Italia: Mamma mia!


Por José Joaquín Beeme

        Es un caso único en Europa. El hospital siquiátrico judicial de Castiglione delle Stiviere, a orillas del lago de Garda, no es un manicomio criminal al viejo estilo.

Por Jose Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

    Médicos y enfermeras sustituyen a la tópica guardia de prisiones, las celdas se nombran con flores, piscina y libre acceso a la televisión alternan con talleres de pintura y lectura en la biblioteca, se organizan excursiones al bosque y compras colectivas, predominan las sesiones de psicoterapia y los fármacos se reservan para los casos más graves. Alberga a 150 internos, un tercio mujeres, de las cuales, y aquí está la rareza, una docena de madres que han asesinado a sus propios hijos. Adriana Pannitteri, periodista de la RAI, se ha zambullido (Madri assassine) en ese universo desgarrado para entrevistar a mujeres que decían sentirse felices con la maternidad pero que, tras el parto, aparecen profundamente deprimidas y lanzan señales de alarma sin que su entorno se aperciba, el desajuste mental (que tantas veces nace de la «normalidad») incubándose lentamente, desde leves alteraciones del pensamiento hasta delirios abiertamente declarados. En las historias clínicas se habla de raptus para explicar lo inexplicable: neonatos introducidos en la lavadora, niños ahogados en la bañera, encerrados en una mochila y sus labios cosidos con grapas, niñas asfixiadas para protegerlas de una fantasmática violación… Pero el comodín del raptus, que Dario Fo ridiculizó en su sátira contra el asesinato (accidental) del anarquista Pinelli, no da cuenta de un drama que tiene por protagonistas a mujeres aparentemente sanas y que, lejos de los estereotipos lombrosianos, podrían ser las nuestras. Dependiendo del examen de los peritos, los jueces envían a estas desdichadas a Castiglione o, más frecuentemente, las encarcelan como vulgares parricidas. Filicidas, habría que decir, pero es tanta la abominación que el lenguaje no ha creado la palabra. Estadísticamente, Italia registra cada año en torno a 20 niños muertos a manos de sus padres. Cuando el caso salta a los noticiarios, y aunque no ignoren la ambigüedad de la naturaleza humana, los italianos niegan tozudamente con la cabeza porque no pueden, no quieren admitir que el Monstruo y la Mamma sean una y la misma persona

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