Reflexiones (I) / Javier Úbeda


Por Javier Úbeda Ibáñez 

El saber nos hace libres

    El saber es elección, y cuanto más sabemos, más posibilidades de elegir tenemos y más libres somos.

    El saber es tolerancia, y esta es el sedimento de una sociedad feliz y afortunada.

        Por ello, quien controla el saber de los individuos domina a los individuos, y así Stalin afirmaba que, “de todos los monopolios de que disfruta el Estado, ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario”.

        Hay personas y grupos que quieren que pensemos y entendamos lo que ellos desean. Hay intelectuales que falsean la realidad; a todos ellos no les importa, lo más mínimo, el alejamiento de la verdad; pero quien así actúa, quien se desinteresa de la certeza, quien no tiene la voluntad de ser verídico, es políticamente un tirano e intelectualmente un bárbaro.

 

No es posible sin autoridad

      La política es otra vieja palabra unida a la experiencia inmemorial del hombre que vive y necesita vivir ordenada y fructíferamente en sociedad. ¿Cómo va a ser posible la cooperación de todos los miembros de una sociedad en la consecución del interés general o bien común sin una dirección clara en sus objetivos, ordenada en su realización y firme y eficaz en la disposición de los medios? El simple realismo de la experiencia cotidiana de la vida enseña que no. Por ello, la respuesta fue siempre clara en todas las etapas y épocas de la historia social y cultural del hombre: no es posible sin autoridad. De aquí que la praxis política como la ciencia, el arte y la técnica de gobernar la sociedad humana plenamente constituida hayan orientado siempre sus esfuerzos principales a aclarar y dirimir la cuestión de la autoridad como el punto neurálgico, sociológica, jurídica y éticamente, de toda teoría social. Quién la ejerce y cómo la ejerce, cuál es su sujeto originario y en qué consiste su ejercicio, son otras tantas de las preguntas concretas que la filosofía y teología del derecho y del Estado y, actualmente, el estudio empírico de las llamadas ciencias humanas, se plantean bajo distintas perspectivas doctrinales y con distinto grado de intensidad en sus análisis.

        Si la autoridad no actúa en orden al bien común, desatiende su fin propio y se hace ilegítima.

Política y políticos

 

         Tal vez en esto radique hoy la más importante contribución que la política hace a la sociedad en su conjunto: darle la credibilidad y transparencia necesarias para que la confianza sea un recurso preferible a la violencia.

        Olvidada la persona como fundamento y reemplazada por el individuo teóricamente individualista y salvaje, la política de hoy es un simple juego de negocios cuyo premio es el poder. No se puede esperar nada bueno de este juego. En serio: nada bueno.

        La política es el arte de lo posible, la búsqueda de una vida mejor para todos, la coordinación de esfuerzos en la construcción del bien común.

        Política es el arte de gobernar en justicia y en paz la vida personal, laboral y social de los ciudadanos de un Pueblo, Nación o Estado mirando a su bienestar y bien común. Sin embargo, para ciertos políticos, la política es esencialmente una lucha y una contienda que permite asegurar a los individuos y a los partidos que detentan el poder su dominación sobre la sociedad, y al mismo tiempo, la adquisición de ventajas, beneficios y privilegios que se desprenden de la ostentación del poder político. La democracia no está al servicio de la política, sino que la política debe estar al servicio de la democracia.

        Konrad Adenauer dijo que “la política es demasiado importante como para dejársela a los políticos”.

        Los políticos deben ser como enseñan los romanos: “Hombres buenos y peritos en el hablar”, que saben obedecer y mandar, gobernar bien su casa y familia, cooperar diligentemente en su comunidad de vecinos, evitar la tiranía de las minorías, la oligarquía de los poderosos, la demagogia de las mayorías parlamentarias, y que ofrecen un proyecto real de bienestar humano y de desarrollo social y económico donde haya el menor paro laboral posible y la mayor concordia y paz ciudadana.

 

Democracia

 

         Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la “subjetividad” de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad.

        El Estado de Derecho es la condición necesaria para establecer una verdadera democracia. Para que esta se pueda desarrollar, se precisa la educación cívica, así como la promoción del orden público y de la paz en la convivencia civil. En efecto, no hay una democracia verdadera y estable sin justicia social.

        En el Estado de Derecho es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres.

        La democracia no es el régimen del número, sino el del derecho.

        Adueñarse democráticamente del Estado para imponer “democráticamente” una forma única de pensamiento y vida no recibe el nombre de progreso sino el de democracia totalitaria, sea cual sea su origen y benéficos deseos.

 

Lo que hoy importa no es la verdad de las cosas sino la verdad de las mayorías

 

        La posmodernidad ha generado un tipo de cultura donde se han invertido los términos. La realidad ya no es lo que existe objetivamente sino lo que a cada cual le parece ver; de lo que se trata ya no es de descubrir hechos verdaderos acerca del mundo real sino de crearlos. El hombre se ha convertido en la medida de todas las cosas, siendo los estados quienes a través de los pactos y los acuerdos dan con la clave para dirimir los posibles conflictos sociales. La sociedad occidental ha decidido que sea el Estado quien nos diga que es lo legítimo y lo ilegitimo, que sea él quien decida qué es lo correcto y lo que más conviene. En definitiva, lo que hoy importa no es la verdad de las cosas sino la verdad de las mayorías, tal como dijera en su día Konrad Adenauer: “Lo importante en política no es tener razón, sino que se la den a uno”.

        Si reparamos un momento de lo que pasa a nuestro alrededor nos daremos cuenta cómo el sentir de las mayorías se impone despóticamente sobre las minorías.  Cómo “lo democrático” ha pasado a ser la categoría suprema exclusiva y excluyente. Si no te cobijas bajo el paraguas de las mayorías de nada te va a servir que te asista la razón. Ser demócrata ha llegado a ser el título indispensable para poder vivir en esta sociedad y si no gozas de esta consideración estás perdido, nadie te va a tener en consideración, vas a quedar estigmatizado.  Es como si con la llegada de la democracia la Humanidad hubiera alcanzado su realización suprema y hubiéramos llegado al fin de la historia.

 

Partidos políticos

 

        Los partidos políticos y su trabajo deben servir para escuchar las demandas de los ciudadanos, para recoger y organizar los proyectos y propuestas que se elaboran en la sociedad civil y sintetizarlas en un programa político para colocarlas en relación con las diversas instituciones que conforman el Estado. Los partidos deben tener en su interior una estructura democrática, ser lugar de elaboración política y de construcción de proyectos, lugar de debates y de confrontación de ideas y de programas, tener contacto con las personas y las diversas instancias de la sociedad civil para no encerrarse en sí mismos. De esta manera, además de formar ciudadanos en y para la participación política y en las virtudes cívicas, serán medios capaces de formar…

 

Libertad de expresión

 

        Según el Diario de Mallorca (18-04-2020), la Asociación de Medios de Información (AMI) ha recordado que las libertades de información y de expresión y la libertad de prensa son principios fundamentales de la democracia española que deben ser defendidos por todas las instituciones y sus representantes, especialmente en un momento de crisis como el actual.

        La AMI recuerda que la libertad de prensa y el pluralismo son pilares esenciales de la democracia.

        La Asociación de Medios de Información condena todo intento de censura o limitación de la libertad de información con independencia de su línea editorial.

        La actual Constitución española de 1978, en su artículo 20.1 reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. La cuestión está en saber si esos derechos se garantizan realmente en la práctica o si de hecho el poder político, cuando no el económico, están desvirtuando los principios constitucionales. La jurisprudencia del Tribunal Constitucional es unánime al valorar de forma preferente el derecho a la libertad de expresión en caso de colisionar frente a otros derechos constitucionales, por considerar que la formación y existencia de una opinión pública libre es condición necesaria para el ejercicio de otros derechos inherentes al funcionamiento de un sistema democrático. Asimismo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos recoge en su más reciente jurisprudencia que la libertad de expresión constituye uno de los fundamentos esenciales de una sociedad democrática y una condición primordial para el progreso y desarrollo de cada persona. A la función de los medios de comunicación de difundir la información, se añade el derecho del público de recibirla. Si fuera de otro modo, la prensa no podría desempeñar su papel indispensable de “perro guardián”. Además, hay que tener en cuenta que la libertad de prensa comprende el posible recurso a cierta dosis de exageración, o incluso de provocación.

        La libertad de expresión es un derecho humano fundamental como consta en el art. 19 de La Declaración Universal de Derechos Humanos.

        Ninguna libertad, ni siquiera la libertad de expresión, es absoluta, pues encuentra su límite en el deber de respetar la dignidad y la legítima libertad de los demás.

        Es evidente también que la libertad de expresión debería atenerse a los principios como la verdad, la honradez y el respeto a la vida privada. Nada, por más fascinante que sea, puede escribirse, realizarse o transmitirse en perjuicio no solo de la verdad de los hechos que refieren los profesionales de la información, sino también de la “verdad del hombre”, de la dignidad de la persona humana (con esta expresión se quiere manifestar que el hombre se presenta ante sí mismo y ante los demás, no como una cosa o como un objeto, sino como portador de valores y respetabilidad, como portador de derechos y deberes inherentes a su condición de persona) en todas sus dimensiones.

        El único límite a la libertad de información es, según una abundante jurisprudencia constitucional y europea, el respeto a los principios de veracidad y relevancia pública, y su determinación corresponde exclusivamente a los tribunales de Justicia con arreglo a la Ley.

        La libertad de expresión tiene límites que no pueden ser superados en ningún país verdaderamente justo. En su ejercicio hay que buscar siempre no herir la dignidad fundamental de las personas y de los grupos humanos, y de respetar sus creencias religiosas.

 

Me informo, luego existo

 

        Una forma de existir y no vivir del hombre actual se debe al hecho de la información. El hombre de hoy, desde el niño hasta el anciano, viene literalmente bombardeado de información sobre lo que tiene que ser, lo que debe de poseer, qué debe vestir, qué escuela debe frecuentar, las amistades de las que debe rodearse, qué es lo que debe comer, beber, los lugares a dónde tendrá que ir de vacaciones. La información, cantidad infinitamente enorme, y la velocidad de la misma, cantidad infinitamente pequeña obligan al hombre a buscar en cualquier parte aquello que le viene impuesto como un sentido para definir su existencia. Si antes Descartes decía, cogito ergo sum, es decir pienso luego existo, ahora el hombre moderno tendría que decir me informo, luego existo.

        Y no es que la información sea un aspecto negativo en la construcción del sentido de la existencia. El problema del hombre moderno está en la calidad y en la cantidad de la información sobre la que apoya su ser.

 

En busca de sentido

 

        Según Nietzsche: “Quien dispone de un para qué vivir es capaz de soportar casi cualquier cómo”.

        De acuerdo con la Logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle sentido a la propia vida, a la vida tal cual es, y toda vida por más adversa que sea siempre tiene algún sentido.

        Según V. Frankl, la vida vale la pena porque hay razones, hay muchos motivos por los cuales vivir, y esto es lo que le da sentido a la existencia humana. Pero el sentido de la vida no puede ser dado, sino que debe ser hallado por uno mismo.

        La vida misma es una misión continua… es un vivir por algo o para alguien.

        Cada hombre, tú, yo, el más desgraciado de los miserables, tenemos dentro de nosotros una mente y un corazón que nadie puede tocar, que nadie puede destruir. Es cierto que nos pueden secuestrar, encadenar, amenazar. Pero nadie nos puede obligar a pensar lo que no queremos, ni amar lo que odiamos, ni despreciar aquello que es lo más importante para nosotros. A lo sumo, podrán dañar nuestro sistema nervioso o destruir partes importantes de nuestro cerebro, pero entonces no habrán doblegado la capacidad del espíritu: un hombre enloquecido no puede usar plenamente de sus facultades, no es capaz de amar en plenitud.

        No han desaparecido, por desgracia, los campos de concentración y de exterminio. Pero resulta dramático encontrarse con jóvenes o adultos desesperados, dispuestos al suicidio o al abandono, cuando conservan a veces todas sus energías físicas e, incluso, bienes materiales más que suficientes. ¿Por qué su angustia, por qué su “neurosis”? Quizá, nos diría Viktor Frankl, porque no han encontrado el sentido de su vida. Es cierto que muchas neurosis tienen un origen psicosomático. Pero también es cierto que hay neurosis que nacen, precisamente, del sentimiento del fracaso de quien no tiene ningún proyecto serio por el que luchar, por el que sufrir.

        Cada hombre y mujer, en esta tierra, puede vivir para algo, puede vivir para alguien. Querer vivir “para nada”, en la desesperación y en el vacío de quien busca atrapar el placer del momento sin ningún proyecto serio, sin ningún amor sincero, es caminar hacia la propia destrucción emocional y existencial. Es un suicidio moral, quizá tan grave como el suicidio físico, al que no pocas veces, por desgracia, conduce.

        Por eso la terapia a la neurosis moderna radica en ayudar a los demás (y ayudarnos a nosotros mismos) a descubrir nuestro quehacer, nuestra misión en esta vida. No se trata de encontrar que de la noche a la mañana puedo empezar a ser pintor, o médico, o bombero. Lo que debo hacer, con seriedad y con realismo, es ver lo que ha sido mi trayectoria personal para coger los hilos que me dicen qué espera de mí la vida, qué anhelan los demás de mi existencia.

        “La felicidad no está en hacer lo que uno quiere sino en querer lo que uno hace” (L. Tolstoi).

 

Deseos insatisfechos

 

        En el libro  The Progress Paradox: How Life Gets Better While People Feel Worse, Gregg Easterbrook señala que a medida que se satisfacen los deseos de bienes materiales, crecen los psicológicos. “Casi todo lo que la gente desea de verdad —amor, amistad, respeto, familia, nivel social, diversión— no está en el mercado”, dice al autor. La prosperidad puede empeorar la situación: en 1957, solo el 3% de los estadounidenses se sentían solos; ahora son el 13%.

        Está claro que estos problemas no son graves comparados con la pobreza o el desempleo y, además, se pueden solucionar. La obesidad se puede combatir mejorando la alimentación y haciendo ejercicio. La ansiedad, asumiendo que algunas decisiones serán menos afortunadas que otras. Sin embargo, los problemas de la prosperidad nos deberían recordar que no importa tanto cuánta riqueza tengamos sino cómo la usemos.

 

Los impuestos

 

         El impuesto bien administrado, sirve de base para la construcción de Bienes que den seguridad al pueblo, y busquen brindar comodidad y estabilidad.

        El pueblo requiere de beneficios que le lleve a vivir en bienestar y contar con los medios para su supervivencia en casos de desastre y que sirvan de estímulo para la edificación de seguridad social y de protección.  

        Los Bienes que el gobierno exija, den garantía al pueblo, dé estabilidad social y dé trabajo, dé responsabilidad y dé honor.  Brinde al hombre beneficios que le permitan vivir de acuerdo con las costumbres sanas y honestas a las que tiene derecho, según su condición de ciudadano y que garanticen protección, abrigo, sustento, educación y honor.

        El derecho del hombre de vivir en la prosperidad y el beneficio a su propio desarrollo personal y familiar, serán la norma para el respeto a los dineros del pueblo que aporta para el sano manejo de Bienes duraderos y comunitarios, que den seguridad y paz a la nación.

        El sano manejo de los recursos del pueblo se verá reflejado en la seguridad y bienestar de los hombres y mujeres que habitan esos lugares, en provecho del hombre y la sociedad.

 

Coronavirus o COVID-19

 

        Sí, no podemos de ninguna manera ignorar la fatal epidemia del Coronavirus o COVID-19 que ha llamado la atención en las redes sociales, en los medios de comunicación con este virus mortal.

        Esta epidemia ha golpeado a muchas personas en el mundo, teniendo una repercusión muy delicada creando pánico a nivel mundial.

        Se trata de una enfermedad nueva cuya evolución lógicamente no se conoce y obliga a la prudencia, y también que el contagio desde personas sin síntomas favorece extremadamente su transmisión. Hay otro factor importante que hay que tener en cuenta y tiene que ver con el miedo y el pánico a lo desconocido en una sociedad desacostumbrada a los riesgos, con el exceso de confianza en la medicina, y con los intereses económicos que se lucran con la epidemia (que van de la búsqueda sensacionalista de las audiencias hasta las empresas fabricantes de los productos sanitarios relacionados con la misma).

        Hay que ponerle atención a este virus que no es un chiste, es una amenaza al ser humano. No existe hasta este momento un tratamiento específico, aunque se han probado muchos y algunos se han publicitado desde los medios como si estuviera comprobada su eficacia: una enfermedad autolimitada y con tendencia a la curación favorece la falsa impresión de que cualquier medida es eficaz, aunque realmente no tenga efecto o simplemente actúe como placebo.

        No faltan irresponsables que toman a broma la situación y no le dan la importancia que merece. Con la salud y la vida, no se juega.

        Teníamos todo bajo control, estamos orgullosos de nuestro continuo progreso, los avances tecnológicos nos tienen boquiabiertos, el 5G se está implantando, la medicina no deja de progresar, el PIB crece… hasta teníamos nuestra agenda 2030, con todo previsto y organizado, con nuestras prioridades.

        Y, de repente, un microscópico virus, desmonta todos nuestros planes, nos sentimos impotentes, no tenemos capacidad suficiente para combatirlo, miles de personas se contagian y miles mueren, las economías de todos los países avanzados se desploman, los planes de emergencia resultan inciertos e insuficientes. Los más débiles y los más pobres son los que sufren las peores consecuencias.

        ¿Saldremos de esta? Claro que saldremos, pero, esperemos que un poco más modestos, más humildes.

        Seguro que va a mejorar nuestra capacidad para superar este tipo de crisis, pero, ¿no podemos aprovechar para mirar un poco más lejos? Es una excelente oportunidad para que humillemos nuestra soberbia, para que seamos conscientes de nuestra limitación, que reconozcamos nuestra debilidad, que nos quede claro que no somos todopoderosos, que somos muy vulnerables.

        En países, como España e Italia, que hemos estado padeciendo gravemente la epidemia han surgiendo reacciones humanitarias ejemplares de solidaridad hacia los demás y, concretamente, hacia los profesionales de salud y seguridad que se tienen que exponer al virus. En estas situaciones se despiertan los mejores sentimientos en las personas.

 

Cada persona necesita saber las razones de su lucha en la vida

 

         Los derechos humanos, los servicios sociales, las estructuras y costumbres que permiten a todos los ciudadanos un mínimo de posibilidades de dignidad personal y de solución a sus necesidades materiales, son realidades del estado de bienestar que hacen innegable su calificación positiva y el deseo de alcanzarlo y conservarlo. Es el famoso “desarrollo sostenible”. Por eso, y aunque solo sea de una manera circunstancial y transitoria, a todos nos inquieta que pueda perderse —aunque solo sea momentáneamente— por razones de terrorismo, desastres naturales u otras causas de difícil o imposible prevención.

        Pero todo esto, con ser tanto, no le es suficiente al hombre. Usando versos de Bécquer, se puede decir: “¡Qué hermoso es cuando hay sueño/ dormir bien… y roncar como un sochantre…/y comer… y engordar… y qué desgracia/ que esto solo no baste!”. O, si se prefiere, con palabras más filosóficas, de Kant: “Dadle a un hombre todo lo que desea e inmediatamente pensará que ese todo ya no es todo…”.

        En Suecia hay mucha gente que de una manera explícita se hace eco de la insuficiencia de la sociedad del bienestar. Y así, se puede leer la obra narrativa de Lars Gustafsson, por poner un ejemplo concreto, en relatos actuales como “La tarde de un solador”; o las novelas de Henning Mankell, que protagoniza el comisario Willander; o tantos otros literatos, pensadores, teólogos… Que un país vaya bien no es todo, pues cada persona de cualquier lugar del mundo necesita saber hacia dónde, y el por qué y el para qué de su lucha en la vida.

 

Banco de España, Comisión Europea y FMI

 

         El Banco de España vaticina que el confinamiento provocará una contracción “muy severa” del PIB de entre el 9,5% y el 12,4% este año.

        La Comisión Europea calcula que la economía española se desplomará un 9,4% y el déficit público alcanzará el 10,1% este año a causa de las “estrictas” medidas de confinamiento adoptadas, mientras que la tasa de paro ascenderá hasta el 18,9% y la deuda se situará en el 115,6% del PIB.

        El Fondo Monetario Internacional (FMI), como resultado del impacto del coronavirus Covid-19, espera que España cierre 2020 con un paro del 20,8% y una caída del producto interior bruto (PIB) del 8%.

        España avanza hacia la mayor recesión de su historia en tiempos de paz.

        Cerca de 900.000 personas perdieron su empleo en la segunda mitad de marzo, tras el inicio de la cuarentena, y otras 900.000 se han visto afectadas por un ERTE. Así pues, el volumen de parados podría dispararse, en poco tiempo, por encima de los 5 millones.

        El plan del Gobierno, de no corregirse, puede sumir a España en una larga y dolorosa depresión económica.Refl

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