Online / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/

     La Navidad ha llegado y nadie sabe cómo ha sido. A este dicho popular se le podría añadir en los tiempos que corren: y nadie sabe cómo será.

    En todos estos meses de un año infausto ˗˗demasiados˗˗ algo tan intangible como un virus nos ha cambiado la vida y nos ha dejado poco margen para resistir. En cierta ocasión escribí algo así: la capacidad de resistencia humana no es un mito, en realidad, la resistencia no depende de la fuerza, sino de la capacidad de resistir.

     Que seamos capaces de resistir lo venimos demostrando de diario. Ni la falta de alicientes, ni los cambios obligados, ni las provocaciones a la salud mental han hecho mella en nuestro instinto. Nos pasamos los días con un abrigo gris, algunos hasta leen las estadísticas y se deprimen, otros desconfiando del posible montaje, pero quién más, quién menos, tirando de imaginación para no pisar el charco. Así, y mientras esto dure, no queda más remedio que reinventarse. En ese mundo impreciso de la cultura, y digo impreciso porque no se conocen los límites reales de su perímetro, lo hacen. El término online ha venido a ayudarla en todos los sustratos, académicos o diletantes, para atender al ciudadano que todavía guarda la curiosidad por saber. Como siempre pasa con las tendencias de las circunstancias, pareciera que hay una sobresaturación de propuestas digitales y es verdad que la actividad bulle por las invitaciones a conectarse a una determinada plataforma virtual, haciendo imposible llevar la cuenta, y asistir a una conferencia, mesa redonda, presentación de un libro, etc., etc. aunque sea a distancia, obliga a una agenda, que, aunque virtual, condiciona el tiempo de manera física. No deja de ser un remedo de la realidad con la nueva normalidad, como se la tildó ostentosamente antes de que llegara el segundo brote, y como en botica, hay de todo. Se parte de la base que el procedimiento no es lo mismo, como no lo es el teatro y el cine, pongamos, por ejemplo. No es lo mismo asistir a una sala para escuchar todos los matices del conferenciante, que participar desde el sillón de tu estudio en una sucesión de rostros a los que la cámara no les hace justicia hablando como si el tiempo les perteneciera. El método permite muchas maneras de desconcentrarte: que una llamada telefónica, que una salida al servicio, que una cerveza con pistachos, que una serie de HBO en la tele, que un niño que quiere jugar, que una amante que te requiere. Un sinfín de cosas que harán que perdamos el hilo con demasiada premura; no digo nada si fina un artículo por entregar. En definitiva, que el procedimiento de cerrar la conexión de una videoconferencia es más anónimo y discreto que el levantarse de tu silla en mitad de una conferencia presencial.

    En la reinvención de la que hablaba, habrá que saber ser generoso en el compartimiento de las idas y venidas online mientras seamos capaces de hacer varias cosas a la vez, el instinto de supervivencia aparte.

    Como está mandado, felices fiestas y próspero año nuevo. O algo así.

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