Joaquín Sánchez Vallés: Maestría de la belleza de la forma y la idea.


Por Jesús Soria Caro.

       La poesía de Joaquín Sánchez Vallés ofrece una fuerza poética inusual tanto en la forma (en su gran sentido del ritmo y de la musicalidad) y del fondo (sus poemas siempre logran grandes giros de profundidad de ideas, perspectivas insólitas, diferentes, originales).

    Vamos a analizar dichos aspectos en algunos poemas, aunque la selección que ha editado Pregunta es magnífica.

   Mediante una parodia intertextual, una modificación de unos versos de Juan Ramón Jiménez se nos propone una poética que implica una extensión de esta hacia nuestra actitud de cómo mirar la vida, para ver desde la poesía una perspectiva más libre. Más allá del nombre, de la definición encerrada en la cárcel de la razón, existe un mundo libre, ajeno a nuestro lenguaje que intenta disecarlo y explicarlo, pero que más allá de la necesidad de entenderlo, definirlo y encarcelarlo en lo que podemos pensar, queda fuera en su libertad y es esta la auténtica esencia de la vida que no necesita de nuestro pensamiento ni del lenguaje que trate de explicarla desde sus límites racionales:

Inteligencia no me des

el nombre exacto de las cosas.

Para fingir las cosas

los nombres se inventaron.

agua que duerme y sueña y se detiene

acotando un jardín.

 

Afuera,

en la extensión dorada donde las cosas callan,

donde los vientos soplan

y las mieses se aprietan,

donde cruzan las nubes y rudos animales

se entregan al amor,

arde siempre la vida serena en su silencio.

No hay un caos que ordenar. (Sánchez, 2020: 13).

      Correspondence alude al imposible lenguaje oculto de la vida, anida en la naturaleza, en un orden libre de nuestro pensamiento. “Correspondencias” la teoría de Baudelaire sobre la relación imposible del lenguaje con ese orden oculto, se materializó en el poema de Rimbaud “Vocales”. Aquí se alude a ese significado de la vida que jamás podrá ser pensado ni nombrado con la razón humana, ya que queda oculto y por encima de esta:

El bosque de los símbolos ha ardido

y en las pavesas de la poesía

no se responde la vocinglería

del color, el perfume y el sonido.

 

No hablan las cosas para el hombre. Acaso

entre las cosas pasa el hombre, y duda

si oye algo más que el eco de su paso. (Sánchez,2020:14).

 

     “Me marcharé” alude a la huida del yo poético, a su viaje al otro lado del silencio, más allá de los confines últimos del tiempo, donde el ser deja su marioneta y la ausencia de sí mismo se adentra en los océanos del infinito:

Me marcharé,

mientras se quema el día.

Mientras callan los perros heridos del crepúsculo

mientras un ángel triste

vierte un poco de sal en cada puerta.

Me marcharé

Cuando aún quede verano […]

y estéis todos

-quizá-

repitiendo mi nombre en voz muy baja.

Mientras mi sombra vive cosida con el aire. (Sánchez, 2020: 17)

    Impresiona el poema “Preludio II”, personificación de la sangre, alegoría poética expresionista. Esta sale de su paseo lejano por la historia, de los expedientes, para cubrirlo todo en la vida, en la realidad que anida fuera del papel. Se describe una metamorfosis como la de Kafka, pero exteriorizando dicha transformación en el mundo, algo similar a lo que le sucedió a Munch, una intensidad de lo percibido que conmocionó al creador. El poema es una alegoría, casi un relato simbólico en el que el aire se convierte en gelatina irrespirable, el yo lírico no puede dormir, casi se siente como el sujeto lírico que “protagonizaba” el poema “Insomnio”. La sangre lo invade todo, en un poema que es un relato casi Kafkiano en el que la historia sangra, no quiere quedar encerrada en la tinta de los relatos. Sale a la vida y quiere extender su destrucción (su sangre) a todo lo que rodea al ser humano, su falta de solidaridad. Así es como un glaciar de dolor y destrucción que lo invade todo…

    “Mujer desnuda” nos ofrece buena antropomorfización que representa a la mujer como la luna, ecos de “Romance de la luna luna”, aunque aquí parece evocar más a “Un rayo de luna”; es la seducción de un fantasma de luz que, cuando despertamos en la noche de lo real, se desvanece, pero queda su magnetismo irreal; el otro reverso del sueño, el que tal vez no creemos real, pero que posee una verdad poética superior a la que percibimos desde lo más lógico de nuestra mirada. Nos recuerda el relato de Bécquer en el que, el cuerpo de luz que seguía entre las ruinas Manrique, era una sombra de un sueño, el rastro imposible de lo inalcanzable:

Está ante ti,

desnuda.

Lentamente,

alza su brazo rubio hasta tu pelo.

 

Inaccesible,

Calla.

Eterna como un río detenido en el aire  […]

hija del humo y de las hondas aguas […]

En el silencio que la luz dibuja

reclina su cadera

como una luna inmensa sobre el mundo. (Sánchez,2020:72-73)

    Es original la personificación presente en “Oda al silencio”. Poema en el que el yo lírico abre su casa al silencio. Este entra, es el mismo poeta que no se conoce a sí mismo, es la voz de aquello que no tiene forma en su conciencia pero deja todo el dolor, el miedo; lo que ha quedado sumergido en otros estados de su consciencia:

Ayer abrí al silencio.

Dejó en el cuarto su maleta de humo,

dejó en mi mano sus monedad de humo

y ocupó su lugar junto a la mesa.

El silencio es mi huésped.

 

Cauteloso tirita como un ángel desnudo,

se me enreda en las uñas el polen de sus alas,

se me asoma al final de los espejos

para mirarme con mi propio rostro. (Sánchez,2020: 85)

 

    “Moribundo” es un hermoso poema que nos propone hablar con el silencio, ver la sabiduría que tienen nuestros padres, su mirada sin miedo, su serenidad tras una existencia vivida con plenitud y la paz del silencio de la conciencia que nace de la bondad:

Siempre has sabido más que yo

Ahora lo sabes todo: veo

como avizoras otro mundo

inexistente y verdadero.

 

Esas palabras que yo ignoro

tú me las dices en silencio

Cuando ya nada te hace falta.

Cuando me miras de muy lejos.

 

Vivir tal vez tiene un sentido

si es el buscar conocimiento.

Tú lo has hallado: está en tus ojos

que más allá miran sin miedo. (Sánchez, 2020: 134).

 

    “Autoretrato” nos recuerda “El sueño de la razón produce monstruos”, en el boceto previo de Goya aparecía el propio pintor. La razón que puede dominar lo más oscuro podría ser una interpretación, otra que los sueños liberan monstruos de creatividad que canalizados pueden ser de ayuda y descontrolados la destrucción. En el caso del poeta se ve en el espejo y el monstruo es la muerte, el paso del tiempo en el que el yo poético no parece reconocerse, ya que siente su interior desde la fuerza que anida en la juventud:

En el silencio, en el espejo,

me miro y no me reconozco.

¿Quién es aquel sombrío anciano

que mira y calla ante mi asombro?

 

¿En la sospecha del futuro,

ante la cual me sobrecojo?

¿O soy yo mismo, que ya ocupo

su soledad lleno de monstruos? (Sánchez,2020: 133).

    Los signos en el agua, como así reza el título, son el rastro de la imagen que deja lo que ya no está. Las ideas se sedimentan en la palabra, es el río del texto el que se lo lleva todo, sin embargo, queda sumergida su fuerza evocadora como símbolo, su capacidad para formar parte de las profundidades de nuestra imaginación, de la otra verdad que no reside solo en la lógica, en el pensamiento racional. Hay un orden sumergido, un signo trazado desde el misterio que las aguas de la poesía de Joaquín Sánchez Vallés saben evocar.

BIBLIOGRAFÍA

Sánchez Vallés, Joaquín (2020): Los signos en el agua, Pregunta, Zaragoza.

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