“Efímero instante de luz”de Alison Morrell


Por Bernabe Martín

     Si tomamos al pie de la letra aquello de “malos tiempos para la lírica”, que German Copinni nos cantaba en 1983, podríamos…

…pensar que “los tiempos han cambiado”, como nos decía Dylan en su tercer álbum veinte años antes.
Fue Bertolt Brecht  quien dedicó uno de sus más famosos poemas a esa expresión que viene a recordar que cuando corren tiempos mercantilistas es mal momento para dedicarse a actividades de inspiración, como la poesía.

   Pero hoy se escribe más poesía que nunca, florecen editoriales, pulula por las redes en blogs, webs, tweets, incluso en grandes almacenes encontramos coloreadas portadas de gusto adolescente que se venden bien.

    Pero ante tanta oferta que a menudo envuelve simples ocurrencias, juegos de palabras, plagios por ignorancia o eufóricos disparates aparecen poemarios que te plantan una sonrisa de gozosa satisfacción cuando paseas por sus versos.

   Es el caso de “Efímero instante de luz” de Alison Morrel, publicado hace casi un año por los “Libros de la Imperdible” en su colección Rosebaum.

    Alison nos ofrece una cuarentena de poemas organizados en tres partes. Nos recibe a la entrada una cita de Anacreonte, que cinco siglos antes de nuestra era no solo cantaba los goces de la vida y el amor sino también las erosiones del tiempo y nos despide una poética que nos da pistas: “Busco el verso perfecto / como el surfista la gran ola. / Para mí el papel es un océano / para él la tabla es una pluma”

   Es un libro escrito desde la madurez, el otoño y el invierno visitan varios poemas, el paso del tiempo y el amor, o lo que no es amor, barnizan gran parte del libro. Palabras de Gamoneda inauguran el poema “Incertidumbre” que “como a una diosa majestuosa / le rendiré culto”. Hay ecos barrocos en “Efímero instante”, una buena dosis de sonoros endecasílabos en “Día gris” como el que lo remata: “…devuélvele a mi alma sus heridas.” Hay una invitación a la esperanza en “Otoño” y un aire a Dylan en el “Poema XI”, que me hizo tararear su “Forever young”. Una brisa existencialista recorre este poemario.

   Se agradece el ritmo de nuevo en los endecasílabos del “Poema XIII” (…te veo tintinear entre las sombras despierto e impaciente hasta la aurora…) y del “XVI” (yo vivo en un balcón lleno de flores, tú habitas la escalera y sus barandas). Si nos pusiéramos un poco enólogos en el “Soneto para mi muerte” hay aromas  de Garcilaso y Lope, gusto a José Hierro y Corredor-Matheos en boca y un retrogusto en el paladar a Ridruejo (que espero no haya leído Alison, mujer de buen gusto, pero que a mí me evocó sus épicas y pétreas formas, casi obligadas en aquella posguerra). Una luz casi sensual visita el “Poema XXV” y un manojo de entreverados heptasílabos cierran la primera parte con una vital opción por el olvido de lo que ha herido.

    Una cita del espartano Alcmán nos acompaña a la segunda parte en la que encontramos nueve poemas de aclaración, de aviso, de confirmación de lo aprendido tras las erosiones de nieblas y lluvias, con reflexión sobre lo urbano y guiños antibelicistas, ¿Ángela Figuera y Carmen Conde entre sus lecturas?

    Unos versos de Dulce María Loynaz nos encaminan en la tercera parte a unos poemas en los que, como en toda buena poesía hay sabor a Bécquer (“amor y desamor, una sola moneda que rueda eternamente”) y a Darío (“el amor se ha puesto azul, intensamente azul mientras te miro”), unos haikus en su punto, una autoafirmación tras lo aprendido y un recuerdo a “Casandra”, la profeta nunca atendida.

   En las más de setenta páginas del libro de Alison hay mucho más, hay un substrato musical de variados ritmos, se nota que los versos han estado en reposo, como los buenos vinos en silenciosa bodega, un giro cada cierto tiempo, un rayo de luz y… a la calma de nuevo, hasta que están en sazón.

     En casos como el de este poemario me suelo hacer con dos ejemplares, uno para regalar, como una cajita de música, el otro para mí porque sé que cada vez que lo reabra, como aquel maná del desierto, me va a saber distinto, me va a proveer de otros recuerdos, otros reflejos inusitados de los mismos versos me van a sorprender.

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