Por Manuel Sogas
Me Atengo a lo que vi y oí y en función de mi misión de cronista actúo.
Aconteció lo que sigue: a la entrada del pueblo de Remolinos hay una gasolinera y en ella un Hostal y dentro de este un Bar.
Por su conocida y afamada historia que le precede no es preciso que nos entretengamos en una descripción pormenorizada del pueblo. Bástenos con hacer notar aquí que esto es Una Crónica Navideña de Remolinos que se sitúa a la orilla derecha del Río Ebro.
Hasta el Hostal con el propósito de pedir posada por cuatro días acertaron a llegar en los primeros días, fríos y ventosos, del mes de enero, tres personajes de algo más de mediana edad, todos ellos con aspecto de gentes muy principal y alto linaje. Después de otear brevemente el local del Bar dieron a sentarse en el rincón más apartado que vieron.
Uno de ellos era del color de una noche sin luna o, negro como el carbón, teniendo por nombre Baltasar, y este fue el que con absoluta naturalidad solicitó del hombre que atendía el Bar sirviera cuatro cafés, calentitos todos, y en vaso grande. Su voz era de un tono recio y agradable, pausado y seguro a un tiempo, poniendo de manifiesta evidencia la pertenencia a una alta clase social. El segundo era llamado Melchor, portando una poblada y gran barba blanca muy pulcramente cuidada, y el otro, también de grandes y cuidadas barbas, llevaba por nombre Gaspar.
Siendo pues en total tres los personajes entrados en el Bar, y cuatro los cafés solicitados por Baltasar, fue un hecho que no pasó desapercibido para ninguno de sus dos acompañantes, si bien no hicieron comentario u observación alguna al respecto. Hay que suponer que ambos pensaron que si Baltasar pidió cuatro cafés siendo ellos tres, alguna razón tendría para haberlo hecho.
Hacía frío y frío sentían en sus carnes los protagonistas de la presente Crónica o Cuento, porque siendo la Navidad celebrada con sonado y muy grande bullicio exterior, no siempre los cantos y sones musicales exteriores producen el calor interior personal necesario y suficiente para poder mantener dentro de cada uno el noble, justo y necesario sentimiento de Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad, que reza en la solemne proclama y lema general que predica la Navidad, de modo que siendo lo que se dice tal y como se dice, y así ha quedado dicho y escrito, y no habiendo nada en todo ello que en buena lid y recto juicio pudiera ser utilizado para afear la conducta de los tres personajes que ya han sido presentados, ni para poder considerarla como despropósito, puesto que ninguna norma ni principio navideño incumple, nada se ve de reprochable en el hecho de que para calentar el cuerpo nuestro queridos Reyes Magos tomaran en el Bar un cafecito con leche bien calentito.
De los tres, el que más extraño, incómodo o arisco parecía encontrarse en aquél escenario, novedoso para todos ellos, pareció ser Gaspar.
- Hétenos aquí, mis buenos compañeros y amigos, sentados tales que pasmarotes perdiendo el tiempo… Señores míos. Y todo por las prisas, por la velocidad, por haber llegado a nuestro tajo anual cuatro días antes del Día de Reyes. Con toda esta caterva de ayudantes que nos acompañan, que no hacen sino comer a la sopa boba a lo largo de un año entero en el que no trabajan más que una tarde: la de la Cabalgata de Reyes por unas cuantas calles, las más céntricas, y una sola noche: la del reparto de juguetes a los niños, con la invariable circunstancia de que por una u otra razón, ya sea que la Municipalidad no tiene realizada correctamente las actuaciones correspondientes en el censo de niños, bien porque Nuestra Administración Real no elabora adecuadamente las listas del reparto de juguetes, el caso es que siempre hay algún niño que queda sin juguetes o defraudado, porque habiendo pedido él en la carta de peticiones una bicicleta, nosotros le dejamos en su lugar una pelota de goma blanca de las baratas o una cartera nueva para el colegio con una caja de lápices de color dentro. En fin…
- Sosegaos, Gaspar, sosegaos –dijo el que llevaba por nombre Melchor-, que no es culpa específica de nadie en particular haber llegado al Pueblo unos días antes del Día de Reyes, sino del avión, que a su vez es consecuencia de algo tan complejo y difícil de entender como es la ciencia y la técnica, siendo ésta la aplicación de la ciencia. Hoy todo camina muy rápido, todo o casi todo, se adelante a su tiempo natural. Recordad, por ejemplo, que los melones y los tomates no ha tanto que únicamente aparecían en verano, y ahora los tenemos en cualquier época del año, y por lo tanto, nada de extraño hay en que la Navidad quede también trastocada, pues jamás hubo en toda nuestra milenaria historia caso alguno en el que los Reyes Magos llegaran a su lugar de trabajo antes de tiempo, sino que siempre lo hicieron como queda prescrito en Nuestra Real Ley, con exactitud milimétrica al lugar convenido y en el tiempo establecido en todos los siglos de los siglos.
- Mucho acierto y tino habéis tenido en lo dicho, querido Gaspar –dijo Baltasar-. Lo que creo al respecto, es que la ciencia por una parte tiene aspectos muy positivos y beneficiosos para toda la humanidad, pero por otra, tantos como los buenos y benefactores aspectos podría encerrar otros tantos dañinos y perjudiciales para la misma humanidad, por lo que a mi modesto juicio hace, convendría ponerle por parte de quien corresponda vigilancia, control y, llegado el caso, coto. Con lo que vengo a decir, es que no puedo adoptar ante ella postura absoluta de ciencia sí o ciencia no, sino relativa de según para qué y cómo. El término este de relativo guarda en sí mismo una gran complejidad y dificultad en su interpretación, dado que cada una de las numerosas interpretaciones que pudieran hacerse está siempre sujeta al interés o punto de vista de quien la realiza, añadiéndosele una nueva dificultad que no es floja, y consiste esta nueva dificultad añadida, en que cualquiera que se tome como buena no garantiza la verdad absoluta de la interpretación de ciencia adoptada.
Si nos atenemos al hecho, a la experiencia –continuaba diciendo Baltasar, el que era negro-, que según el alto saber de los que a esto se dedican, es la madre de toda ciencia, observase al pronto que esta ha tiempo que engulló entero y de una pieza a su inventor, el hombre, y junto a él a la mujer, por lo que podría no ser cosa descabellada que de aquí a un tiempo no muy lejano el ser humano, tanto en versión hombre como en la de mujer, podría quedar convertido en una caricatura humana vacía, hueca y quebradiza como una caña seca y vieja. Y, esto, queridos y venerables amigos míos, es algo que no deberíamos echar en saco roto, sobre todo, considerando que cualquier hombre o mujer antes de llegar a serlo fueron primero, niños, y en estos niños, fuera poco, mucho, bien, regular o mal, hubo un tiempo en que por medio de nuestro Real Trabajo del Día de Reyes estuvimos influenciándolos durante unos años, los primeros de la vida, seguramente los más importantes y fundamentales para cada individuo a título personal, pues bien pueden convertirse estos primeros años vividos en determinantes para el desarrollo de la vida que les quede por delante como seres naturales humanos, adultos, racionales, con voluntad propia autónoma y consciente, aspectos estos que constituyen los elementos esenciales diferenciadores del ser humano respecto de cualquier otro animal o planta vegetal.
- Sea, pues, como decís, Baltasar –respondió Gaspar-, que no me inclino yo claramente a ningún lado de ciencia sí o ciencia no. Lo que pregunto es que en qué gana nuestro Real Oficio del reparto de juguetes con los adelantos de la ciencia. Ganamos tiempo, eso sí, ¿pero de qué nos vale el tiempo sobrante si después hemos de perderlo baldía y obligatoriamente, como es el caso presente, tal que está ocurriendo aquí ahora mismo?, dado que nuestro único día laboral es el Día de Reyes, y este ya está permanentemente fijado desde la primera visita que le hicimos a Jesús en Belén, de modo que por mucho tiempo sobrante del que pudiéramos disponer no lo podemos aprovechar para anticipar ese Día en el calendario, de igual manera tampoco podemos alargar la jornada laboral añadiéndole un día, dos o tres más, para un mejor goce en nuestro trabajo al poder estar más tiempo en contacto con los niños y el de ellos mismos al disponer de más plazo para el juego. Insisto, y ruegoos disculpas por la reiteración una vez más –dijo el Rey que estaba en el uso de la palabra-, ¿para qué nos vale la ciencia a los Reyes Magos?, pues por no traer no traemos ya ni camellos que fue desde siempre nuestro medio de transporte natural tanto en distancias largas como en las cortas. Es más, ni siquiera pisamos la tierra por la que caminamos y ni vemos los caminos, veredas o sendas que conducen a un lado y otro, porque si no es avión el que nos lleva y nos trae de un lugar otro es un tren, barco o autobús. Y en lo tocante a la alegría que llevábamos a los hogares que fue nuestro estandarte y símbolo por excelencia y que era esperada en todas partes como aguas de abril. Casi nos vale más no hablar de ello, pues difícilmente puede ser llevada alegría a las gentes que habitan los hogares cuando si no son dos son tres las personas que en el viven las que permanentemente andan enredadas en el problema del paro. Y, añado y acabo. Y sin que nosotros podamos meter mano en el enderezamiento de las tantas cosas que están torcidas.
A nada de lo dicho por Gaspar respondió Baltasar. Estuvo con grande atención y sin perder detalle a todo lo que había expuesto su compañero al tiempo que tomaba algunas notas en una de las servilletas de papel que había sobre la mesa en la que tomaban el café, pero no dijo nada. El que tomó la palabra para hablar fue Melchor, diciendo lo siguiente:
- La ciencia a mi parecer en tanto tenga validez para explicar por si misma los fenómenos de la naturaleza sin necesidad de acudir al auxilio de creencia personal alguna para ello, creo que es cosa buena, puesto que de esta manera lograría alejar de la ignorancia al ser humano, y esto con el paso del tiempo puede hacerle cada vez más perfecto y humano. Pero claro, si por razón de egoísmo personal encuentra a través de la ciencia y la técnica una forma concreta de obtener beneficio prontamente y para sí individualmente, desentendiéndose de los demás como si no existieran, podrían derivarse de tamaña actitud egoísta y simple grandes desgracias, y no solamente para uno en particular, sino para todo el mundo en general, porque si llegado un momento el ansía y la voracidad de provecho propio, aun a costa del perjuicio y daño de los muchos, llegase a imperar lo material, groseramente entendido, por encima de la amistad y el amor o de cualquier otra consideración, el espíritu de alegría y paz que representa la Navidad quedaría gravemente desvirtuado al ser sustituida la alegría por el placer material inmediato de la gran comilona, y cuanto más abundante y sofisticada mejor, pues viendo los niños tal actitud en sus mayores como algo natural, ellos por no tener todavía el razonamiento y la capacidad de discernir debidamente desarrolla querrán hacer lo que ven, y traduciéndolo a la moneda de cambio que mejor conoce el niño que no es otra que juguete, y dándoles exactamente igual que sea Juan o Pedro el que proporcione los juguetes, exigirán como cosa natural para ellos, cuantos más y mejores juguetes mejor, sin impórtales quien los pueda dar ni su fecha de entrega con la condición que sean siempre lo más cerca y pronto posible, con lo que se origina el inicio del desprestigio paulatino y el abandono consecuente de la Nuestra, Institución de los Reyes Magos, no quedándonos a la postre otra alternativa que la del cierra laboral por falta de trabajo de Nuestra dicha Institución, lo que supondría el anuncio anticipado como prolegómeno de que la catástrofe social no puede quedar muy lejos. Y ello no deja de constituir, en mi opinión, asunto serio y grave, porque no se trata ya de algo particular de los Reyes Magos que solamente a ellos afecte, sino del arriamiento del símbolo que en nos ha recaído como eje central del espíritu navideño, que al irse apagando y siendo olvidado entre la gente menuda, llegará un día en que tan tamaña y singular fiesta de la Navidad quedará recordada como una cosa pasada más que ha tiempo remotos aconteció.
Llegado a este punto el discurso de Melchor. Este hizo una breve pausa, y en el rincón del Bar donde se tomaban los cafés, apareció un oscuro y denso silencio que de haber tenido a mano un cuchillo se hubiese podido cortar. Se miraron todos ellos entre sí, y al poco tomó la palabra Baltasar para decir:
- Poco o nada podría añadir o restar a cuanto aquí hemos oído relativo a la ciencia y a la técnica. Y por lo aquí oído, hilando una cosa con otra creo haber vislumbrado una primera conclusión de no poco peso, y es ella: la gran ventaja, a mi juicio, irrefutable, que nos da tanto la ciencia como la técnica al proporcionarnos tiempo libre que puede ser utilizado al libre albedrio y juicio de cada individuo en aquello que más le guste o desee. Tiempo libre que procede del acortamiento del tiempo que antes era obligatorio utilizar materialmente en las actividades necesarias para la subsistencia, y esto a falta de una mejor y más completa conclusión, podría ser considerado como un aumento de la posibilidad de libertad para el ser humano. Pudiéndose resumir todo ello, a juicio mío, en libertad para el ser humano y tiempo para ejercerla, con lo que lo básico del ser humano queda establecido, gracias, pues, a la ciencia y a la técnica, por lo que no me parece desatino afirmar que tanto la una como la otra humanizan al ser humano, quedando pendiente para la discusión qué es el ser humano, porque en función de lo que se considere a este ser humano, habrá que determinar previamente que ha de hacerse o no hacerse en el tiempo libre para que, efectivamente, el ser humano sea cada vez más ser humano y mejor y, en consecuencia, cada vez más alejado del animal y de la ignorancia. Pero en estos asuntos no puedo entrar ahora.
Veo además lo siguiente –continuaba diciendo Baltasar-, y esto ya es un hecho que no necesita de suposición ni alegoría alguna para ser explicado: los cuatro días que nos ha regalado tanto la ciencia como la técnica es un tiempo nuevo que antes no teníamos, y a este tiempo nuevo no han llegado tres Reyes Magos, sino tres personas de carne y hueso, pues, ¿de cuándo acá ha visto historia alguna que tres Reyes magos estuvieran tomando un café en un Bar? Si os fijáis bien, todo cuanto aquí hemos dicho estaba dicho como lo hubiera podido decir cualquier ser humano. Es decir, la ciencia y la técnica nos han hecho humanos, nos ha humanizado. Decidme, pues, ¿no es un milagroso portento que la ciencia pueda humanizar al ser humano?
Tras la pregunta con la que había terminado su exposición Baltasar, el silencio volvió a presentarse en aquel rincón, pero esta vez el nuevo silencio tenía un aspecto luminoso que podía ser visto y sentido. Fue Gaspar el que rompió el silencio respondiendo:
- Impresionado me has dejado, y absolutamente de acuerdo contigo, Baltasar.
- A mí me han parecido todas tus apreciaciones muy acertadas, y como Gaspar también estoy de acuerdo contigo -continuó Melchor para agregar-:Y, puesto que, efectivamente, ya somos humanos, y lo vamos a continuar siendo durante los cuatro días que tenemos por delante hasta el día de Reyes, ¿qué te parece a ti que podríamos hacer hasta entonces?
- Pues, mira que idea más buena me acabas de dar, Melchor –respondió Baltasar con el rostro rezumándole alegría-, puesto que como bien dices somos humanos, ¿qué os parece si como tales humanos empezamos por hacernos un regalo de Reyes, por primera vez en toda nuestra milenaria historia? Consistiendo este regalo en conocer al pueblo y sus gentes todo lo que podamos.
- Por mí, no se hable más, adelante. –respondió Melchor.
- Pues vamos, empecemos ya, que para luego es tarde. –dijo Gaspar.
Dichas estas palabras los tres amigos y compañeros con todas las facultades, derechos y privilegios que les otorga el Estatuto Mágico correspondiente para actuar una vez al año como Reyes Magos, salieron al pueblo para recorrer sus calles y conocer a sus gentes. Y comprendiendo yo en este punto el porqué fui invitado a café por Baltasar, procedí puntual y fielmente a dejar constancia por escrito de cuanto vi y oí a los efectos que conviniere al lugar, y a cualquier otro, en cualquier tiempo.
Remolinos
Doy Fe
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[Del libro (Inédito) Tiempo quieto y otros relatos de Manuel Sogas Cotano, con Prólogo del Periodista y Escritor aragonés José Ramón Marcuello Calvia, y subvencionado por el Ayuntamiento de la S. H. E INMORTAL CIUDAD de Zaragoza. SECCION DE CULTURA Y ACCION SOCIAL, aprobada por la M. I. Comisión de Gobierno el 18 de julio de 1989. Núm. 305.816/89]
(Relato ganador del Primer Premio en el Concurso de cuentos y relatos navideños de Remolinos, Zaragoza, de 1987)