¿Que se tiene que hablar de independencia? ¡Pues se habla! / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com.es/

   Es de sobra sabido que una negociación consiste en encontrar un acuerdo que satisfaga a las dos partes.

   Cuando no es posible, hay varias maneras de proceder: OPA hostil, búsqueda de nuevos objetivos, intentar reconducir la situación, bajarse los pantalones, contratar un sicario con fines disuasorios, renunciar a casi todo antes de perder ese todo… La cuestión catalana, ese galimatías surrealista, no parece ser de fácil negociación, pero ni son tantas las opciones que tienen las dos partes, ni parece que la partida no vaya de farol. De eso se trata, ¿O no?

   Llegaba a mis manos estos días una hoja “volandera” distribuida en Castilla en 1932, en plena República Española. En ella, una indeterminada corriente de opinión se hacía eco de un pretendido sentimiento social que manifestaba un palpable hartazgo asistido de fina ironía, y venía a pedir a las Cortes Constituyentes que ya que los catalanes se consideraban un pueblo esclavizado, oprimido, y no español, y la República no podía basarse en la opresión a nadie, les  hiciera saber de forma oficial  que eran libres, nunca más esclavos, y que a la vez, se les expulsara del conjunto del país en el que no querían vivir para que se fueran con quién quisieran. Hacía también una curiosa referencia a la fabricación de paños, bayetas, géneros de punto y butifarras, en el sentido de que costarían más baratas. Tal pasquín debió tener algún recorrido en la población de entonces, y me barrunto que si hoy día se apelara al sentido común y sosegado del currito/a común (fuera de exaltación patriótica y otras connotaciones) nos diría lo del panfleto republicano: si se quieren ir, que se vayan. Porque, vamos a ver, ¿acaso nos influiría en algo que las bayetas Vileda llevaran etiqueta de procedencia extranjera? ¿O que irse a Salou fuera un viaje internacional?  ¿O que el jamón de Teruel llevara aranceles y el salchichón de Vich siguiera siendo de Casa Tarradellas? Incluso cuestiones más serias, perdonen la frivolidad.  Ya sé que luego vendrían los economistas a hablar de macroeconomía, y esas tonterías de nuestra vida cotidiana no valdrían para nada ante el producto interior bruto y otras lindezas…

   Si somos rigurosos, todo eso de las fronteras es un asunto que manejan otros; nosotros, los de la clá, sólo las cruzamos, alimentando a la vez el mestizaje, que no es otra cosa que aceptar al diferente; las cruzamos y nos sentimos ciudadanos del mundo, aunque el aduanero nos mire como si fuéramos terroristas cuando observa la nefasta foto del pasaporte. –Claro, claro, pasaporte, pero no nos haría falta– nos dirían los que quieren instaurar una república bajo el auspicio de la Moreneta. Se dice que dos no riñen si uno no quiere. Si no queremos reñir y les damos la razón, no habrá motivo de riña (de Perogrullo). Se observa, sin embargo, y sin ser un avezado analista, que si mañana se les hiciera oficialmente libres, (con el consiguiente acarreo de buscarse la vida), se les pillaría con el paso cambiado y se les desmontaría de repente el tinglado.  Quizá esas muchedumbres de amarillo o coral desconozcan que cuando alguien promueve un divorcio de alguna manera tiene que “apoquiñar” con las contrariedades económicas. Vendrían tiras y aflojas, muebles voladizos de cap a cabeza, pero al final, y a pesar de los más astutos abogados, que seguro en algo la minorarían, la lista de deudas constatables habría que pagarlas.  Es lo que hay en cualquier Sistema, incluido el que postulan los secesionistas dados sus antecedentes fenicios. ¿O es que alguien es tan naif de creer que independizarse es gratis?

    Utilizar slogans machaconamente, como mantras, tiene el plus del cansancio y pierden eficacia de tanto usarlos, pero bueno, la realidad es una roña que afea al más galán y la política es la historia interminable de los cuernos consentidos que a veces acaban en lo que ahora llaman violencia de género. Los ciudadanos nos creemos a pies juntillas la propaganda que excita las pasiones en los bajos. Unos y otros apelamos a la testosterona para afiliarnos a proyectos nacionales que curiosamente cuentan con nosotros sólo para utilizarnos. Así, ser español o catalán se convierte en el arma arrojadiza que ha provocado en su concepto todos los conflictos armados de la Humanidad, y hacemos mala sangre. ¡Golpista! Y se esgrime como insulto de manera recíproca. ¡Feixista! Y continúa la escalada verbal. Peligrosa escalada es aquella que desconoce el riesgo del final. Seamos generosos. Dejémosles que se vayan; no van a ir muy lejos, los tenemos al lado, habrá que seguir mercadeando y montar academias para enseñar catalán. Más puestos de trabajo y a la vez, intercambio de filólogos y traductores. Que dicen que Colón era catalán, pues bueno, ¿y qué? ¿Nos importa mucho a estas alturas que fuera genovés viendo como tratan en ese país a los que se lanzan a descubrir el mar en una patera? Si ponen en cuestión toda la Historia, pues que la pongan. Nosotros sabemos la que nos han enseñado, y digo yo que también nos han podido no contar toda la verdad. ¿Y qué? Estamos presos de atavismos, somos aquello que arrastramos por herencia y si no podemos ver las cosas desde otra perspectiva, tendremos que acostumbrarnos a que se puede ser otra cosa que español, portugués o andorrano en la vieja Iberia. Ortega y Gasset dejó dicho que el problema catalán no tenía solución y que había que convivir con él. Nada nuevo, salvo las herramientas que usan para pervertir la verdad. Por eso, lo más inteligente sería adelantarse a sus pretensiones dado que sus manipulaciones cobran más esperpento cada día. No se habla de otra cosa, salvo de méritos académicos y de engañadores de uno y otro lado y por supuesto lo mal que le va al Huesca. Somos un país con taras y el castillo de naipes no soporta más el tiempo de derrumbarse. Que se vayan con la música a otra parte y nos dejen practicar la idiosincrasia rancia de un viejo país con reúma. Nadie elige donde nacer, pura cuestión de suerte, pero sería un detalle de elegancia darles la razón. Podremos elegir con quien jugarnos los cuartos habida cuenta de que con estos es francamente difícil. La demografía y la socioeconomía pondrá las cosas en su sitio. No veo imposible suplir a los siete millones que se irían con tantos como llaman a la puerta cada día. Tenemos sitio para siete veces siete nuevos españoles. Con llenar Aragón ya estaríamos iguales.

   Por concluir esta torpe ucronía: Si no se quieren ir por las buenas, los echamos por las malas. Aprovechar los postulados del contrario suele conducirle al desconcierto y a la larga, a perder la partida, que es de lo que se trata, ¿O no se está jugando al “teto”? Ya saben: tú te agachas, y yo te la…

Artículos relacionados :