Por Allison Morrell
Surcada de imágenes y preguntas, aparece la poesía de Allison Morrell bajo el título de Efímero instante de luz, donde se transita por las cuatro estaciones del ánimo. Su primera parte da título al libro y de ahí tomamos estos tres poemas como botón de muestra.
NOVIEMBRE
Desolación. Hastío.
Hojas abatidas de muerte
por un otoño implacable.
Marcas de sudor en el pecho,
agua que no corre.
No tengo razones
pero la sed no amaina en mi pecho.
A veces me canso,
me quedo exhausta,
desearía no haber sentido nunca
la flecha del tiempo, y sus heridas,
intacta en mi memoria.
¿De qué me sirve tanta vida
si no puedo retenerla?
Cae la noche en este noviembre insomne
y yo no puedo conceder una sola certeza.
Solo espero el silencio
y, a partir de ahí,
el sueño o la nada.
EFÍMERO INSTANTE
¿Por qué no fuiste tan solo
un efímero instante
de luz otoñal entre las hojas?
¿Por qué ese empeño pueril
de inventar una verdad a toda costa,
de nombrar lo que no tiene nombre?
¿Por qué te volviste loco
para alejarme de ti
y asirte a mi alma al mismo tiempo?
Tus palabras han erigido
un muro de incómodos silencios,
y flotando en este noviembre insensato
se amontonan como las hojas secas en el suelo.
Me has cortado las ramas
para que no te alcance ninguno de mis sueños.
No hubiera sido necesario
teñir los brotes últimos
con el frío color de la tristeza.
Pero no quisiste escucharme
y, ahora, te imagino vagando entre los pinos,
buscando un efímero instante
de luz otoñal en tu cabeza.
EL VIAJERO
El viajero huye a la deriva
de un futuro hueco y escondido,
la quimera no se haya en sus alforjas,
pero él no lo sabe,
y ni siquiera el precipicio recortará su travesía.
A punto de morir de inanición en el desierto
verá nítidamente en espejismo de su propia vida.
Dejará jirones de sudor en cada piedra
y ocultará su decepción tras una mueca,
una suerte de oscura sonrisa, anhelante
de no sé cuántos “likes” en la fotografía.
Enterrará en una isla del tesoro
su ingenuidad de niño sabio y puro,
y en algo parecido a una botella
lanzará el mapa de sus sueños últimos.
Los años surcarán como un cincel
su piel endurecida,
echará la vista atrás y no se arrepentirá de nada,
quizá porque no supo viajar de otra manera,
o quizá porque en su loco empeño
se vio conquistando nuevas tierras.