Por Jesús Soria Caro
No te veré morir fue presentada en Zaragoza por Antonio Muñoz Molina. Más allá del carácter de promoción de libros que tiene cualquier acto literario de este tipo, fue una reunión en la que cualquier lector o escritor apasionado por el proceso de la creación pudo conocer…
…algunas de las claves que pueden configurar una buena novela. Desde el magisterio de uno de los grandes escritores de nuestro país vamos a adentrarnos en todo lo que se planteó en esta memorable sesión.
La idea del título no es baladí, debe adquirir un carácter sugerente, poético, y a la vez ser el alma de lo contando, un barco simbólico que cruce los mares de los signos, que contenga en su flotación la esencia que configura la idea central del relato. Según nos contó el narrador todo se remonta a un poema que dedicó la poeta Idea Vilariño a Onetti, escritor al que amó. Es el último verso que contiene las palabras homónimas que constituyen el nombre de la novela: “No te veré morir”. Fue elegido, porque además de recoger sintéticamente y de forma fidedigna la fuerza trágica de la trama, adquiere además un carácter evocador. Otra de las propuestas que esbozó fue que la literatura debe acercarse al juego, tener un carácter lúdico, abandonar toda solemnidad, debe interesar y gustar al que está leyendo. Sin duda, esto es aparentemente algo simple, pero complejo de llevar a cabo cuando se realiza cualquier creación. Nos confesó el autor cómo cada capítulo fue escrito en un cuaderno “Oporto”, lo que conllevaba inicialmente una limitación por su carácter reducido de páginas, pero que todo hándicap es algo que en el arte estimula la creatividad.
Uno de los aspectos destacados es la experimentación que se acomete en el primer capítulo: las setenta y tres páginas que lo conforman carecen de puntos y de comas. Según nos comentó, lo que pretendía era encontrar un ritmo de encabalgamiento de las ideas en el que sentirse atrapado en el tormento del personaje a través de esta angustia rítmica, mediante un fluir desaforado de las palabras que tenían su propio dolor. Este le atrapó, le envolvió y eso es lo que espera que le suceda también al lector, que perciba esa sensación de ansiedad del que espera, que es la que sufre el protagonista al haberse visto separado de quien amaba debido a las convenciones sociales, a lo que su padre esperaba de él y que supuso el alejamiento de este con su amada.
Posteriormente pasó a desentrañar los ingredientes narrativos, los componentes de la trama y el mensaje que bajo estos subyacía. Como siempre acontece en su obra, se hace presente la lucha entre lo vivido, lo perdido y lo recordado, su fuerza e intensidad, sus fulgores que ahora son rescoldos del fuego, cenizas de la memoria en la que ardió la pasión. En este caso se trata de la historia de amor truncada entre Gabriel Aristu, director de banco, y Adriana Zuber, profesora de arte. Su relación se rompió súbitamente. Casi 50 años después se vuelven a ver. Aunque ahora todo es diferente, aún calienta, entre las brasas, lo que fue el fuego de una pasión que el tiempo ha ido apagando: él, está casado con Constance, y ella, que comparte el final de su vida acompañada por Fanny, tiene una enfermedad terminal. Este hecho trágico supone la clave de la narración, conectada con el título de la novela, siendo un “intertexto” que se vincula con el verso que la anteriormente citada poeta uruguaya dedicó a Juan Carlos Onetti: «No volveré a tocarte./ No te veré morir».
En la configuración de los personajes, según palabras del creador de este relato, se debe recrear las más profundas ambigüedades que subyacen en nuestra interioridad. Los abismos secretos que quedan ocultos en su sentir, bajo el disfraz de una vida exitosa y de reconocimiento personal. Deben tener las mismas guerras internas, ser un retrato de las tormentas que anidan en nosotros, porque según el autor la novela nació para esto, para ser el reflejo de nuestras contradicciones y luchas más ocultas. Así se nos cuenta que Gabriel, el protagonista, ha conseguido una cierta posición social, sin duda alguna ha cumplido las expectativas que su padre depositó sobre él. Pero es un sonámbulo, vive dormido, hipnotizado, es un títere manipulado por las expectativas de los demás, un náufrago de sí mismo. Su padre, personaje central que de alguna manera determinó el desarrollo de su personalidad, fue alguien muy relevante, mantuvo amistad con Manuel Falla y con los principales artistas vanguardistas europeos. Sin embargo, también lucha contra sus propios traumas de la guerra. Se vio en un cruce de odios ideológicos y de fanatismo con los que no se identificaba. Es un superviviente de su propio dolor, al que las consecuencias trágicas de lo vivido en la contienda; el hecho de verse involucrado en una realidad y formar parte de esta, sin estar de acuerdo, le ha causado una herida abierta que nunca podrá ser cerrada. Siendo una tortura su conciencia, hecha del hielo del horror que sigue siempre ardiendo en su subconsciente con pesadillas e imágenes que regresan desde lo más oculto de su memoria. El primer capítulo se narra desde el punto de vista de Gabriel, pero este se va modificando. La estructura de la novela es musical, se basó en la idea de los cuartetos tardíos de Beethoven, cada parte de las cuatro que componen el libro debía tener una entidad propia, funcionar de forma total como un libro independiente.
La cámara desde la que vemos (leemos) lo acontecido va girando a través de los diferentes personajes que son los que nos acercan a su mirada, a su perspectiva de lo acontecido. Hay dos historias en una, la primera el reencuentro de dos amantes casi medio siglo después y es además una novela histórica, en la que también se retratan diferentes épocas, desde la década de los treinta del siglo pasado hasta las dos primeras décadas del siglo XXI. Es una novela comprimida, al modo de las suites de Bach tocadas por Pau Casals. Mientras lo escribía anuncia que sentía una continua necesidad de la poesía, debían tener los personajes su intensidad, ver a los personajes con la fuerza del mundo introspectivo que es inherente a la lírica.
La segunda y cuarta parte adquiere la visión de Julio Máiquez, que es el contrapunto de la perspectiva del protagonista. Se pasa así de estar sumergidos en la conciencia alterada de Gabriel (debida a su retorno a casa tras décadas y al reencuentro con ella, tras el que todo el peso del dolor del pasado cae sobre él) a la visión de un testigo exterior que ve lo acontecido desde fuera, siendo así una voz libre de la pasión de quienes experimentaron dicha experiencia abismática. Muñoz Molina explicó cómo acontece así en la trama lo mismo que en la música, ya que se cambia de un primer movimiento a otra composición melódica, de un dolor del recuerdo a otra memoria narradora. La protagonista se alimenta a su vez de los propios recuerdos del autor sobre una persona a quien conoció treinta años atrás y cuya experiencia proyecta en el alma de este personaje femenino por él creado. Estos entes de ficción cobran vida cuando adquieren cosas que no son suyas, viven de forma autónoma, más allá de la voluntad del que escribe, lo que siempre otorga viveza al universo narrativo.
En la tercera parte el narrador es ella: la mujer que dejó atrás porque las ambiciones de su padre le alejaron de esta. Ha tenido una vida dura, pero su capacidad de luchar con dignidad frente a su destino adverso le ha hecho bella en su experiencia. Las grietas de la piel, las arrugas del dolor que han perforado su belleza le han dejado el alma tersa, hermosa en su capacidad de cruzar lo oscuro con la luz de su fuerza. La historia es contada desde las dos perspectivas, la de la clase social que ha tenido todo lo material, pero carece de los bienes que se forjan en la interioridad luchada y el ángulo o punto de vista contrario, el de quienes, desde la derrota, han construido su dignidad y su valía, están carentes de reconocimiento, pero son el mejor espejo de sí mismos.
En definitiva, leer la novela ha sido una experiencia de disfrute de una historia bien contada, pero en la presentación el autor ofreció una ponencia magistral sobre diversos elementos que constituyen el arte de la novelística.