Anécdotas cotidianas / Andrés Sierra


Por Andrés Sierra

      Salgo a fumar en la puerta de un bar. A mi lado una señora sentada en una silla.

    Veo que viene un taxi y me percato que la señora al verlo hace ademán de levantarse, pero no puede he de decir que la señora es bastante gruesa.

    Me fijo en ella, lo intenta de nuevo y no lo consigue; su culo se ha empotrado en la silla. Lo intenta una tercera vez ayudándose del bastón que lleva y haciendo con una mano en el brazo de la silla: no hay manera. Ya que estoy ahí le ayudo, agarro fuerte el respaldo de la silla y la mujer con el   bastón y empujando con la otra mano de un brazo de la silla consigue desempotrarse.

    Llega al taxi como puede, distante un par de metros. Abre la puerta del copiloto para poder entrar más fácilmente al coche que en la parte de atrás que es lo habitual, pero claro, para personas gruesas, ponerse delante de un coche es muchísimo más cómodo.

    Una vez sentada, la puerta se ha quedado totalmente abierta, ella intenta alcanzar el agarre para cerrarla, pero no llega por mucho que lo intenta (igual que su empotramiento en la silla), suerte que yo aún estoy ahí fumando y viendo el panorama, me acerco y cierro la puerta del coche. Ella me vuelve a dar las gracias y también el taxista –le hubiera tocado a él salir para cerrar la puerta- que seguramente le hubiera incomodado.

      Sé que no hubiera sido posible lo que ahora mismo pienso, pero hubiese sido un espectáculo muy curioso y tal vez me habría fumado tres o cuatro cigarros si en vez de ayudar a la mujer a desempotrarse de la silla no lo hago y ella tiene que ir al taxi con la silla en el culo, y ya no digo montarse en el vehículo, además suponiendo –que es mucho suponer-, el conductor está para conducir y no para montar los pasajeros en su herramienta de trabajo.

      Un día de estos pensando lo que está pasando es Ucrania, el tal Putin es un megalómano, como tantos otros que ha habido en la historia –y, lamentablemente  los habrá- es alguien que el cerebro no le funciona correctamente, tiene algún problema psicológico con lo cual un buen psiquiatra –evidentemente cercano a él- y de forma sibilina debería quitarle del cerebro la sílaba “ga” y Putin se convertiría en melómano, que es otro concepto muy diferente. Imagino a Putin escuchando fervorosamente, por ejemplo, a Mozart o Tchaikovsky.

     Los tanques tendrían que regresar a sus respectivos garajes y las personas de Ucrania se quedarían tranquilas.

      Hay una cuestión insalvable. La grafía del idioma ruso es el cirílico. Tengo un cuñado que ha ido a Rusia varios años y diferentes ciudades a dar clases de español. Debería preguntarle si como en castellano existe esa posibilidad de quitarle a Putin una sílaba para que tal energúmeno dejara su hijoputed. Aunque mucho me temo que no puede ser.

    Así que, primero el Putin, debería aprender castellano, bien metido en su cerebro, y, como he dicho, antes un buen psiquiatra le quitara de su alma la sílaba “ga”.

    Siempre he escuchado a los que tenían perro llamarles Toby o Pipo etc. Ahora gracias a que el ser humano se ha vuelto más humano –con los animales- existe lo que se denomina personas no humanas, con derechos y todo.

     Por supuesto que no me gustan esas personas que maltratan a los animales, pero también me parece desconcertante que a los perros les pongan abrigo en invierno, no se si también zapatos, de momento no visto a ningún perro calzado. Luego está lo de la estética… van a la peluquería, que no debe de ser nada barata, pero bueno, mucho mejor que vayan arregladitos que no desgreñados como voy yo.

     Así que en concordancia con el nuevo estatus social de las mascotas, el nombre a ponerles no tendría que ser Toby o Pipo sino Cesar o Augusto.

   Aunque a mí personalmente prefiero de toda la vida Toby o Pipo.

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