El patrullero de la filmo: Miñarro o el cine de autor

156MiñarroP
Por Don Quiterio 

    En ‘Familystrip’, documental realizado en 2002 pero montado siete años después, Luis Miñarro convierte la filmación de sus padres en un perfecto mirador desde el que contemplar la sociedad española de todo el siglo veinte.

   El documento es un dibujo de una familia de clase media catalana que propone al espectador un acercamiento de amor a los personajes retratados. Su película es una reflexión del paso del tiempo o, más concretamente, sobre el tiempo vivido. La cámara del cineasta explora, entre cuatro paredes, los recodos de la convivencia de una familia de talante liberal y juega con sus disertaciones para desvelar sus cariñosas relaciones. La propuesta es, al mismo tiempo, una indagación sobre el propio cine, el arte y su capacidad para representar la vida. No hay más justificación de cada uno de nuestros actos que la propia existencia. Una historia, pues, de comunicación, amor e identidad.

    ¿Somos los que creemos ser o lo que los demás creen que somos? ¿Somos algo más que la máscara que construimos de nosotros? ¿Qué sentido tiene nada sin la certeza del reconocimiento en otro? Del siempre inagotable proceso creativo (el nacimiento de un cuadro, una muñeca, unos aviones de juguete, las salamandras abiertas en canal y luego cosidas, la filmación dentro de la propia filmación), el cineasta aprovecha la excusa del pintor que retrata a sus padres para abordar la inevitabilidad de la vida, acaso porque la búsqueda del amor absoluto solo es posible mediante el acto simple de morir. Todos los hombres entran en agonía en el momento en el que llegan al mundo. Principio y fin. O fin y principio.

    La filmoteca de Zaragoza inicia con ‘Familystrip’ un ciclo dedicado a la trayectoria de Luis Miñarro, que asistió para presentar este su debut en la realización, con un jugoso coloquio posterior en el que descifró las claves de su relato, siempre en alianza con el azar. En muchas de sus películas hay una parte de control y otra de azar. El pulso entre el azar y el cálculo está en la naturaleza más íntima del cine, por eso sabe escuchar la naturaleza de su propio material, es fiel a lo que dice y lo sigue a ver dónde le conduce. Esa es la emoción del cine entendido como una revelación.

    Al mismo tiempo, Luis Miñarro aprovechó su presencia para mantener un encuentro informal con los integrantes de la tertulia Ramón Perdiguer y los miembros del comité gestor del festival de cine de Zaragoza, organización que reconocerá en su próximo certamen su apuesta personal en la producción de películas independientes. El cine de autor, sin embargo, parece encontrarse en un callejón sin salida. Su propia productora ha sufrido los vaivenes de la industria. Acaso el cine de autor está cada vez más reducido, es un nicho, y las grandes maquinarias lo está ocupando todo.

    Director también del documental ‘Blow Horn’ (2009), los cortometrajes ‘101, a propos de Manoel de Oliveira’ (2012) y ‘Meat Stew’ (2015),  y del largometraje de ficción ‘Stella Cadente’ (2014), versión libérrima sobre el breve reinado de Amadeo de Saboya, Miñarro consigue la palma de oro en el festival de Cannes por ‘Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas’ (2010), del tailandés e impronunciable Apichapong Weerasethakul, filme inclasificable, fascinante y multitentacular, que mezcla realismo y fantasía con cristalina pureza expositiva.

    Programador de cineclubes, crítico, jurado de diversos festivales, productor y finalmente director, Miñarro (Barcelona, 1949) es un comprometido con el cine más innovador, y es aficionado a pequeños temas y grandes homenajes: a sus amigos, a sus padres o a Manoel de Oliveira, su maestro, el filmador de los impulsos y las fuerzas oscuras que dominan y manipulan los actos de los hombres libres. Del portugués es productor en dos ocasiones, ‘Singularidades de una chica rubia’ (2009) y ‘El extraño caso de Angélica’ (2010), filmes caracterizados por la austera puesta en escena, los diálogos literarios y el gusto por los personajes desamparados. Este es el personal estilo de Manoel de Oliveira, tan irónico como el calandino Luis Buñuel, otro creyente descreído. Un cine vital y moderno, de mirada curiosa y juguetona, humanista y de inspiración cristiana, concebido como arte y postura ética, donde la persona es lo que importa y el azar es la máscara del destino.

    Miñarro inicia su carrera en el sector de la publicidad, aunque pronto se convierte en uno de los más representativos productores europeos de cine independiente. A través de su compañía Eddie Saeta ha participado en más de treinta largometrajes que se han exhibido en los principales festivales internacionales, con los que ha conseguido casi un centenar de galardones. La filmoteca de Zaragoza también programa buena parte de otros filmes producidos por él: ‘Las manos vacías’ (Marc Recha, 2003), ‘Ar meno un quejio’ (Fernando de France, 2005), ‘Finisterrae’ (Sergio Caballero, 2010), ‘Aita’ (José María de Orbe, 2009), ‘En la ciudad de Sylvia’ (José Luis Guerín, 2007), ‘Honor de Cavalleria’ (Albert Serra, 2006), ‘Fuente Álamo, la caricia del tiempo’ (Pablo García, 2001), ‘La silla’ (Julio Wallovits, 2006), ‘Girimunho’ (Helvecio Marins y Clarissa Campolina, 2011), ‘La lapidación de Saint Etienne’ (Pere Vilà i Barceló, 2012) o ‘La jungla interior’ (Juan Barrero, 2013). Nunca antes se había programado tantas producciones de Luis Miñarro, que el cineasta agradeció a Leandro Martínez, director de la filmoteca zaragozana, y a su fiel escudera, Toña Estévez.

    Al fin y al cabo, un puñado de filmes en principio inhóspitos y finalmente cálidos, con una alternancia de contenidos airados y tiernos, una tempestad de emociones en su abrazo a la vida. Cada uno de los directores acaricia a sus personajes, los miman, crean unos desenlaces sinceros, emotivos, líricos. Son relatos minimalistas, casi bressonianos, de muchos silencios y afiladas dotes para la observación, sin concesiones al sentimentalismo y con ciertas querencias por la espiritualidad, en una suerte de juego con los márgenes de la imagen y del sentimiento. Unos ejemplos de cine arriesgado, experimental. Una invitación a la reflexión. Un desafío al espectador estoico.

    Un ciclo verdaderamente revelador que nos hace reflexionar sobre el futuro del cine de autor. Un cine hecho con las entrañas desde postulados independientes que muchas veces, maldita sea, no encuentra la respuesta de las distribuidoras porque el público, ay, no acude a verlo. Y no es una pose intelectual, porque eso no quita para reconocer el cine de género o cualquier otro que guste al público. No todo en este mundo, claro, tiene que ser necesariamente cine da autor. Pero es verdad que el arrinconamiento que sufre de un tiempo a esta parte es un hecho palpable.

    Se mire como se mire, el cine de autor, el que hurga en las emociones y chapotea en la condición humana, está en peligro de extinción –como el tigre de Bengala-, amenazado por las grandes maquinarias cinematográficas que, encima, andan moldeando los gustos de la audiencia. Acérquense a la filmoteca y admiren las películas del ciclo dedicado a Luis Miñarro. Se toparán con un cine que merece la pena y sintonizarán con esa voluntad de cartografiar los sentimientos, cuestiones más bien complejas como la culpa, el perdón y la redención.

  La redención, esto es, solo puede darse a través de seres humanos y mediante un acto de perdón o de amor. A veces, lo más difícil es perdonarse a sí mismo.

Artículos relacionados :