Adios a mi amigo Juan Diego / José Luis Llera


Por José Luis Llera Gil

    Hace ya algunos años que por mi condición de Director de un prestigioso Certamen Internacional de Cine Técnico fui amablemente y muy honrado, invitado por el Gobierno de Bulgaria, a participar en la Semana del Cine Español…

…que había organizado, y previsto celebrar en VARNA Ciudad eminentemente turística situada a orillas del Mar Negro, junto a países bien conocidos y tratados en la actualidad.

    En aquellas t¡erras tuve ocasión de charlar con algún Ciudadano de la antigua URSS y de otros países como Polonia, Georgia, Hungria o Ucrania y varios más, ciertamente pudientes en el aspecto económico, así como algún actor español de prestigio y protagonismo, entre ellos Juan Diego, hace pocas fechas tristemente fallecido.

   Deseo por ello narrar mis contactos con Juan y hablarles a Vds. de su figura artística y el exquisito trato que recibí por mi condición de Director del mejor Certamen de Cine Técnico del mundo según opinión de todos los implicados en la materia.

   Previas cartas de invitación e información, llegué a Bulgaria sobre las 19 horas de un día cualquiera y ya me estaba esperando en el aeropuerto una señora, relativamente joven, que mostraba un cartel con mi nombre.

   Me dirigí a ella en inglés y mi primera sorpresa fué apreciar el perfecto castellano con el que me respondió. En su momento supe que su castellano procedía de su larga estancia en Cuba al igual que su padre que ostentaba un cargo destacado en aquel país representando a Bulgaria.

    Cerca de la salida al exterior del Aeropuerto me señaló mi acompañante que le esperara unos instantes, entrando a un despacho donde según me dijo le habían entregado para ella su pasaje de avión desde Sofía a Varna.

  Yo mientras había ido al WC llevándome una sorpresa mayúscula al comprobar que los Servicios se componían de una tubería agujereada de la que salía agua continuamente y que por la pared resbalada hasta una canalera situada en el suelo.

  Ya en la calle hizo una señal a un taxi, ocupado por varias personas, y después de diirigirles unas palabras incomprensibles para mí. bajaron del vehículo y nos montamos la señora y.yo, yendo al Hotel y dejándome en él hasta la mañana siguiente a determinada hora. En el desayuno me presentaron a Juan Diego, magníficamente vestido, quedando ambos emplazados en el Cine donde posteriormente iban a tener lugar las sesiones de la Semana de Cine español proyectándose películas como Dragon Rapìd y los Santos inocentes, entre otras-

   En la sede de las proyecciones me volví a encontrar, tal como convinimos, con Juan momentos en los cuales el se explayó hablándome de sus ideas, de sus amistades, etc. así como de su carrera artística.

    Como tenía él gran amistad con la periodista Pilar Urbano me preguntó si yo también la tenía y si era del Opus. Le respondí a ambas preguntas que no y el seguía con su fácil verbo hablando de su vida.
En esos días de programación oficial de la Semana asistí a una rueda de prensa en la que él fue interviuvado peguntándome al final de la misma que qué tal había estado. Yo le respondi, caritativamente, que bien, aun cuando no fue así. Para mí que aun cuando se celebró en una mañana el estaba un poco bebido por no decir algo peor.

    Juan continuó con su programa y yo con el mío de invitado oficial charrando con gentes de otros países.

   En este programa había un viaje turístico en barco por el Mar Negro, en el que nos obsequiaron con vino tinto búlgaro. Parece ser que Bulgaria tiene buen vino pero poco.

    Juan acudió conmigo y nada más llegar a la orilla del Mar dijo que ya se mareaba por lo que subimos al barco pero a cubierta ya que también yo me mareo.

    No recuerdo si ese día u otro quedamos a cenar en el Hotel en el que estábamos hospedados. El acudió como siempre algo tarde, no tomando ningún alimento sólido sino que únicamente se bebió una botella de vino blanco.

   Me contó de nuevo su vida, me preguntó muchos datos de la mía, y allí permanecimos hasta que nos retiramos a descansar. Me hizo ciertamente gracia el “fajo” de dólares USA que portaba, su esplendidez y su conocimiento del idioma búlgaro en el que se dirigió a cierto personal ocupado en el Hotel.

   No quiero dejar de citar la invitación a cenar a un pequeño grupo, formado preferentemente por artistas, que nos dirigió un alto cargo de Cruz Roja española, a la que asistí sumamente complacido y que nunca pensé que iba él a pagar la factura de todos con una tarjeta de crédito de su Organización. Me causó una gran pena este hecho que luego ha servido para que mis aportaciones a su causa se cortaran radicalmente.

    Dos días después regresaba a España y Juan se trasladaba, me dijo, a otros países del área para continuar con su actividad artística.

    Estando en la fila para ascender al avión (no había autobuses entonces), se acercó a mí una señora muy elegante indicándome que subiera el primero de la fila al avión que ya tenía el lugar reservado y preferente ya que era invitado oficial del Gobierno Búlgaro. Yo le dije que subiría cuando por turno me correspondiera. Discutimos un poco y me vi obligado a acompañarla y sentarme a su lado hasta el final de mi destino. Al regreso a España interpreté que nunca quisieron dejarme solo.

   Creo amable lector que este artículo será al menos para Vd. al igual que los días que pasé en ese país. Eminentemente grato. Lo he querido escribir para recordar a una persona muy agradable como era Juan Diego. Comprometido con su ideología, pero muy español en todos los sentidos.

   Descanse en paz Juan Diego y se suma, desgraciadamente, al articulo del mes pasado DIOS MIO QUE SOLOS SE QUEDAN LOS VIVOS.

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