Israel: La crónica Cangrejo (III)


Por David Wapner

   Nuestro coresponsal en Israel, el artista de la voz y la palabra David Wapner, continua  su serie de poemas «La crónica cangrejo» donde relata de atrás hacia adelante, una semana que pasó recientemente en España ¡Que los disfrutéis!


David Wapner
Corresponsal del Pollo Urbano en Israel
davidwapner.blogspot.com

 La crónica cangrejo (III)

(Viaje Huesca-Madrid)

 

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Me agarro de la silla de ruedas

y entro medio a pie,

medio rodando,

al baño del museo.

entro al Aseo del Prado,

en donde se mea bien,

medido, sin lujo extremo,

normal, no obra de arte,

de modo que salí como entré

y ya estábamos los dos

viendo chucherías de recuerdo

que no podíamos comprar,

nos habíamos quedado secos,

de modo que Ana volvió a calzarme

los pies que estaban heridos

por culpa de esos zapatos,

sobre ellos de nuevo sufría,

pero muy feliz por sufrir,

tan buen día lisiado en el Prado

 

 

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La Musa Urania.Copia romana, anónimo ático del siglo II. Foto Museo del Prado.

Cerca de la salida

estamos en la entrada

aquella de las musas

con las cabezas cambiadas

igual que mis pies

tras la restauración fallida

no me refiero al restorán

y a sus tortillas de papa

sino a mis tarsos y tendones

y a la cara de Cristina de Suecia

que me quita mis zapatos

y me obliga a calzar los suyos

seis números más pequeños:

para que sufra en pies propios

el dolor de fractura de sus musas:

estás loca,

Cristina de Suecia.

 

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«El lavatorio» de Tintoretto. Museo del Prado

Jesús,

mis piés están cansados,

sufren la mano dura del cuero

el calzado se ensaña,

me obligó a caminar en ruedas,

hazme espacio en tu sobremesa

lávame como a los otros judíos,

yo soy uno de ellos también,

proyectado como bala a otro tiempo,

y pido perdón

si arruiné la geometría,

pero yo me descalzo,

frente a la tela,

delante de todos,

y me zambullo en la escena

cualquier cosa con tal de encontrar alivio

quién lo diría,

estaba por irme,

y vi el cuadro

que me era familiar,

pero nunca había pensado en serio en él

no había considerado que un día yo

llegaría de este modo a ti,

no para conversión,

no para arrepentirme,

no me malinterpretes

sino que mis pies,

se quieren fugar

no reconocen suela,

o les vendieron nuevas falsas

u olvidaron la lengua

en la que les hablaba el profeta

Lávame a mí también los pies,

Jesús

amásalos,

pásales ungüento,

y moldea,

¿por qué no?,

mis zapatos que me dañan:

haz compatibles,

planta y plantilla,

cuero y empeine,

talón y contrafuerte,

tarsos y suela,

a la vista de aquellos

que visitan el museo,

frente a tus apóstoles

que acaban de cenar con vos

y repiten esa cena,

allá atrás, al fondo, a la derecha,

con sus mismos ingredientes,

el mismo drama sin remedio:

con permiso del perro

que descansa detrás tuyo y te mira,

me pondré en patas

que no lavo desde ayer,

espero a que llegue mi turno

de ser necesario,

desviaré el punto de fuga,

para que me admitas

en tu artificio

 

14


«Los sentidos» de Jan Brueghel. Fotos Museo del Prado

Damos la espalda a Rembrandt

y a su novia embarazada,

en un giro de ruedas

que ponen la silla de cara

a una exposición de tabletas

dispositivos flamencos

que ya incluyen

en el siglo XVI

pantalla táctil

sonido espacial

alta definición de la imagen

y sensores avanzados

para el olfato y el gusto:

estamos frente a BR

o RB (Belguian Resources

o Recursos Belgas)

un proyecto precursor

(Peter Brueghel diseñó los circuitos

Rubens soldó los chips)

cuyos aparatos

que aún funcionan

nadie utilizó en su época:

los trataron como cuadros

y colgaron como adorno

hasta que hoy nos damos cuenta:

se hablan se escuchan

se transmiten en colores

se miran se hacen chat

¿A quién le avisamos?

¿A los curadores de la sala?

¿Al director del museo?

No podemos correr,

yo sin zapatos,

en silla de ruedas,

tiempo y espacio se hacen un nudo

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