Mac y su contratiempo, de Enrique Vila-Matas


Por Javier Úbeda Ibáñe

     Sean bienvenidos a un laberinto y a una casa de espejos de un tamaño considerable, de la que no resulta sencillo escapar y que, de hecho, lleva a su autor, cuya pericia es de sobra conocida, hacia algunas páginas finales…

….un tanto espesas y en las cuales se puede perder el lector menos paciente. Se nos ha querido acostumbrar a novelas simples, sujetas a los hechos y que abandonan el cuestionamiento de hechos ajenos a la propia trama, con la excusa de ofrecer al público lo que este quiere leer. Dado que se ha optado por la literatura mercantilista y por el embrutecimiento de las mentes, a las que se pretende acostumbrar a no plantearse nada profundo y a esforzarse lo mínimo posible, este libro es toda una sorpresa.

        En un contexto así, un título como el que nos ocupa puede pasar sin pena ni gloria, porque lo que importa es vender. Por eso, mantenerse fieles a autores que nos desafíen intelectualmente es un brindis al sol en el yermo cultural que nos rodea. ¿Cómo va a ser la literatura parte de una revolución? ¿Cómo puede ayudar a cuestionarse nada, si el lector no está dispuesto a hacer un esfuerzo? De hecho, cuando yo mismo he preguntado a otras personas su opinión sobre este título, han admitido que es tal el grado de concentración que exige que, o bien han terminado claudicando y abandonando la lectura o bien la han continuado, pero, aun así, confiesan que no la han entendido. También es justo aportar la sensación que me transmitieron de que Vila-Matas es un mago de las palabras, y también un cómico que logra momentos divertidísimos, aunque, tal vez, su público haya gozado de los artificios del espectáculo y de las risas, pero haya vuelto a su casa sin haber entendido qué ha visto.

        Condicionado por esas opiniones previas (voto a bríos que no volveré a solicitarlas, ya que me tengo por espíritu libre), abrí sus páginas. Por empezar su disección, por ejemplo, por el argumento, este nos presenta a Mac, un hombre desempleado de sesenta años, aunque esa situación no le preocupa, pues está cubierto económicamente. Vive en el imaginario barrio del Coyote, en Barcelona, y resulta ser vecino de un escritor de cierto renombre al que escucha quejarse de una novela suya que no le dio muchas alegrías. Mac, quien se mueve entre la admiración y el desprecio por ese autor, que resulta ser un vecino que nunca lo saluda, decide reescribir aquel libro. Se presenta, así, la dualidad: dos autores escriben prácticamente lo mismo o sobre lo mismo, que la diferencia no está clara. Esta es la forma de presentar la idea central, a mi juicio: la creación literaria no existe, es todo repetición. Tan fuerte y firme es esta idea que el antedicho argumento se va deslavazando y va perdiendo peso, si es que Vila-Matas tuvo la pretensión de urdirlo, que también está por ver. Dicho esto, vaya un adelanto. Pocos, muy pocos, son los personajes, aparte del protagonista y el escritor, y este último, dicho sea de paso, es tangencial, igual que el resto. Aparece también el sobrino del escritor, figura despreciable por su escasa catadura moral y por su soberbia y en el que he creído intuir, con la descripción de sucesos ofrecidos, una velada acusación a los críticos, esos seres incapaces de unir con tino dos líneas, pero muy hábiles para ensañarse con las obras ajenas. También desfila en la trama, con desgana, Carmen, la esposa del protagonista, que siente un total desapego por los libros. Pongan ustedes a la dependienta de la librería y a alguno que otro que pasaba por las aceras y lugares de encuentro del barrio y no hay más. Poca materia prima para una novela.

        También aquí comienzan los juegos de espejos, con las identidades, con las pretendidas suplantaciones, con el uso de los alter ego. Pero aún hay más: la novela primigenia, la del afamado autor, está protagonizada por Walter, ventrílocuo cuya pena es poseer una sola voz. Vila-Matas comienza a colocar cargas de dinamina en el edificio de la idea de la imperiosidad de tener una voz propia y ahonda, de nuevo, en el concepto del alter ego.

        El diario de Mac es un previo ejercitamiento del músculo de la escritura, fútil, en todo caso, pues su intención es no acabarlo y que sea póstumo. Deriva el asunto final en un trasunto de diario-novela-ensayo-ópera prima en el que Vila-Matas no traza ninguna frontera entre géneros. Se queda uno con la sensación de que continúa con su desacuerdo de la idea decimonónica de la novela y sigue experimentando tal cual le apetece o ve conveniente, sin justificaciones. Va analizando qué es la literatura y sus géneros sobre la marcha, nos regala sus reflexiones sobre qué es realmente la ficción (volvemos a las dualidades) y qué es un escritor, de quien parece dejar entrever que es tan solo un ser humano frustrado que se va a la cama todas las noches convencido de que todo lo que escribe está por terminar. ¿Por qué no iba a terminarlo otro? ¿Por qué no lo iba a poder mejorar?

        La imitatio, la repetición como forma de creación es uno de los conceptos base debido a que es una entelequia ser completamente original. La repetición está ahí, ya que escribir es reescribir, como sabemos, y no solo lo propio, sino lo ajeno, según deja claro el texto. Lo que impregna de gozo esta lectura es, además, la generosidad con las citas de otros autores, las referencias a otras plumas, la sapiencia que esconde cada párrafo. Solo por eso, esta obra es impagable.

        Otro concepto que se percibe claramente, como ya insinué, es la diferenciación entre lo real y lo ficticio, la literatura y la verdad, si así se la quiere llamar. Teniendo en cuenta que no está entre sus metas mostrar la realidad, sino, más bien, «conocer lo desconocido», esta dualidad pierde todo sentido para él, pues únicamente desea, o así lo parece, aunar esos extremos. ¿Qué conocemos? ¿Qué es la realidad? ¿Lo que perciben nuestros sentidos únicamente? He ahí una puerta a la reflexión.

        No aparece ni una disculpa (gracias a Dios) por ser un canto a la libertad de los géneros literarios mezclados, no agitados, ni por saltar feliz e indisciplinadamente entre ellos. Aunque no sea un proceso simple, sí es revelador implicarse en su desarrollo. En varias ocasiones, he tenido que volver sobre mis pasos, inseguro por los cambios de tercio, cansado, agitado, sintiéndome exigido, como cuando estaba en la escuela, por un profesor que sabía que podía dar más de mí. Esta lectura puede resultar tortuosa, y la tentación de abandonar se ha presentado en alguna ocasión, pero lo he logrado, y aconsejo que se lleve a cabo, pues el libro se acaba con una sensación en el alma de haber superado una prueba nada sencilla, pero que te ha hecho un lector más avezado, un, si se quiere, homo intellegens un poco más capacitado para no dejarse fagocitar por la indolencia intelectual.

        Se me ha presentado, incluso, la duda de si este libro no será, a fin de cuentas, un nuevo Ulises rompiendo paradigmas. ¿Supondrá, acaso, el fundamento de la creación de un nuevo género? ¿O es la eliminación de todos los ellos? Gracias, Vila-Matas, por regalarnos material para dudar y sacudirnos la pereza de pensar.

 

Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo,

Barcelona, Seix Barral, 2017, ISBN: 978-84-322-2988-6, 304 págs.

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