Italia: «Lucio y el lobo»


Por: José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
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     «Lo peor que puede hacer un hombre es dejarse morir…» Así replicaba Sancho a su señor, cuerdiloco o ya aplastado por el principio de realidad. Palabras de molde, sólo que esta vez pronunciadas en italiano (en traducción libre del poeta Sanguinetti) y en un film, mezcla de teatro del arte y animación, del pintor Mimmo Paladino: Peppe Servillo, el caballero; su escudero, Lucio el bueno.

 

    Se apaga el circo Dalla, regido por el más histrión de los cantautores italianos, y Bolonia, incrédulo silencio, está ahora más sola. Yo le recuerdo en sus fellinianos conciertos, la mirada alucinada, el rostro barbone coronado por un coqueto rubiastro bajo sombrero de ala ancha, los ropones de elegante golfemia, el bastón chapliniano, pero sobre todo la invención, el poder imaginativo de su música, esas letras que ensayaban todos los géneros literarios (desde el epistolar hasta el fabuloso, pasando por diálogos y entrevistas), aquella voz entre nana, trova y delirio. Con De Gregori, su compadre, se marcaba un solo de clarinete surgido de la nada (y era que empuñaba sus raíces jazzísticas), sufría silbidos y tomates los días en que se exhibía descalzo en Turín, topaba con la censura de Sanremo (Gesù bambino) y bailaba o interpretaba sus videoclips como un coreógrafo adolescente y juguetón. Sus claves eran el mar (plantó estudio en una isla adriática), la luna (testigo de sus historias de amor), Nápoles (se habría inyectado en vena la lengua, la genialidad de Totò), los ascensores (llegó a dormir en uno), los tebeos (Paff… bum!), y en los últimos tiempos estallaba en un imparable torbellino: escenógrafo, viticultor, director creativo de una tele on line, hasta profesor universitario. Era un fino poeta de aspecto garrulo, este ‘Domenico Sputo’ [Domingo Escupitajo] al que, en medio de tanto derroche, se le perdonan estupideces menores como ser hincha del Bolonia o citar al cura Escrivá entre sus inspiradores. Escucharle, sentir con sus canciones, es la mejor manera de ahuyentar a la fiera ominosa que nos cerca: «Amor mío, no debes estar en pena: esta vida es una cadena, a veces hace un poco de daño, [pero] mira qué tranquila estoy, aun cuando atravieso el bosque con ayuda del buen dios, atenta siempre al lobo…» (Cuidado con el lobo)

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