Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (V)

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Por Dionisio Sánchez

   En la última entrevista que tuvimos con el director teatral Alfonso Azcona, nos recordaba en sus últimas líneas  a su adorada actriz Ángela Domingo  como la llama que ardía  luminosa en todas las obras donde la dirigió como la Ágata del “Delito en la isla de cabras”, la mozuela de Ligazón, la esplédida Lisena de “La noche toledana” y especialmente interpretando a   la Rosa la Galana  del “Embrujado” de Valle Inclán y donde en cada aparición que hacia  hipnotizaba al público, lograba llevarlo al ardor latente, lo transportaba al escenario   con su voz….    

    Nos ha costado bastante tiempo retomar estas conversaciones tan agradables por motivos ajenos a ambos pero una vez reanudado el contacto  vamos a rehilar las palabras en el tiempo donde las abandonamos…

-Azcona siente que con “El embrujado” ha cerrado un ciclo. Al menos en Zaragoza. Necesita poner tierra de por medio y buscar nuevos aires. Primero pone rumbo a  París y luego Londres…¿Que buscabas con estos viajes?….¿Es verdad que estuviste tentado por el cine?

    Me despedí del T.E.U. de Zaragoza con “El embrujado “ de Valle Inclán no, como han propalado muchos, por el acecho de acoso y derribo del que los elementos que pululaban como larvas entonces, empleaban contra mí y mi forma de hacer y desenvolverme- en el fondo me cansaban, los ignoraba- sino  porque hacía tiempo que estaba deseando respirar aires libres, tener nuevas experiencias, conocer el mundo; al principio, al menos, lo que pudiera de Europa.

    Así fueron , por ejemplo,  mi segunda estancia en Paris, el tiempo de Roma y Venecia, hasta instalarme en Londres, donde pase cinco largos años: los más interesantes de mi existencia en cuanto a una nueva manera de vivir y concebir el mundo desde una perspectiva afortunada, porque me tocaron los años en que Mary Quant ponía a las mujeres la minifalda,  los Beatles empezaban a escalar la fama, tomaba copas en le mismo pub codo con codo con el malogrado Joe Orton, que me regaló unas entradas para verle en su divertida obra “Entertaining Mr. Sloane”;  conocí a Francis Bacon , que tenía uno de sus estudios en la calle Roland Gardens, frente a la casa donde yo vivía: no fuimos amigos, pero de vernos pasar, comenzamos a saludarnos  cuando nos cruzábamos, y tomamos algunas pintas de blakcandtan, inigualables jarras en la que iban mezcladas dos clases de cerveza,  media de Guines y media de cerveza rubia.

    De teatro vi lo mejor de aquellos años, “La real caza del sol”, sobre Cortes y Moctezuma, “The servant”; en los carteles del Strand brillaban los nombres Harold  Pinter, Osborne, la generación de los jóvenes airados que tanto influyeron en la escena mundial. Conocí a James Fox, entonces joven, pero ya muy conocido que me presentó gente de teatro,  con la que me reunía en los pubs que frecuentaban. En ballet iban juntos en el Covent Garden  Margot Fonten de pareja con Rudolf Nureyev, un genio pero humano  y generoso con quién empatizaba: yo era muy joven y estuve entusiasmado cuando me invitó a un party  de los muchos que organizaba en su casa.

    Sé que estoy hablando como si te contara batallitas, pero es muy gratificante haber tratado a gente tan conocida entonces como los que me vienen en estos momentos que charlo contigo. Ah, otro personaje que trate fue al director de cine Peter Brook, en un party que celebro en su casa de Belgravia un amigo mío medico español de Jaén que pasaba grandes temporadas en Londres.

    En fin, no quiero ser prolijo porque tus lectores  van a aburrirse…Dejé la provincia del viento y el polvo, y mis viajes fueron importantísimos para mi formación profesional y, lo que más me importaba entonces, personal. Londres fue un excelente crisol para mi. ¡Ah!, y un excepcional recuerdo: los paseos de mediodía hasta las cinco de los jueves por Chelsea, que  habían puesto de moda los snobs ricos y pobres, todos guapos,  para lucir los mas extravagantes y gemosos trajes confeccionados por ellos, no todos de Carnaby St. Y en estos jueves de Chelsea quiero rendir homenaje a mi amiga María Luisa Casas que no pasaba inadvertida con su traje minifaldero amarillo y malva Mary Quant, su chal de lana calada negro, y la botella de vino bajo el brazo para refrescar a los amigos…llamando positiva y agradablemente la atención de los mismos nativos ingleses…¡Qué tiempos de vino y rosas entre las candilejas¡

– ¿Es verdad que estuviste tentado por el cine?

     Si, pero fue antes de cruzar la frontera. Estuve dos temporadas viviendo en Madrid intentando vender guiones, o meterme de ayudante de dirección, pero fue un rotundo fracaso  porque entonces no supe sacrificarme a pasar penurias y mendigar…y como tenía buenos amigos en Madrid, muy bien situados, acaparaban mi tiempo reclamándome para acompañarlos a fiestas, cenas y diversiones, sin preocuparse de presentarme a un director de teatro- eran gente snob de fiestas y saraos- ni de  que yo estaba allí para meterme en el cine. La culpa fue mía, por mi carácter abierto de bon vivant. Era muy joven e inexperto, y tenía a la gente a mi alrededor, – entonces mis mejores amigos eran La Chunga y su marido de Zaragoza, Gonzalvo – .  Debió ser que el destino decidía otros caminos para mí en aquellas estadías en Madrid, y  no coincidía con la gente que, aún siendo del teatro y del cine, no estaban por la labor de tener rivales… No eran las personas que podía introducirme en el cine. Llevaba  algunos guiones escritos y en aquél tiempo si los hubieran leído los descubretalentos, podría haber dado un giro mi vida artística profesional. Fueron dos temporadas las que pasé en Madrid que, en definitiva, fueron  frustrantes en mi intento profesional.

 – Después de tu larga hégira de años, porque vuelves a Zaragoza?

     Habían sido años muy intensos, de buscar trabajos distintos; tenía que comer, vestirme, hacer vida social, ya sabes que para eso se necesita dinero, y tenía que sacarlo porque mi familia, como no querían que estuviera fuera, no me dieron nunca nada para que siguiera eternamente fuera de ellos. Y añade, que necesitaba un descanso para solidificar ideas y experiencia adquiridas. Pero lo que más peso para que volviese  a Zaragoza fue la promesa que le hice a mi padre de terminar la carrera, en la que él tenía tanta ilusión, porque cuando me fui, dejé unas asignaturas pendientes y antes de morir mi padre, le prometí que me sacaría el título. Esa fue una razón de peso.

 – Y ahora vamos con tu entrada en el Colegio de Santo Tomás de Aquino… ¿A que se debió esa elección?

    Curiosa pregunta. Mientras preparaba las asignaturas, y para matricularme, no quería ser gravoso a mis padres, y necesitaba trabajar en alguna parte. La suerte vino a mi encuentro de mano de los Labordeta, propietarios del Colegio Santo Tomás y amigos íntimos. Les expliqué mi caso y al bueno de Manolo, que entonces era el director, sabiendo que estaba recién llegado de Londres, se le ocurrió abrir un curso de inglés y me ofreció el puesto de profesor. Acepté sin pensarlo. Siempre me ha gustado la docencia; ser profesor era un sueño de mi vida, otra forma de dirigir teatro, y se me dio muy bien, pues los pocos alumnos que se apuntaron llegaron a aprender aceptablemente los rudimentos de la lengua y llegaban a saber más inglés que yo…

– Y fiel a ti mismo, llegaste a montar dos obras de teatro con los alumnos del colegio…

      Así fue: el teatro y yo siempre vamos juntos, nos encontramos sin proponérmelo. Manolo Labordeta me sugirió que montara algo de teatro para las fiestas de Santo Tomás. Me ilusionó la idea de hacer teatro con jovencitos que oscilaban entre los diez y catorce años de edad. Después de tan larga ausencia de los escenarios estaba deseoso de hacer tener una experiencia, aunque fuera episódica y temporal.

     Conocía bien a Manolo y adiviné que con los tres hijos que tenía estaba loco por verlos actuar. Sobre todo presentí que quería lanzar al barón de la casa, Juan Manuel. Casualmente, en la última obra que dirijí en Zaragoza, “El embrujado”, hacia unos seis años, había echo el papel del “Zagalín” con mucha gracia y una voz cantarina que vocalizaba perfectamente y recordaba, que siendo tan pequeño, apuntaba maneras para la escena…Ahora era un mozalvete guapo, extrovertido, con una figura que podía dar muy bien en escena.

    Rápidamente me vino un título que iba a agradar y llenar espacios de ilusiones de muchas edades, una comedia de enredo de Agustín Moreto: “El lindo Don Diego”, el título se ajustaba a mis perspectivas, y la apariencia del chavalito guapo y juncal era la adecuada. Pero quise darle cierta alegría al montaje porque aún siendo la obra de enredo y alegre, los chavales necesitaban divertirse entusiasmándose con un montaje. Se me ocurrió montar la primera parte con los clásicos elementos de decorado y vestuario del Siglo, guardando para que cuando se levantase el telón de la segunda parte la sorpresa vistiendo a todos los personajes con trajes contemporáneos, pantalones de pata de elefante, minifaldas, que entonces se empezaban a llevar , e introduciendo música,  bailes de rock y actualidad en algunas escenas…

    El estreno fue un éxito y el ego de Don Manuel Labordeta quedo bien dorado, y mucho más el de su hijo Juan Manuel que a sus dieciséis años y con su altura sobresaliente de las de sus compañeros, hizo un Don Diego ideal:  gallardo, presuntuoso, de excelente vocalización y soltura de actor bregado en lides de actuación. Aunque con su belleza y altanera fanfarronería, su personaje se quedaba solo como una estatua, pero una bella estatua, en medio del escenario del teatro Principal, al caer el telón. Lo más importante: salieron vocaciones y afición al teatro a raíz de la obra y el publico compuesto por padres , familiares, pero sobre todo jóvenes y adolescentes quedo sumamente complacido y satisfecho. Y yo también.

– ¿Cómo y dónde se ensayaban las obras? ¿Los actores eran todos alumnos del colegio o era un elenco mixto?

   Ensayábamos en  el colegio, en los balbuceos de los ensayos o cuando pasábamos escenas de dos o cuatro personajes únicamente, pero la mayor parte de los ensayos los trabajábamos  en un pequeño y curioso local, que tenía una interesante historia. Al final  de la calle Almagro. Había sido, creo, una especie de estudio de radio sucursal de los estudios situados en Casablanca y fundados, entre otros por José Muro Sevilla,  Radio Zaragoza EAJ-101. En la postguerra uno de sus presentadores o colaborador de crónicas se hizo famoso en toda la ciudad como  Becquer; después el grupo de teatro “La cigarra”, con Emilio Alfaro al frente, Artero, Azpeitia y otras figuras zaragozanas, estrenaron obras propias y de autores como Stenberg, recuero a la actriz Beatriz Lahoz en “La más fuerte”; y fue al fin Cine Mundo , muy concurrido donde se reunían y despachaban a gusto en comentarios, opiniones y temas latentes que no se podían o debían ventilar mas que en lugares privados o tertulias típicas de cafés como Nike, a la vez que   disfrutaban de películas de arte y ensayo muy interesantes, imposibles de ver en otro lugar público de Zaragoza.

      Los Labordetas, como “ todos los hermanos eran valientes”, consiguieron el local para recitales de poemas de Miguel Labordeta primero. En lo concerniente a su emblemático Colegio de Santo Tomás de Aquino, ya en el Paseo de Ruiseñores, en el que dí dos cursos de inglés, consiguieron permiso para ensayar las obras de teatro en el referido local. Recordaba mis ensayos cuando era director del T.E.U. con añoranza, pero me sentía muy a gusto trabajando con los chavales de ingenio, gracia y  arte innato en el pequeño escenario de la calle de Almagro. Y en  las dos obras que dirigí me bastaba y valía perfectamente con el material de infantes del Colegio.

– 1969, es un año muy importante para mí –permítaseme esta digresión- porque, alumno que era de Santo Tomás, tuve la suerte de conocer a este extraodinario personaje y fraguar con él una gran amistad teñida de enorme admiración hacia su persona  que ha durado hasta nuestros días. Y este año, el director Azcona monta un texto “La cabeza del dragón” de Valle-Inclán que venía definido como una “farsa infantil” en dos actos y tres cuadros. ¿A que obedece esta elección?

 – Me conoces muy bien y sabes que unos de mis autores favoritos para montar en escena es Ramón María del Valle.Inclán, y al recordar que tenía un cuento para teatro dedicado a los niños, seguramente lo escribió para recreo de a sus nietos, o para los niños del mundo en general, porque el cuento tenía un argumento ingenioso y las palabras, como siempre en este escritor, estaban cuidadas como un bordado exquisito que llenaba sensitivamente los oídos; tenía acción, variedad de escenas en diferentes decorados, y los trajes,  como cuando dirigía el TEU, los confeccionó Pabla, la costurera que venía a casa para trabajar para mi madre, o sea primorosos.

   Guardo un buen recuerdo de los actores, y especialmente de Maria Rosa Labordeta, porque me hacía rabiar , no obedeciendo muchas veces las indicaciones que le hacía, o haciéndolo al revés, para al final sacar su personaje sobresalientemente. Una coincidencia: tanto “El embrujado” como “La cabeza del drgón”, se representaron en el teatro Argensola.

   Algo muy importante, fue el bautismo para el teatro, descubriendo a Dionisio Sánchez, alumno mío de inglés, que luego se entregó del todo al teatro, siguiendo, como todos sabéis, una trayectoria fuera de lo común, tanto para el montaje de obras , con su propia compañía “EL grifo”, derivando hasta el periodismo y siendo hoy un conocido personaje muy popular en la vida cultural zaragozana.

    Y continúa incansable, a pesar de tantas historias como ha tenido que enfrentar. Doblemente valioso pues, Valle-Inclan y su “Cabeza del dragón”, que además de un éxito para los alumnos, fue el manantial del que brotó un insigne brillante hombre de acción, muy útil para mover la provincianidad de nuestra ciudad y hacerla despertarse a la cultura en  el término mas amplio.

– Muchas gracias por estos inmerecidos  elogios, amigo mío…..¿Cómo puedes definir tu paso por el colegio y que te aportó la experiencia teatral desarrollada en él.?

    Excelente. El ambiente del colegio con el sello indeleble y laudatorio de la familia Labordeta me llevó a comprender que existían pocos colegios privados que reunieran los elementos precisos para dar una educación libre y valiosa a los infantes que empezaban en la vida, en un ambiente donde no se respiraba  represión, ni miedo, sino un afán por luchar en la vida a la que se iban e enfrentar al salir de él. Personalmente, solo daba tres días de clase, de una hora, pero era gratificado porque me dieron satisfacción los alumnos que tenía, además la disciplina de la docencia la practicaba al fin, aún cuando duró poco tiempo, y con éxito en los alumnos de mis enseñanzas relajadas y positivas.

– ¿Te acuerdas de cómo era el ambiente teatral en la Zaragoza de entonces?

    Recuerda que había estado fuera mucho tiempo, y al volver me encontré en que no era tan yermo el ambiente teatral como cuando dejé la ciudad. El tiempo que pasé a mi vuelta  en Zaragoza no fue muy largo y me di cuenta de que emergían diferentes grupos, que luego he oído nombrar mucho de algunos, pero precisamente cuando volvía a dejar Zaragoza de nuevo para muchos años…

   No se acaban aquí los recuerdos de este hombre, fundamental para conocer la historia reciente del teatro aragonés. Han de venir tiempos de nuevos estrenos aunque esta vez Azcona zarpa hacia el levante español. Y desde allí nos seguirá contando su interesantísima travesía teatral…

-Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (IV)
-Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (III)
-Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (II)
-Dionisio Sánchez entrevista a Alfonso Azcona (I)