Viñas y viñetas

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Por Juan Villalba Sebastián

            En todos sus trabajos, Agustín Sánchez Vidal manifiesta una actitud creadora interdisciplinar, propia de alguien con una vocación y una capacitad “universalista” y transversal de la cultura.

           Igual que en una gota de mar se concentra todo un universo de vida, cada nueva obra suya contiene las anteriores y resume con luminosa capacidad de síntesis todas las caras de ese complejo calidoscopio que es él como escritor, y en el caso de su última novela, Viñetas, también como persona.

            Viñetas supone un cambio en su narrativa, abandona la senda histórica con fuertes dosis de enigma y aventura de sus excelentes novelas anteriores para construir un relato mixto de ficción y realidad, una fabulación impregnada de elementos autobiográficos potenciados hasta extremos de difícil delimitación, su marcado carácter memorialístico mezcla tanto vivencias personales como generacionales, recuerdos propios como de familiares y amigos, se trata, en suma, de evocaciones anoveladas de infancia y adolescencia, suyas y de otros, hasta el punto de que bien podrían ser las de muchos de nosotros, en especial las de todos aquellos en cuyo interior palpita todavía la hoy en día agonizante cultura campesina.  

            Agustín gusta de jugar con las etimologías de las palabras y en ocasiones sus obras se construyen sobre juegos lingüísticos-simbólicos, es el caso de Viñetas, donde el díptico VIÑAS-VIÑETAS se constituye en la trama sobre la que urde su narración: A la muerte de su hermano Antonio, Miguel, un profesor de sociología en una universidad estadounidense, regresa a la huerta y a la casa en la que pasó su infancia y adolescencia. Debe aclarar la situación de esas tierras y su intención es venderlas a una inmobiliaria para de esta forma terminar con su pasado. Su hija, Julia, ecologista convencida y defensora de la cultura agraria, de la que su padre reniega, le presenta toda una documentación recopilada por Antonio antes de morir: fotos, programas de mano, archivadores, cintas de video, DVD y viñetas, una especie de historia gráfica que de algún modo resume el pasado familiar, la infancia y adolescencia de los hermanos y todo lo que no fue capaz de explicarle con palabras.

            El primer capítulo funciona como tráiler de presentación de la novela: el juego y el fuego, las fotos genealógicas (el ADN familiar), el mapa del territorio de la infancia (el del juego y el de la mujer amada).

            En el segundo capítulo, Miguel encuentra entre los papeles que ha dejado Antonio la historia gráfica de Étienne Davodeau, Los ignorantes, un relato que de alguna manera anticipa lo que vamos a leer, se trata de “la iniciación cruzada entre un viticultor que no sabe nada de tebeos y un dibujante que lo desconoce todo sobre la elaboración de los vinos. Cada uno mostrará al otro los secretos de su oficio”. Los documentos acumulados pretenden reconciliar a Miguel con la memoria de su hermano y con su pasado, hacerle comprender que pertenece a una cultura arraigada a la tierra que no es justo que muera. Con sus dibujos, Antonio comienza a proyectar la película de su infancia y adolescencia en la cabeza de Miguel y a reconstruir el pasado de sus padres, en un ejercicio de introspección que se adentra en un terreno ignoto minado de sorpresas. Las secuencias se fragmentan e intercalan, son piezas desordenadas de un puzle que el lector deberá ir componiendo. Comienzan a formularse preguntas sin respuesta que pronto descubrirá le interpelan directamente.

            Los demás capítulos van completando el resto del rompecabezas, las viñetas se combinan con proyecciones de video y las voces narrativas aumentan progresivamente y alternan con las de los protagonistas: los mundos sensitivos de la infancia, la caza y la pesca, la escuela, los juegos en la calle, el cine de barrio, la magia de los tebeos, la amistad, el sexo… Viñetas tiene mucho de novela de iniciación, de aprendizaje, de cambio (individual y colectivo), de transición al mundo adulto, pero también trata de las complejas relaciones familiares, de la guerra civil, de la difícil posguerra, del aperturismo del segundo franquismo y sus transformaciones, etc. Todo pues parece apuntar hacia el relato familiar con fondo social, sin embargo, al final se impone el territorio de lo desconocido, Miguel ignora muchas cosas de sus padres y hermano –secretos personales, trampantojos barrocos, juego cortazariano entre realidad y apariencia-, y el lector debe ayudarlo a completar las tramas más o menos difusas que nunca terminan donde parecen cerrarse.

            Agustín Sánchez Vidal es un novelista con memoria y una ductilidad de prosa con ritmo propio, que atrapa en el detalle de los adjetivos las sensaciones del mundo ido, y si bien hay una clara voluntad de contención y su estilo es austero -en consonancia con la realidad social que describe-, preciso e impactante, posee  páginas de notable vigor sensorial, próximas al mejor Gabriel Miró, como esa deliciosa secuencia del refugio en la enorme morera convertida en claustro materno, donde uno contempla en perfecta meditación el presente con todas sus sensaciones visuales, auditivas, olfativas, etc.

            Destaca también en la novela la fuerza y el verismo de sus personajes, todos sólidamente construidos, en muchos de los cuales la sugerencia y el sobreentendido actúan con eficacia, tanto en los protagonistas como en la nutrida nómina de secundarios de lujo que, como los del cine español, merecerían menciones particulares, no me resisto a citar como ejemplo al fotógrafo Godofredo Azcona, homenaje explicito al gran guionista Rafael Azcona, amigo que fue de Agustín, quien confiesa que algunos momentos -reconocibles por su particular humor- se los debe a sus recuerdos.

          En Viñetas la transversalidad de saberes y el peso de su erudición no lastran la narración, su trama atrapa al lector hasta su especular final y le exige su colaboración para completar la historia con sus propias sensaciones y vivencias. Como ya escribiera el propio autor, “el papel de los auténticos poetas y artistas consiste en descubrir y tender relaciones inéditas que nos ayuden a concebir el mundo de un modo más rico y entramado. Mejor cableado y conectado en red…”. Conectarán, pueden estar seguros, sin duda es una gran novela.

AGUSTÍN SÁNCHEZ VIDAL, Viñetas, HarperCollins, 2016.

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