Colchón de púas: Guillermo Osorio, el olvidado

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Por Javier Barreiro

       Guillermo Osorio (Cuenca, 1918-Madrid, 1982), escritor semisecreto, último de los verdaderos bohemios, borracho inveterado del vino de las tabernas y personaje angélico, las pocas y raras obras de este poeta y cuentista son casi desconocidas.

    Nota de la redacción: Escritor y profesor de literatura, especialista en la literatura y la música popular del siglo XX, Javier Barreiro (Zaragoza, 1951) ha publicado cerca de cuarenta libros, más de quinientos artículos, dictado más de trescientas conferencias e impartido cursos en universidades de Europa y América, además de promover exposiciones y muy diversas empresas culturales. Ha obtenido premios de periodismo, poesía y cuentos y dirigió la revista ‘El bosque’. Es académico correspondiente a la academia porteña del lunfardo y de la academia nacional del tango. Autor del monumental ‘Diccionario de autores aragoneses contemporáneos (1885-2005)’, Javier Barreiro inicia su andadura en ‘El pollo urbano’ con una introducción a su publicación número treinta y nueve. Se trata del texto de Guillermo Osorio ‘Obras (Relatos y poemas)’, editado en 2013 por Libros del innombrable, y está compuesto por dos libros de cuentos y tres breves entregas poéticas. Presentado en la librería Antígona, es un libro, en palabras de nuestro nuevo colaborador, “que va a tener poco reclamo, porque Osorio es un autor olvidado, que pasó por la historia de la literatura sin reconocimiento y por eso es uno de esos libros que quieres más que a los demás”.

    Guillermo Osorio (Cuenca, 1918-Madrid, 1982), escritor semisecreto, último de los verdaderos bohemios, borracho inveterado del vino de las tabernas y personaje angélico, las pocas y raras obras de este poeta y cuentista son casi desconocidas. Tampoco sabemos mucho de los primeros años de su vida. Tras estudiar en el instituto de su ciudad, se vio arrebatado por la guerra y adscrito a una unidad de tanques del ejército republicano, que lo marcó decisivamente. Tras el paso por los campos de prisioneros franceses, volvió a España, donde volvió a conocer la cárcel y el campo de concentración. Rechazado por su ciudad natal, en 1950 hubo de instalarse en Madrid y comenzó su vida peripatética y deambulante, de taberna en taberna, de tertulia en tertulia, al tiempo que escribía impresionantes sonetos y un puñado de cuentos que hasta 1960 no pudo recoger en libro, ‘El bazar de la niebla’. Su ángel guardián fue una estrambótica poetisa y periodista, Adelaida Las Santas, con la que casó en 1955, que le dio acogida y fue solucionando los problemas cotidianos, a pesar de que él siempre siguió viviendo de noche y jamás tuvo medios de subsistencia.

     Perteneciente a la olvidada generación etílica del café Varela, donde estuvieron sus mejores amigos (Manuel Alcántara, Eduardo Alonso, Manuel Martínez Remis, Alejando Carriedo…), que siempre lo recordaron como alguien entrañable, solo se daría a conocer en recitales conjuntos y revistas literarias de poca circulación. No obstante, tras la edición de su primer libro de cuentos, no volvió a publicar hasta que su mujer fundara en 1980 la colección Aguacantos, destinada a acoger la obra del poeta, que solo vería editados otros dos muy breves en vida, ‘Veinticinco sonetos’ y ‘El perro azul’. Los últimos, ‘Río de los peces’ y ‘Guillermo Osorio, 10 años después’, fueron publicados póstumamente.

     A finales de 1982, Guillermo Osorio moriría al caer sobre una estufa encendida, tras sufrir un paro cardiaco. Manuel Alcántara escribiría en su necrológica: “Pertenecía a otro lugar del que tenía permanente nostalgia. Por no sé qué azar afortunado, pasó su destierro entre nosotros. Es todo lo que sabemos de él. Eso y que ha muerto, después de haber consumido gloriosamente algunas cosechas de vino tinto y de haber escrito veintitantos sonetos prodigiosos”.

     Guillermo Osorio, en efecto, ha trascendido fundamentalmente por lo pintoresco de su alcohólica vida y como autor de extraoridnarios sonetos de corte casi quevedesco, que no vieron la luz en volumen hasta 1980, y de un puñado de cuentos oníricos, que se mueven en las fronteras del absurdo, el ‘delirium tremens’ y el humor. Sus ’25 sonetos’ ostentan una límpida perfección formal, lo que, unido a su equilibrio expresivo y sus hallazgos lingüísticos, que nunca retuercen el sentido o la sintaxis, nos proporciona la inflexión justa de la emoción con que están concebidos y transmiten de modo tan intenso. El destino, la muerte, la condena fatal de la tristeza dan paso a un escepticismo humanista que, si encuentra un atisbo de salvación, es en uno de los temas eternos de la poesía: la integración con la naturaleza. ‘Río de peces’ y ‘Guillermo Osorio, 10 años después’ recogen poemas diversos y desiguales, pero donde se puede encontrar la gracia alada y la profusa melancolía que caracterizan al poeta de Cuenca.

     Los cuentos de ‘El bazar de la niebla’ y ‘El perro azul’ parecen basarse en los agitados sueños que, probablemente, le deparara el alcohol. Una situación cotidiana en la que, de pronto e inesperadamente, aparece un elemento distorsionador de la realidad, que da lugar a visiones entrecortadas en las que se alternan lo macabro y lo ingenuo, lo horripilante y lo banal. Los símbolos de transformación junguianos y la llamada literatura del absurdo, casi contemporánea a la vida literaria de Guillermo, junto a algunas reminiscencias surrealistas, son los elementos que aparecen más cercanos a estos relatos en los que una serie de acontecimientos inquietantes y, a menudo, gratuitos, se suceden vertiginosamente como en los delirios febriles, y alternan espanto y humor.

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