Cada minuto cuenta


Por Don Quiterio

Hay que reconocer que el tratamiento que le dan algunos críticos a los cortometrajes es imperdonable, pues rara vez, salvo honrosas excepciones dentro de la profesión, les conceden el espacio y la atención que toda obra cinematográfica, dure lo que dure, merece.

Para llenar el vacío a tanta pieza breve –que no menor- ignorada, desde estas páginas de “El pollo urbano” venimos dedicando, de un tiempo a esta parte, comentarios más o menos extensos a estas creaciones realizadas por animosos realizadores aragoneses. También es cierto que, si muchos de ellos se quejan del poco o nulo eco recibido por parte de la crítica, son numerosos los cortometrajistas, ay, que se sienten ofendidos cuando, desde aquí, les damos caña. Todo lo contrario a cuando las reseñas son positivas, que entonces, ufanos, comentan en los corrillos: “¡Pues me han puesto bien en “El pollo urbano!”…

Sea como fuere, aquí tratamos a todos por igual, se llamen como se llamen los interesados y realicen obras de ficción o documentales, de animación o artísticas. Lo que nos parece atractivo lo decimos y lo que nos parece inocuo también. Sólo faltaba. Esto es, sin medias tintas, porque para nosotros, así somos, cada minuto cuenta, aunque cuente poco. Aprovechamos la ocasión, pues, para hacer un repaso a unos cuantos cortos, mediometrajes o documentales de realizadores aragoneses, o afincados en la comunidad, producidos en 2011 o 2012, que todavía no han sido reseñados en esta publicación. Allá vamos.

“¡Al quinto!” (Ignacio Estaregui), a la manera de los seriales de situación, es una irregular comedia dedicada a todas las abuelas del mundo que se apoya en una protagonista (Amelia Ríus) secuestrada, unos bomberos rescatadores y unos búlgaros negros, y cuenta con una atractiva fotografía de Beltrán García, quien parece someter su paleta al estallido de colores y los impregna de unos deliciosos pasteles cromáticos a lo Vincent Minnelli o Stanley Donen. El director, que nos ha salido cinéfilo, maneja los personajes en una clave que está entre la parodia y el grotesco, y se deja llevar tanto por el histrionismo positivo como del propio texto y su trama, pero sin acotarlo, sin situarlo en un parámetro de coherencia estética que lo ennoblezca, menos suelto, más complejo y artístico. Y lo cierto es que, en algunas escenas, se apunta esa posibilidad, que se rompe al instante, quizá siguiendo un mismo impulso, lo más inmediato.

“Ahora, no” es un corto de buen acabado técnico realizado al alimón por la zaragozana Elia Ballesteros y la londinense Kate Campbell que narra la desaparición dela hija de una presa política en la antigua prisión de Torrero y está interpretado por Gloria Muñoz, Ana Gete, Jorge Doménech, María José Moreno y la pequeña Paula Gavilán.

“Acostúmbrate” (Martín García) es una mediocrísima historia en torno a una profesora de ciencias químicas que se derrumba cuando le dicen que su marido sale con otra. El corto no será bueno, pero al menos los actores –atención al chiste- tienen química.

“Érase una vez el amor” (Enrique León) es un relato, a la manera de los de Armando Serrano, en torno a un escritor cincuentón (Pablo Viña) que siempre, desde la infancia, ha estado enamorado de la misma mujer (la aragonesa Nuria Herreros), y escribe un último libro donde revela todo aquello que nunca se atrevió a contar en persona. Un libro, naturalmente, que ella lee, y le conmueve, y le ofrece al autor veinticuatro horas para estar juntos, aunque esté casada y eso. Todo con mucha moralina. O sea, que diría Francisco Umbral.

“Con un sí natural” (Lorenzo Montull) es un metafórico videoclip sobre un tema musical de Carlos Izaga, rodado en el bosque de Castanesa tras ser arrasado por el fuego. Montull, que ya nos sorprendió con el maravilloso corto “Castillos en el aire”, juega ahora con la doble lectura del paisaje quemado y el mensaje de la canción sobre la recuperación tras una relación rota. Montull, decididamente, se erige en uno de los mejores cineastas del actual panorama audiovisual aragonés.

“El llanto” (Saúl Gállego) es un clásico relato de suspense y terror, con todos los lugares comunes propios del género, inspirado en la célebre serie televisiva de Chicho Ibáñez Serrador “Historias para no dormir”, sobre un atormentado individuo que vive solo en un hotel de su propiedad donde desapareció su familia tiempo atrás. Un trabajo realizado con empeño, pero el empeño no es siempre logro.

“Los colonos del secano” (Eugenio Monesma) es un homenaje a unas gentes que en la década de 1950 afrontan con ilusión y trabajo el sueño de iniciar un nueva vida en un pueblo de colonización. De los casi trescientos pueblos de este tipo que se construyen en España en esa época, una treintena se sitúan en Aragón y el primero de todos se localiza en Ontinar de Salz. En estos nuevos poblados se ofrecen diez hectáreas, una casa y una vaca para iniciarse en el mundo de la agricultura, y la actuación se organiza en función de los regadíos. Típico producto etnográfico del veterano cineasta aragonés, con sus pros y sus contras.

“El miedo” (Ignacio Gil Hoyas) es un extraordinario corto de un zaragozano afincado en Salamanca, interpretado por un inmenso Francisco Gómez Linares que nos dice que hay que olvidarlo todo, hasta que nada ni nadie nos alarme, hasta que ningún recuerdo duela, hasta que no haya memoria que pueda cuestionar la propia indiferencia. Y se vuelve loco, mudo, ciego, disimula lo que fue y será, no se atreve a preguntar quién está al lado, no quiere averiguar quién queda al frente y quién en la nostalgia, porque solo el silencio garantiza la vida y únicamente el miedo nos hace libres. Pero puede entenderlo porque cualquiera tiene miedo, cualquiera pasa por el lado sin girar la cabeza, sin querer salpicarse de atropello, no vaya a ser que aprenda nuestro nombre, no vaya a ser que llame a nuestra puerta, no vaya a ser que vuelva y nos encare. El protagonista puede entender el miedo, esa enorme losa de silencios que todos sostenemos desde nuestra prudente connivencia, para que no se sepa quién, para que no se sepa cómo, para que no se sepa. Lo que no puede entender es que, además de callarse, el miedo le convenza, porque entonces no es el miedo. El espectador es quien tiene que poner el nombre. Una obra fundamental, seca y contundente, trascendente e hipnótica.

“Corazón helado” (Jorge Aparicio y Ferrán Queralt), o revolcón de muerte, cuenta la historia de un médico forense, reservado y metódico, que descubre el amor en el cuerpo de una muerta. Original propuesta sobre el poder sin límites del verdadero amor, de la no existencia del amor imposible, a la manera del Berlanga de “Tamaño natural”, interpretada por Javier Aranda, Encarni Corrales, Paco Formento, Cristina Olivares, Aitor Fernández o Mercedes García, acompañada de una dramática banda sonora de Jesús Aparicio. Yo creo que el protagonista no ha leído un estudio de la universidad de Groningen que dice que es más difícil que una pareja alcance el orgasmo si tiene los pies fríos. La pulsión sexual es devoradora.

“Karim, no stop” (Jesús Bosque y José Ramón Día) es una especie de mediometraje documental de montaña, ambientado en Pakistán y con una expedición femenina, al modo de una tragicomedia con una renovada manera de contar la historia, los personajes y el desarrollo del tiempo. Discutible.

“Detrás del tiempo” (Jesús Zatón) es un mediometraje de este escritor, pintor, dibujante y, ahora, realizador de cine, basado en su propia novela corta, sobre tres mujeres cuyas vidas se han visto entrelazadas con las de un profesor, escritor frustrado. Habría que decirle a este autor que el lenguaje cinematográfico nada tiene que ver con el lenguaje literario. Una misma idea, una misma historia,  buena o mala, trascendente o no, tiene distintos códigos narrativos según el lenguaje empleado. Otra vez será, compañero.

“Ninguana” (Eduardo Giménez y Alejandro Coradeghini) es un meritorio mediometraje documental grabado en el foro social internacional celebrado en Dakar, cuyo argumento reflexiona sobre el sistema actual de fronteras entre países, y cómo este modelo relativamente temprano está configurando la situación política.

“Vamos, bonita” (Lorena Hernández) es una poética y sutil historia de una mujer que vive en un pequeño pueblo, atrapada en un micromundo que la asfixia, interpretada con soltura por Alicia Rubio en un personaje que apenas tiene diálogo y lo cuenta todo con miradas y gestos. Esta realizadora ha trabajado como auxiliar de dirección en “Ojos que no ven”, de Natalia Mateo, en “Baztan”, de Iñaki Elizalde, y en “Urteberrion amona”, de Telmo Esnal.

“Diario de una persona” (Jesús Salvo) es un homenaje a los enfermos de alzhéimer y narra los últimos días de una afectada por esta patología, que permanece en coma mientras las discusiones de sus hijos son cada vez mayores.

“Las vidas de uno” (David Nuño) es una historia interpretada por Fernando Barcos y Víctor Nuño, con una excelente fotografía de Alexandro Varela, en torno a existencias anteriores, de un pasado al que se busca respuestas, rodada en los Monegros. El director es autor, también, de “¿Qué me pongo hoy?”, “Tentación esférica” o “Un plan infalible”.

“Mi papá es director de cine” (Germán Roda) es un entrañable homenaje de este director hacia su pequeña hija. O al revés. Ser padre de una hija es un destino. Algo que nos interpela y nos obliga muy por encima de la vida corriente y de la gran rutina. No bastan los fines de semana ni los restaurantes, o ver cada año la misma película por navidad. Un padre tiene que ser una metáfora, un símbolo para su hija. Mortal, pero indestructible. Al director, que acaba de terminar el largometraje “El encamado” y lo presenta en el festival de cine de Zaragoza, nada le hace más feliz que ser padre, ni nada le da más fuerza que continuar peleando por aquello en lo que cree.

“Cosetas d’adentro” es el debut como realizadora de María Dolores Gracia Sendra sobre un cuento propio premiado en 2009 en el concurso de relatos y poemas de Graus. Escrito y hablado en ribagorzano, este corto subraya la marginación secular del mundo rural. “La película”, afirma nuestro colega Agustín Sánchez Vidal, “dista de ser algo meramente localista. La vida de esas aldeas ribagorzanas en los años cincuenta podría valer para todo un universo cultural ya sentenciado. La fascinación que despierta se debe a la autenticidad con que su autora ha sabido plasmar unas vivencias tan personales. Deriva de la triste consciencia de ser los últimos capaces de rendir testimonio de ese mundo, apelando a la propia memoria o interpelando a la de los supervivientes. Al final, la hermosa historia que cuenta no solo trata del ocaso de un modo de vida milenario. Revela algo tan importante como la sensibilidad y talento de María Dolores Gracia para asumirlo desde dentro, otorgarle vuelo y convertirla en algo universal”.

“Tu alma es un paisaje escogido” y “Espacios habitados” son dos trabajos de Vicky Calavia, que actualmente está grabando el documental “Aragón rodado”, tan bienintencionados como de resultados obvios y manidos, retóricos de baja intensidad, sin ninguna capacidad de ilusionar ni de entristecer. El primero es lo que rimbombantemente se entiende como videopoema y recrea -¡en un minuto y cincuenta y dos segundos!- la amistad entre los surrealistas Jacques Vaché y André Breton, a través de las “Cartas de guerra” que el precursor del surrealismo envía a su amigo desde el frente. El segundo es un documento social realizado en colaboración con Fermín Lizárraga. Todo, en fin, muy aburrido, más aburrido que un ascensor sin espejo.

“Bajo el mismo techo” (Amparo Bella, Belén de Miguel, Marian Royo, Marisa Juan, Pablo Ballarín, Pili Ramírez y Quique Cabezudo) es un mediometraje documental colectivo sobre cuatro maneras diferentes de vivir y compartir bajo el mismo techo, un sonrojo que no equivale a reflexión feminista, cuyo desarrollo se hace interminable por culpa de un trama tediosa y sin interés. Recomiendo encarecidamente este reportaje a todos cuantos estén estudiando cine o hayan empezado a rodar sus primeros cortos, porque es de visión obligada para saber lo que no debe hacer nunca un debutante, por la lección que brinda a la hora de tomar buena nota de cara a no cometer los mismos errores. Para redondear, lo abrupto del montaje y la morosidad gratuita del ritmo nos distancian más que una ristra de ajos.

“Ventanas” es el primer documental del aragonés Juan Mateo, que rueda en Buenos Aires junto a Rubén Rocha, Martín Molinero y Fabio Bobbia, y habla sobre un grupo de teatro de personas con diferentes discapacidades, sus técnicas de aprendizaje, el esfuerzo y la laboriosidad necesarios para subirse a un escenario. Una interesante reflexión sobre un complejo sistema de relaciones plagado de solidaridad y de apoyo continuo.

“Entre dos aguas” (Javier Calvo), con un gran trabajo de los cámaras Javier Estella y José Manuel Fandos, es una honesta y entrañable serie documental que habla de la música como lenguaje universal, como vehículo entre los pueblos del Mediterráneo y los países del Atlántico, y busca transmitir paz y entendimiento a través de unos artistas que tocan sin artificio, con una guitarra y su voz: Alejandro Sanz, Antonio Carmona, Chick Corea, Guinga, Avishai Cohen, Alá Shalaldah…

“Camino a la inmortalidad” (Julio Calvo) es una inteligente pieza de divulgación científica en torno a la longevidad, sobre los estudios que actualmente se están realizando, pero, también, con una vertiente un poco filosófica.

“Virginia” (Álvaro Molina) es un flojo relato de un hombre solitario (Javier Ercilla) con una vida triste, pero, ¡oh!, conoce a una mujer (Laura Contreras) que le devuelve la alegría. Al parecer, todo lo que necesita el protagonista es amor y la chica parece sufrir el síndrome de la chica de la cruz roja, ese ángel de las guerras que curaba las peores heridas con su sacrificio y su cariño.

“Cámping” (Pilar Gutiérrez) es una visión sin dramatismos de la actual crisis para tratar otros temas sociales como la soledad, el abandono de los mayores o cómo las mujeres se adaptan a esta realidad, a través de la historia de una familia que se ve obligada a adelantar las vacaciones estivales a febrero ante el desahucio de su casa y la situación de desempleo en la que vive. El lugar elegido será un camping de Zaragoza que servirá de escenario para mostrar sus reflexiones y preocupaciones ante un futuro nada consistente.

“All my loving” (Kim Gázquez) es una sugestiva historia sobre el abuso psicológico y el lado oscuro de las relaciones de pareja, el rechazo y los insultos, la incomprensión y la vergüenza, los maltratos y las disculpas, las recriminaciones y la violencia, el rencor y las burlas, la falta de libertad y los sueños rotos, con un hiriente ruido de fondo, un final mantenido y ciertos hallazgos narrativos.

“Amores ciegos” (Marisé Samitier) es un drama donde una mujer vive con dolor el no poder tener hijos, mientras su marido mantiene un romance con su hermana. El resultado es un trivial folletín de parejas y celos, de venganzas y engaños, cuya protagonista (la llorona Leticia Pascual) encuentra de nuevo el amor en otra persona y ya no suelta una sola lágrima. Una manida historia, pues, de crisis emocional, a la manera de aquellas “plegarias atendidas por las que se derramarán tantas lágrimas”, que según Truman Capote dijo alguna vez Teresa de Jesús (aunque no consta en ningún sitio que sean verdaderas palabras de la santa).

“Cierre de noche” (Mariano Salvador) es una floja historia del director de “Algunos días” y “La boya” alrededor de un restaurante de comida rápida, con sus empleados y clientes. Pensamos (seguimos creyendo) que en cine hay que ser sensatamente cultos y modernos. Sigue valiendo la apuesta.

“Esperanza” (Rafael García Repliego) nos habla, entre la ficción y la realidad, del triunfo de la mediocridad, de la cobardía torpemente disfrazada de prudencia, de los tonos inoportunos y pastosos que auguran siempre lo peor. Una lúcida reflexión sobre los que no sirven, estorban y deben apartarse, de las oportunidades concedidas que no se saben aprovechar, de la indignación y la enfermedad, de la incompetencia y el fracaso. El autor de la también excelente “Los fantasmas temblorosos” realiza una película fresca, un punto ácida, acogedora y nada pagada de sí misma, cosa de agradecer en un ámbito cada vez más saturado de papanatismo.

“Alma” (José Javier Pérez) es un honesto acercamiento a un joven de treinta y cuatro años que padece esclerosis lateral amiotrófica y nos enseña, en compañía de su mujer e hija, a disfrutar de las pequeñas cosas. Un cine de temática social con un tono pedagógico y positivo.

“Pequeño azul, pequeño amarillo” y “La morfología de los óvulos” son dos proyectos coordinados por el profesor Alberto Oliver.  En el primero, los alumnos del centro Ramón y Cajal de Alpartir desarrollan un cuento de Leo Lionni con la técnica animada del ‘stop-motion’, y alumnos y profesores ponen sus voces y ellos mismos lo montan con el objetivo de que los niños entiendan cómo se hace una película de animación y saber qué técnicas se utilizan. El segundo, rodado por los alumnos del instituto Pirámide, es una historia de ficción de un chico que tiene un examen a la vista. Educación y cine como propuestas.

“Ventajas de viajar en tren” (Carlos Martín) es un mediometraje del director escénico del teatro del Temple, adaptación de una novela de Antonio Orejudo que el dramaturgo y cineasta también lleva a las tablas. Humor surrealista y visionario alrededor de un psiquiatra y sus pacientes que arremete contra la familia, la política, las oenegés y, por supuesto, la psiquiatría. Realizador de los cortos “Siempre” y “El hombre quieto”, Carlos Martín se apoya ahora en las interpretaciones de Jaime Ocaña, Laura Plano, Hernán Romero, Mariano Anós, Jorge Usón, Rosa Lasierra, Encarni Corrales, Laura Gómez-Lacueva, Carmen Barrantes y Francisco Fraguas (quien firma el guion junto a José Tricas y el propio director). Humorada.

“Don Pelayo” (Tasio Peña) es una serie de varios episodios de animación, en tono irónico y mordaz, sobre el mito fundacional por excelencia de la historia de España, es decir, la reconquista, entendida como el largo y épico proceso de redención o salvación de la perdida España por culpas pretéritas. Sobre don Pelayo no hay referencias hasta el siglo X y en paralelo a la construcción de la idea de reconquista se le hace noble godo, preso en Córdoba y refugiado en Asturias. El mito se desarrolla a partir del XII. Alfonso X lo convierte en descendiente del rey Chindasvinto. Dirige un veterano realizador conquense afincado en Zaragoza (responsable del tríptico “Crónicas domésticas” o esos documentos en torno a la memoria histórica titulados “Ejeanas de abril” y “Salomé”), quien no confunde los conceptos al hablar de animación y sabe diferenciar entre lo comercial y lo creativo, entre lo industrial y lo artístico. Parece decirnos el director que ciertos gobernantes no se han enterado, todavía, de nada. La España de Franco, don Pelayo y los reyes Católicos siguen erre que erre. Non Plus Ultra.

“Los últimos soldados de la república” (Borja Franco) es una historia sobre el guerrillero antifranquista Martín Arnal, centrada en sus avatares como guía en el Sobrarbe, que el realizador hace revivir en primera persona y cuyo rodaje tiene lugar en espacios naturales como Laspuña y Badaín. Debut del cineasta.

“Cuatro preguntas sobre Pura” y “Silencio” son dos discretos trabajos del oscense Tomás Generelo. El primero versa sobre las dificultades, dudas e incertidumbres, y el segundo aborda la relación entre una hija y sus padres cuando la chica ingresa en el hospital tras una noche de fiesta. La duda, en cualquier caso, resulta un estadio ineludible en el complejo peregrinar hacia cualquier certeza. Pero, cuidado, cuando la soga aprieta y el oxígeno apenas logra hacer fluir la sangre hacia los puntos vitales del organismo, la duda puede llegar a convertirse en letal. Y si algo no admite duda alguna es que estos trabajos se enfrentan con demasiados titubeos y vacilaciones.

“El pozo” (Ángel Luis Calomarde), entre el sopor y la irritación, es una de las peores ficciones de los últimos tiempos –y eso que hay malas- para contarnos los múltiples intentos de suicidio de una desesperada yonqui que son frustrados por el afán de un médico porque siga existiendo. Todos sabemos, o deberíamos saber, que una obra “comprometida” no es nada si antes no es arte y que un realismo meramente testimonial degrada el cine y la ideología que pretende transmitir. En este caso, idea y cine no salen engrandecidos. Un auténtico engendro. Calomarde, la cosa está que arde…

“La culpa aprieta más gatillos”, “Las seis reencarnaciones” y “Duelo” (Pablo Aragüés) son tres dignos cortometrajes de uno de los realizadores aragoneses más prolíficos, tanto en la distancia corta (“Tras los pasos de Alcázar”, “Parking”, “Huida a toda teja”, “Perceval”) como en largometrajes (“Ya es tarde”, “Road to Wacken” o el recién rodado “Vigilo el camino”). El primero versa sobre el bien y el mal, el segundo es una secuela del premiado “Las cinco muertes de Ibrahim Gonsález” y el último es una historia de western un poco marciana.

“¿Qué ves?” (Concepción del Río), a la manera de Antonioni, es un trabajo fallido sobre tres historias de soledad marcadas por el tiempo de la espera, interpretado por Emilio Gastón y Néstor Armas.

“Sí, estoy aquí” (Esther Andrés y Leles Ortiga) es un mediometraje documental que pretende dar a conocer las características del trastorno del espectro autista contado desde el punto de vista de la pedagogía terapéutica, de cómo se trabaja con niños con estas deficiencias y por qué. Cine didáctico porducido por el laboratorio audiovisual de Zaragoza.

“El hijoputa” (Adrián Domínguez) tiene un componente similar al cuento, al relato, en una comedia interpretada por Javier Gutiérrez que retrata una gran empresa. El realizador se inicia en televisión y es ayudante de Paula Ortiz en “De tu ventana a la mía”. Poca cosa.

“Trovadores” (Iván Castell) es un documental que muestra el lado más íntimo y elevado de algunos artistas -músicos y poetas- en Zaragoza. A través de un juego de sombras, de luces y de espacios zaragozanos, el autor de “Nave 527” intenta dar una visión del artista ‘underground’, y decide posar su mirada sobre Rapshusklei, Julio Donoso o Daniel Rabanaque. A destacar los planos aéreos de la ciudad.

“Chan-chan” (Pilar Palomero) es un discreto relato de amor de un matrimonio de la tercera edad que no necesita palabras, sino la música compuesta por Andrés Acebes. Directora y guionista del laureado cortometraje “Niño balcón”, la Palomero lo tiene claro y, por ello, pone en marcha la actividad de una escuela de cine, un taller para descubrir nuevos caminos profesionales y dominar el oficio fílmico. El cine, ya lo sabemos, es una de las salidas profesionales más demandadas en la comunicación audiovisual. Y su dominio exige el manejo del arte de confeccionar un guion, la producción y la dirección de películas.

“La familia de mi novia” (Guillermo Chapa) es el primer trabajo en solitario de su autor (antes había codirigido junto a Javier Cebrián “Muñecos de barro”), una insustancial sátira familiar en la que el protagonista se enfrenta a la prueba más dura de su vida: conocer a los padres de su novia.

“La vida inesperada” y “Abstenerse agencias” son dos trabajos de Gaizka Urresti, que ya capitaneara la grabación de “Un Dios que ya no ampara”, basada en la experiencia del periodista Miguel Mena con su hijo discapacitado, con una nominación a los premios goya. El primero está producido por la asociación Atades en su cincuenta aniversario y es un documento tratado con sutileza y respeto que cuenta la vida de siete personas con discapacidades, desde un niña de seis años, inmigrante africana que padece parálisis cerebral, a un anciano de noventa y tres años, pasando por un hombre de sesenta y dos que sorprende con sus nuevas historias amorosas. El segundo es la historia de una pareja joven que visita, el día de nochebuena, el piso de una viuda que vive sola, para comprar la vivienda, y se encuentran con una anciana que parece más interesada en saber de sus vidas que en vender su casa. Unas agudas reflexiones sobre la soledad del autor de “El último guion”, aquel estupendo documental codirigido por Javier Espada sobre la figura del imprescindible Luis Buñuel.

“Ética” (Javier Macipe) es una ficción bastante apañada sobre un tipo que sufre ataques de ansiedad, comienza a ir a un psicólogo y su mujer, la pobre, intenta normalizar la situación familiar invitando a unos amigos a cenar.

“Contigo” (José Ángel Delgado) es un honesto trabajo de contenido social realizado para la asociación aragonesa de cáncer genital y de mama, basado en un relato de Iván Ayala y Ángela Bergua.

“Walkie-Talkie” (Rubén Pérez Barrena) es un sugestivo relato sobre un hombre que despierta en un lugar desértico con un golpe en la cabeza, que pierde la memoria y que su única compañía son un todoterreno estropeado y el cadáver de una chica. Un homenaje a las películas de terror de la década de 1970, en el que un psicópata asesina a adolescentes, con Julián Villagrán, Marta Larralde y Celine Tyll en una acción que tiñe de sangre los Monegros.

“Kpru-Cita Roja” (Tomás Gimeno) es una videocreación de tres minutos sobre el cuento de “Caperucita roja” de los hermanos Grimm y narrado por las bocas de una niña, una mujer y un hombre trasvestido. Original.

“Romantik” (Ignacio Bernal) es un videoclip no del todo desdeñable del tema “Romantik” de “No Truck Truckers”, en donde se entrecruzan los instintos más oscuros, del voyeurismo y el deseo a la perversidad y el dolor.

“Mañana seré Dios” (Miguel Manteca) es un discreto relato sobre el deseo de cambiar la situación de un país gobernado “por incompetentes y corruptos, en el que lo único que queda es salir a la calle y que nos oigan y si es posible… pasarles por la guillotina”. Pues eso.

“Aldehuela de Liestos” (Josean Pastor) es un mediometraje documental que narra el día a día de ese pueblo aragonés de apenas una cincuentena de habitantes, sus costumbres, sus pensamientos, sus trabajos, eminentemente agricultores y ganaderos, y su vida social. Se trata de una iniciativa que responde al desierto demográfico al que se enfrentan la mayor parte de pequeños municipios que pueblan la geografía aragonesa. El director trata de dar un tono poético a la obra, en la que los propios lugareños, alguno de ellos octogenario, cantan o recitan poesía.

“Lo saben los bosques” y “El tren de la comedia” (Marisa Tajada y César Casanova) son dos  trabajos de atmosférica fotografía que nos retrotraen, el primero, a la primavera de 1943, en la estación de Canfranc, cuando un cargamento de oro del régimen nazi es robado en las dependencias ferroviarias y escondido en los valles del Pirineo, con los franceses y los alemanes detrás del tesoro para recuperarlo. Y el segundo es un corto mudo, rodado en blanco y negro que hace un guiño a “Candilejas”, cuya música suena en el transcurso de la película y cuenta lo que la letra dice: la historia de una joven que, al triunfar como actriz, abandona a su descubridor por la compañía de Charlot. Una propuesta esta última entre la comedia, el drama y el matiz crítico, ideal para las próximas jornadas de cine mudo de Uncastillo.

“Balada del norte”, escrito, dirigido y producido por Ángel Orós, es un cortometraje interpretado por Irene Cuevas, Óscar Abadiano, Rosa Broto y Juan Fernández, una continuación de “Lo saben los bosques”, ese proyecto rodado un año antes en la misma comarca (ver arriba), cuyo argumento arranca en la época actual para sumergirnos en el bando republicano que lucha en la segunda guerra mundial junto a los franceses.

“Amar en tiempos revueltos” es una popular serie televisiva dirigida por el zaragozano Eduardo Casanova, nacido en 1970, que nada tiene que ver con el homónimo actor (y también director del corto “Fumando espero”) que salta a la fama por el papel de Fidel en “Aída”. Casanova estudia imagen y sonido en el instituto “Los enlaces”, se traslada a Madrid para trabajar como operador de cámara en una empresa y se inicia como realizador televisivo para la serie “Amar en tiempos revueltos”, un recorrido por la sociedad española desde 1936 hasta 1957 con la taberna ‘La Asturiana’ como nexo de las historias, cuya continuación, “Amar es para siempre”, ya está preparada y arranca a principios de 1960, una década donde España sufre cambios significativos y de gran crecimiento. Atención, pregunta: ¿por qué las reconstrucciones de época en este tipo de producciones son tan acartonadas, tan limpias, sin una mota de polvo ni un asomo del desgaste que la historia posa sobre sillas, mesas o vestimanetas?

“En el nombre del miedo” (Miguel Casanova) es el trabajo de un joven estudiante de la escuela de cine de Tarrasa que muestra cómo el miedo se aprovecha de las víctimas y está interpretado por Saúl Blasco, David Sancho, Rufino Ródenas, Jesús Bernal, Alfonso Desentre y Cristina Yáñez. A lo que se ve, existen muchos “casanovas” en el ámbito del audiovisual aragonés, pero pocos enamoran. A este, sin embargo, habrá que seguirle la pista.

“Naranjas y media” (Sala Gracia) es una discreta comedia romántica con toques de drama sobre el azar, las relaciones de pareja y la espontaneidad de los encuentros. Falta garra y sobran demasiados lugares comunues.

“Taxi fuera de servicio” y “S.O.S” (Hugo Ruiz) son dos trabajos más bien poco conseguidos. El primero es una alocada comedia que promete más de lo que ofrece y bebe –craso error- de las fuentes del Almodóvar de la primera etapa, con unos intérpretes aceptablemente dirigidos (Guillermo Montesinos, David Sancho, Miki Molina, Ana Portolés, Néstor de la Fuente). El segundo está interpretado por Cayetana Guillén Cuervo, Miki Molina –otra vez- y Terele Pávez y narra el drama de una familia que sufre un duro golpe por la trágica muerte de uno de sus hijos.

“Desvísteme” (Javier Sanz Aznar) relata la relación de desmoronamiento a la que se ven abocados dos jóvenes cuando descubren que sus parejas les son infieles entre sí. El guion (de Gisela Remolins) resulta apreciable y la realización, fresca y sincera, acierta en el difícil equilibrio entre lo que se quiere explicar y cómo se explica.

“El cultivo del tomate” y “9 pasos” (Pepe Ballarín) son dos trabajos realizados a la manera del anuncio publicitario. El primero intenta echar una mano a los que desean iniciarse en el huerto familiar, en una especie de pequeño relato didáctico que tiene su continuación en otros productos de la tierra, como la patata, el pepinillo, la borraja o la judía verde. El segundo muestra en solo tres minutos y medio una completa visión de la semana santa oscense, la fiesta y la ciudad, un tema que apasiona a su realizador.

“Así se hizo La flauta mágica (Ana Torrents Fernández) es un esforzado y digno reportaje a través del montaje de una ópera y nos permite hacer un recorrido por los diferentes oficios teatrales y musicales que intervienen en ella.

“Sed” (Roberto Morote y Luis Areñas) es un relato sobre la inspiración literaria, ‘déjà vu’, a través del enfrentamiento de un escritor con sus personajes, entre la ficción, el humor y el terror, que recuerda inevitablemente al controvertido Resnais de “Providence”.

“La pregunta” (Javier Nadal y Manuel Lacarte) trata sobre dos chicos que están de excursión por el campo y, tras el consumo de sustancias, acaban alucinando y viviendo una historia junto a un miliciano de la guerra civil. Nadal, que se inicia en la fotografía, es responsable asimismo de los cortos “Carta de un miliciano”, premiado en el festival de Ayerbe, y “Hasta que la luz se borre”. El resultado no es desdeñable pero resulta en demasía aficionado.

“Residencia El Milagro”, “Al filo de la vida” y “Bateau-mouche” son tres petulantes trabajos de Javier Espada, director del centro cultural Luis Buñuel de Calanda, que cojean con demasiada frecuencia, debido, tal vez, a sus ínfulas intelectuales. El primero versa sobre una actriz (Asunción Balaguer) que llega a una residencia de ancianos y será protagonista, a su pesar, de acontecimientos sorprendentes. El segundo es una pieza collage sobre el autor de “El ángel exterminador” para la exposición “Los vasos comunicantes del surrealismo”, organizada por el museo nacional de arte y la participación de IMCINE. El último es un falso documental sobre los efectos perniciosos de los recortes unidos a la proliferación de especies exógenas y patógenas que finalmente dan uso eficaz a los barcos del Ebro. ¡Que no se entere el marinero Luis Calavia!

“Camille” (Carlos Tarazona) es un mediometraje documental sobre el último oso autóctono pirenaico y se hace un recorrido por los trabajos que se realizan para la conservación de esta especie, donde se repasa todo el patrimonio etnográfico alrededor de la figura del animal, con ceremonias paganas como el carnaval o el seguimiento de huellas, trampas olorosas para atrapar pelos y analizarlos y trampas fotográficas por las sendas que frecuenta. La idea es sensibilizar a la sociedad aragonesa en la necesidad de que siga existiendo el oso en el Pirineo aragonés para evitar la extinción de una especie como ocurrió con el bucardo.

“Declaración de amor” (Javier Estella y Jose Manuel Fandos) es el último trabajo -sobre el deseo de descubrir un posible amor desconocido, basado en un trabajado guion de Pilar Gutiérrez- de estos incansables hombres del cine, dueños de la productora Nanuk y artífices de obras tan interesantes como “La memoria proyectada”, “El hablador” o “Manuel García Maya, detrás de la barra”, y que ahora están en pleno rodaje de un documental sobre la figura del pintor zaragozano Eduardo Laborda Gil.

“De fiesta” (Orencio Boix) es una pequeña historia que parte de la imagen de una pancarta colgada en un balcón, en la que el realizador oscense, exdirector del festival internacional de cine de Huesca, es responsable también de la fotografía, el guion y el montaje.

“El vagabundo” (Jorge Blas) es un flojo cuento de ficción científica entre un vagabundo que deambula por las calles pidiendo lismosna y su chica, que nos recuerda la importancia de la fe para conseguir superar los obstáculos. ¿Cuál es la última razón de nuestra fe? Gracias a la luz de la fe podemos ver que nuestra vida tiene sentido. Palabra de Dios, alabado sea el señor…

“Lugares vividos” (Marta Javierre) es un cortometraje documental realizado expresamente para un programa cultural europeo, en el que se involucran tres artistas distintos de tres ciudades (Huesca, Tournefeuille y Olot) para explorar la memoria de los paisajes urbanos más transitados por sus habitantes.

“Mobbing” y “Me quiere, no me quiere” son dos capítulos de tres minutos cada uno de la serie “Supermadre”, realizados por el grupo de adolescentes y de niños de la escuela de cine “Un perro andaluz”, dirigida por Leonor Bruna –autora, asimismo, de “Pasionaria”, un interesante trabajo de diecisiete minutos situado en los días finales de la dictadura franquista- con el apoyo de José Videgaín y de la actriz Laura Gómez Lacueva. La banda sonora es obra del grupo zaragozano Insolencia. Una atractiva propuesta para iniciar en el audiovisual a los más pequeños.

Por último, una historia con el nexo argumental común del amor partida en trece episodios autoconclusivos, con estructura y elenco propios (o sea, trece cortos), escritos y dirigidos por trece alumnos de la escuela superior de cine y audiovisuales de Cataluña, entre ellos el zaragozano Javier Sanz Aznar (el de “Desvísteme”). Sí, son estudiantes y su película está concebida para verse solo en casa de ellos, a modo de divertimento, y de trabajo final de vaya-usted-a-saber-qué asignatura. De modo que cebarse con “Puzzled love” –que así se llama el engendro- sería digno de un abusa enanos, y, como esto se acaba, vamos a mantener las formas. Lo cual no quita que la película sea un suplicio. Un ejercicio insufrible de estilo que ignora todo lo demás, y que, sin quererlo, se convierte en testigo de excepción de lo imbéciles y creídos que hemos sido todos en nuestros años mozos. Que sirva, al menos, de recordatorio. Muy guay, eso sí.

Como vemos, se realizan cortos por innumerables razones: por dinero o por intentar dar el salto a la industria profesional, desde luego, pero también por amor o desamor, por venganza o por odio, por imitación o por envidia, para ser amados (o admirados), para entretener a hijos o amantes, incluso por la imperiosa necesidad de contar una historia que ha crecido muy adentro y exige una salida de urgencia. Cada realizador tiene la suya, pero, entre todas las razones mencionadas cuando son preguntados, hay una que se repite con frecuencia: para vivir otras vidas, para ser otros. Por eso, por esas innumerables razones –y otras que, acaso, se nos escapan-, cada minuto cuenta. Aunque cuente poco.

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