antes de que la realidad nos desgaste, nos golpee con su dolor, su oscuridad, borrando la capacidad de imaginar, de ser libres. Se debe sentir el viento del silencio que recorre la realidad y la acaricia en su maravillosa novedad con la mirada de quien ve por primera vez, para ser no el observador, sino la misma luz, ya que sin ser el que piensa se puede ser la inmortalidad que anida en lo más natural:

    “Al encontrarte contigo mismo, terminas encontrándote con el niño que fuiste, que está al principio de lo que eres. Si no es así, porque lo has perdido u olvidado, mala cosa. […]La nostalgia del paraíso, de un mundo quieto y luminoso en el que no existían ni el tiempo ni la muerte”. (Sánchez Rosillo, 2023: 169-170).

    La poesía es la facultad de escuchar a las cosas, intimar con esa realidad ajena que solo habla a aquel que renuncia a ideas preconcebidas. Estas, desde su más honda profundidad confieren su secreto, son palabra hablada en su idioma de silencios. El poeta las traduce, pero no de forma impersonal, pasa a ser un instrumento que también les confiere la propia forma de su alma, el estilo de su sentir:

    “Después de mucho contemplarlas, las cosas irán tomando confianza con uno y haciéndoles confidencias sobre su forma de ser, ya que no son mudas, sino muy elocuentes; les gusta mucho comunicar, aunque sólo si ven que eres de fiar […] Es decir, que, a través del poeta, lo contemplado y observado despacio hablará en su propio nombre […] Hay que señalar, no obstante, que a pesar de la renuncia a lo individual o privativo necesaria para entrar en comunicación con la realidad exterior e incluso con lo más hondo de uno, lo escrito por el poeta, inevitablemente, no será un simple e impersonal “traducción” a su idioma de lo que ha escuchado en el exterior o en lo desconocido y escondido de sí. La poesía pasa por él y se impregna de él, de su sello distintivo. De lo contrario, el texto resultante pecaría de demasiado objetivo, neutro y deslavazado, igual o muy parecido en éste, en el otro y en aquel”. (Sánchez Rosillo, 201-202).

     Desde su mirada poética la vida y la realidad son maravillosas, la irrealidad es la oscuridad del poder, de la manipulación de este, de la pobreza, la injusticia contra los desfavorecidos. Esa es la mentira de la vida, la falsedad que hace transformar la verdadera esencia del mundo en la deformación que causa tanto dolor:

    “Creo que por lo que usted me pregunta es por las “irrealidades” del mundo, por el día a día tantas veces cruel e irrespirable que ha creado el hombre en sociedad. Esas irrealidades o falsas realidades son pavorosas y hacen correr por el mundo mucho dolor y mucha sangre. Contra ellas hay que luchar sin descanso en la medida de nuestras posibilidades, no permitiendo con la cabeza gacha la injusticia a nuestro lado, tratando de remedirla y consolar al que sufre” (Sánchez Rosillo, 2023: 210).

      Admite quedar dulcemente cegado por luz de lo invisible, por los hilos ocultos que unen el milagro de la vida. En cada gota de agua, en cada partícula microscópica está esa conexión ínfima y sublime de lo más pequeño con el misterio del todo, con la unidad del universo:

    “Lo que no alcanzamos a ver son los hilos sutiles que unen entre sí los casi infinitos puntos de la realidad y los aconteceres del mundo. Ellos hacen que lo aparentemente múltiple y suelto forme parte de un todo. El tejido que crean esos hilos es el misterio inacabable del existir. Al alzar un vaso de agua hasta nuestros labios estamos moviendo el mundo entero, conmoviéndolo, con todas sus constelaciones y sus galaxias […] El poeta es alguien que se da cuenta de esto, algo que le pasa también a cualquiera que mire a fondo.” (Sánchez Rosillo, 2023: 208).

   La transparencia del misterio es una cualidad que admira en Ramón Gaya, pintor con el que mantuvo amistad y del que le gustaría que su poesía pudiera tener esa mirada. Es la capacidad de ver en el misterio con la claridad de la luz, que traspasa, que se hace transparencia desde lo más natural:

    “Ojalá hubiera en mi poesía algo de misterio, la transparencia y el rigor que tiene la obra de Gaya. Rigor, transparencia y misterio no son términos antitéticos, como a primera vista pudiera creer alguien. La transparencia parece que no tiene misterio y que no es nada, ya que no hace bulto, pero es muy enigmática. Se trata de algo que deja pasar a su través la luz. ¿Habrá algo más asombroso? Si no fuera por ese prodigio, estaríamos a cada instante pasmándonos ante él y echándonos las manos a la cabeza (Sánchez Rosillo, 2023: 203).

   Se alude a John Keats, que escuchaba el canto de la vida: “la poesía de la tierra nunca muere”. Esta es una de las ideas de las que se parte, afirmando que el pájaro mañanero inicia su canto, la cigarra lo sigue con el fulgor del sol y, con la oscuridad, el grillo mantiene la música que anida en la belleza de la sencillez de lo más natural. Un poema es tan solo “una cristalización de toda la poesía que existe en el mundo”. Acierta Rosillo, hay una música que encontrar en la belleza de los abismos que las aves sobrevuelan con majestuosidad, en el mundo marino y sus colores infinitos, los sueños de nuestra infancia, en el hilo oculto que une el cosmos, en el latir eterno del tiempo que es también parte del ritmo de nuestro corazón. Hay una conmoción de silencio ante tanta belleza que no muere en el pensamiento ni naufraga en la palabra, es inabarcable, contiene las agitadas olas profundas de las tormentas, pero gracias a la pátina de la luz se disuelve esa oscuridad del mar y de nuestra alma.

    El autor cree en la luz eterna de un tiempo que fusiona el pasado, el presente y el futuro. Somos el yo que respira ese infinito entre sus grietas. La muerte de su padre, siendo un niño, le hizo sentir la fugacidad de la existencia, pero en su madurez, gracias a la poesía, ha alcanzado la paz trascendente de un presente continuo que integra lo que fue, es y será. Somos en ese río la corriente que lleva las aguas desde el pasado al ahora, dirigiéndose a ese mar total que une esas tres coordenadas, para, al fin, diluirse en la totalidad. Agradezcámosle ver la luz invisible que ilumina la belleza del mundo, con una claridad que puede traspasar el corazón del misterio, porque, como dijo Keats: “volaré en las alas invisibles de la poesía/aunque la mente obtusa vacile y se detenga”.

BIBLIOGRAFÍA:
Sánchez Rosillo, Eloy (2023), El sueño cumplido, Tusquets, Barcelona.

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