Por donde el placer escapa

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Por Jesús Soria Caro

     Javier Lahoz nos ofrece una nueva trasgresión a la moral del canon erótico que a lo largo de la historia ha centralizado lo que podía ser considerado dentro de la sexualidad “regulada”.

     Su propuesta más que de novela erótica se podría acercar a un territorio novelesco cercano a lo “pornográfico”, aplicando esta designación a una novela con sexo explícito, con situaciones abiertamente sexuales,  constituyendo sin censura  alguna imágenes y secuencias  que el lector puede visualizar abiertamente sin recurrir a referencias indirectas. Esto sucede, entre muchos otros ejemplos, cuando Alicia Burdeos le pide y luego practica sexo oral al marido de su amiga que a su vez mantiene también  una relación extramatrimonial:  “vamos a la cama y déjate llevar, que solo quiero comértela un ratillo” (p164).

     Muchas de las prácticas propuestas a lo largo de toda la novela son la búsqueda de una sexualidad “periférica”. Se presenta todo tipo de relaciones no normatizadas: tríos, lesbianismo, la bisexualidad, homosexualidad masculina. Todo esto constituye una forma desenfadada de cuestionar la socialización del sexo, que ha formado parte de nuestro ordenamiento grupal, de nuestra visión moral. La familia, la pareja, son todos estos elementos centralizados por lo aceptable que han cerrado la libertad de otras propuestas de lo erótico. A lo largo de la historia se han instaurado modelos sociales de dominio del yo a través de la religión, de la tradición, de los modelos de ordenamiento conyugal o relacional que fijan una sexualidad  estructuradora de nuestra vida. En la obra de Javier Lahoz encontramos situaciones variadas que huyen de dicho centro, del sexo “aceptable”. Así un esposo propone un trío a su mujer con la hermana de esta. También una mujer bisexual, que ha tenido sexo con chicas para experimentar  nuevas formas de placer, decide seducir a su compañero de piso que es un onanista incapaz de relacionarse con las mujeres. Las situaciones son múltiples y en todas ellas se cuestiona lo social del matrimonio que es visto como una mentira reguladora de las vidas, como una hipocresía que luego naufraga en el mar de los deseos libres. Esto provocará que dos parejas vean como ellos y ellas tienen relaciones fuera de su unión matrimonial.

     Otro aspecto interesante de esta obra es la visión que ofrece de la mujer. Tradicionalmente ha sido desplazada de la sociedad y de la sexualidad, lo segundo suponía una práctica que simbolizaba su ausencia de voz en la sociedad. En la Grecia clásica el modelo ideal de amor y de sabiduría era el de un hombre experimentado y sabio que elegía a un joven (su discípulo) como amante. La mujer se consideraba irrelevante, sin intelecto, por lo que se le relegaba en lo sexual y en lo social. En la Edad Media surgirá el amor cortés, que suponía una trasgresión del modelo del  matrimonio impuesto, hay algo de lo “cortesano” en este libro, ya que se cuestiona los límites morales del matrimonio, pero siendo su objetivo no el amor (del que se descree) sino el sexo. En este libro de Javier Lahoz la mujer pasa a ser el centro de poder de una sexualidad dominada por esta, el hombre no la controla, es ella quien elige incluso cuando el poder aparentemente lo ha ten ido él. Esto sucederá cuando Alicia Burdeos, la esposa obediente a las fantasías de su marido, rompa su role de su sumisión al poder de decisión de este, logrando invertir así las cadenas de represión moral que anulaban su yo libre sexualmente.

     El erotismo en la literatura tuvo entre los siglos  XVI y XVII una visión oscurecida  en la que la asociación dicotómica entre Eros y Tánatos retrataba una visión castigadora, sancionada por la moral. La lectura final de las obras que trataban la temática amatoria nos llevaba a una idea destructiva de la pasión del amor, lo que sucedía, entre otras obras, en Romeo y Julieta de William Shakespeare. En la novela que ahora nos ocupa  se produce una inversión de toda esta mirada negadora ya que el sexo es la puerta que nos lleva de la muerte en vida de las convenciones hacia la verdadera existencia que conecta al yo con sus deseos. Esta mirada ofrece el narrador omnisciente cuando retrata lo que siente Raquel Osuna, cuando vuelve a ver en la fiesta organizada por Alicia y su marido al amante  con el que no esperaba nunca más encontrarse: “De nuevo se sentía húmeda, viva, como si el fluir de la vida le corriera por dentro” (114).

     Por donde el placer escapa es una reflexión de todos aquellos caminos de huida fuera de la libertad del yo que han supuesto la moral y la construcción social de nuestra sexualidad, hemos perdido la dirección del deseo, hemos caminado hacia un centro de lo normativo, de lo excluyente, hacia relaciones donde el amor era un contrato en el que la pasión se desvanecía, alejarse de estos centros hacia un camino inverso a lo socialmente aceptado puede ofrecer otros itinerarios de liberación sexual en los que cada cual viva su opción sin condicionamiento alguno.

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