Aristoteladas (II) / Andrés Sierra


Por Andrés  Sierra

1-“El hombre nada puede aprender sino en virtud de lo que sabe” (Aristóteles)

   Se derrumbaron los cimientos y cayeron los techos, los muros, pero quedaron las ruinas. Y entre ellas se pudo vivir. Cada cual en su hueco. Sin estorbar a los demás. Pero siempre en buena armonía. Había que seguir viviendo.

    Ciertamente siempre exitían sugerencias por parte de todos; para poder vivir un poco mejor.

2- Hubo una convención sobre la interpretación.

    Los congregantes, al principio departían pausadamente, cada uno con su criterio y punto de vista.

    En la mitad del evento, subió el tono de las diferentes ponencias. Ya no era todo tan tranquilo y sosegado como al principio.

   Hacia el final de la convención, aquello parecía un gallinero, todos hablando a la vez, insultándose unos a otros y por poco no llegaron a darse de puñetazos.

    El título de esa extraña reunión era “Interpretación sobre la vida”.

3-Ruge el estómago. Lo más inmediato es beber un vino, si aun así sigue rugiendo… otro vino, y todo se calma.

    Es fácil de deducir que con esa actitud, hay efectos secundarios.

    Un señor mayor está con una joven. La chica le comenta al caballero que le gustaría estar siempre así, con cierta melopea aunque no borracha.

   Ella está alegre, dicharachera y todo le parece bien. El señor mayor le dice que está de acuerdo con esa decisión, pero le advierte que hay efectos secundarios, por ejemplo la cirrosis.

    Tiempo después el señor se entera de que la joven con la que estuvo hablando días atrás, jamás tendrá cirrosis. La chica se ha suicidado.

4-Hubo una conversación muy interesante entre dos personas que se conocían desde mucho tiempo atrás.

    Cada una en su sitio, por supuesto, pero fue la primera vez que una de ellas llegó un poco más allá de lo establecido, exitió casi una comunicación de amistad.

    De hecho establecieron una nueva cita parra en unos meses más  adelante.

    La persona, que era más reticente en contar algo de su vida personal, –por su labor- estaba tan estresara que optó en quien estaba enfrente –también en su labor- para que le sirviera de válvula de escape.

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