El gran sodomizador

 

    Cada día que pasa los efectos de la “crisis” que nos han impuesto  los verdaderos dueños de nuestras vidas y sus felices delegados de la clase política van socavando nuestra convivencia pretendiendo convertirnos en zombis con aspecto humano. Hace meses  que ya muchos han dicho ¡adiós! al vermú tradicional, se han despedido las cuadrillas de la cervecita diaria, los bares, antaño ágoras de palabra y opinión van cerrando uno tras otro  y nos van mutando  en una falsa fotocopia de su modelo “europeo”: para los jóvenes ocio solo viernes noche y a lo mucho, un poquito  de sábado rebelde. Holganza  comprimida y a toda prisa: drogas y alcohol con embudo ya que el domingo es necesario limpiar para que el lunes los ojos del Gran Hermano vean todo reluciente y disfruten vigilando a  la  masa laboral –cada día más escueta- deambulando acojonada y en orden a sus trabajos cada día más miserables e inciertos. El magma de desocupados, al paseo, a buscar la nada, con las manos en los bolsillos y acariciando la ayuda al desempleo que se le escurre entre los dedos sin perspectivas de renovación….. ¿Hacia dónde caminamos?

 

   Y en medio de esta tristeza ciudadana , la clase política lejos de predicar con el ejemplo y hacerse un harakiri ejemplarizante de un 20%, por ejemplo,  de sus gloriosos sueldos multiplica sus privilegios y sigue cobrando por asistir a consejos y consejillos que, naturalmente, no van incluidos en la nómina. Y eso, es un agravio comparativo que más pronto o más tarde se cobrará sus víctimas. Ya no vale votar a unos u otros porque, finalmente, nos hemos  dado cuenta de que la clase política (de derechas a izquierdas) es eso, una “clase”.

   Y en este sentido, hasta esta última crisis, teníamos una reflexión esclarecedora en Gaetano Mosca cuando afirmaba que: “…. en todas las sociedades, comenzando por aquellas más mediocremente desarrolladas y que han llegado apenas a los principios de la civilización, hasta las más cultas y las más fuertes, existen dos clases de personas: los gobernantes y los gobernados. La primera, que es siempre la menos numerosa, lleva a cabo todas las funciones políticas, monopoliza el poder y goza de las ventajas que a él están unidas; mientras la segunda, más numerosa, está dirigida y regulada por la primera en modo más o menos legal, o más o menos arbitrario y violento, y a ella provee, por lo menos aparentemente, los medios materiales de subsistencia y aquellos que a la vitalidad del organismo político son necesarios».

    Y decimos hasta  la última crisis porque con su advenimiento y los efectos que estamos sufriendo debemos añadir un nuevo escalón en la organización social  y en orden superior que sodomiza a la tradicional “clase política” y por supuesto a los “gobernados”: la pasta. La pasta que adopta diferentes disfraces: unas veces se hizo llamar multinacional, otras “mercados” y otras “inversores”  pero siempre por encima de los estamentos que son  el reflejo de la voluntad electoral de los gobernados. Así pues, hemos descubierto, sin querer, el engaño.

   Conocido el embuste milenario, si queremos salir de la miasma, solo nos queda la acción. Simplemente.