Por Agustín Gavín
Huda es una viuda de treinta años que huyó de Damasco después de que mataran a su marido, embarazada de seis meses, con tres hijos el mayor de doce años, un hermano de diecinueve y su madre de cincuenta. Son unos privilegiados. Gracias a una enfermedad ya superada de Huda, una organización caritativa islamista les llevó a un piso…
Agustín Gavin
Corresponsal Internacional del Pollo Urbano
www.arapaz.org
…más o menos digno y pudieron abandonar el campamento después de tres años. No es esa la situación de un millón de personas que sobreviven en algo parecido a tiendas de campaña en el valle de la Beqaa.
El próximo mes de marzo la guerra de Siria cumplirá siete años, y, a pesar de los rumores de paz, apenas regresan refugiados. Una guerra alargada por los intereses geopolíticos de las grandes potencias y sus sucursales en la zona, Arabia Saudí, Irán e Israel fundamentalmente. Todo empezó por unas manifestaciones en contra del presidente y un sector del ejército que se rebeló. Así hasta ahora, medio millón de muertos y cinco millones de desplazados.
Del reparto de ayuda humanitaria (comida, material higiénico y gasoil para calefacción) que la ONG Aragonesa Arapaz, con financiación de diferentes instituciones aragonesas, ha repartido esta primera semana de diciembre, el gasoil ha sido el producto más celebrado.
Y es que en esa zona, de una altitud similar a la de Jaca, se teme el invierno. Filas y filas de plásticos y arpilleras coronados con depósitos de agua conforman auténticas aldeas donde mujeres, niños y ancianos, ya que apenas hay hombres jóvenes, carecen de futuro inmediato. Se trata de sobrevivir cada día y el invierno es una prueba de supervivencia. La nieve derretida, el barro, la basura sin recoger, emponzoñarán aún más las estrechas calles de los poblados, como pasó el año pasado.
Las botellas de gasoil de 10 litros dan para poco, el calor se esfuma rápidamente de los pseudohogares, las paredes no retienen el calor de las estufas, se repartieron cuarenta litros por familia. Sorprendió la rapidez y el orden en que se hizo la distribución, consecuencia de la urgencia y de los propios nervios de los refugiados.
El gobierno libanés no puede atender la situación, también ellos tienen sus propias necesidades y la inestabilidad política no acaba de dejar funcionar en condiciones al Estado, de hecho están sin gobierno desde hace seis meses, ya que no se ponen de acuerdo maronitas, suníes y chiíes. La comunidad internacional y las grandes organizaciones humanitarias han reducido los recursos. Se están dando casos de xenofobia, los refugiados, sobre todo los más jóvenes, se ven obligados a trabajar en el campo, la agricultura es la segunda fuente de ingresos del país, la primera es el dinero que manda la diáspora repartida por todo el mundo. El mercado laboral está roto todos tienen que trabajar.
Los propietarios de los campos donde están los refugiados han empezado a cobrar alquiler y los ayuntamientos donde están establecidos ponen precio al agua y la luz. Son doscientos dólares fijos al mes y luego está la comida, el gasoil etc. La asistencia sanitaria prácticamente se limita a las organizaciones no gubernamentales especializadas, la sanidad gubernamental está desbordada.
Huda ha encontrado trabajo en un restaurante de carretera, se lleva las sobras para su familia, es casi con lo que le pagan. Alguna vez la han insultado otras refugiadas como consecuencia de la desesperación y de la envidia. Nos cuenta, después de retirarnos el plato prácticamente intacto, que su marido era un rico comerciante al que también mató la envidia. Cosas de las guerras.