Las hidalgas preguntas del quiosquero de la esquina / Carlos Calvo

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Por Carlos Calvo

     La crisis, cree el quiosquero de la esquina, se está convirtiendo en un recurso de conversación intrascendente, incorporada al saludo obligado en lugares tan efímeros como un ascensor o la espera ante cualquier ventanilla. Antes se utilizaba el tiempo, el frío cuando sobreviene en verano o el calor si aparece en invierno.

El quiosquero recuerda la pregunta que le hicieron a Buñuel: “¿Le gusta más el frío o el calor?”. Y el calandino, claro, respondió como solo dios lo sabe: “Decididamente, el frío en invierno y el calor en verano”. Ahora, cuando lo que se nos viene encima necesita más rebeldía que una esporádica charla de ascensor, hacemos unas preguntas para tratar de dar con las respuestas, porque hablar hoy de evolución y crecimiento, dice el quiosquero, es como tocar un violín con el palo de una escoba.

     ¿Es interrogativo el sentido de la vida? ¿Qué podemos amar que no sea una sombra? ¿Es malo que haya muchas hormigas en las macetas? ¿Es necesario echar colonia en la colonia para que huela bien? ¿Huele mejor el café que sabe? ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? ¿Qué significa ‘rosebud’? ¿Acaso no era el apelativo cariñoso que Hearst utilizaba para referirse al clítoris de su amante? ¿No nos advirtió Sergio Leone que la muerte tenía un precio, pero es la vida –y la cultura, y la educación- la que sigue teniendo un precio? ¿Cómo dirigirse a la gente para que piense su vida de otro modo que el acostumbrado? ¿Qué importa más, el derecho a la libertad de expresión o el derecho al respeto debido a todos y cada uno? ¿Dónde dejamos el derecho al respeto a las creencias de cada uno? ¿Compramos coches para que haya más trabajo y bienestar o vamos andando para no agotar los recursos del planeta y de paso no contaminamos el medio ambiente? ¿Es lo mismo estado del bienestar que bienestar del estado?

¿Se puede salir indemne del poder? ¿Se puede ejercer el mando sin quedar moralmente tocado por las decisiones que se deban tomar? ¿Dónde queda el peso de la justicia y los demás valores sociales, más allá de los discursos huecos para hinchar pecho? ¿Por qué cuando se juzgan casos de corrupción hay tanto celo legal unas veces (implacabilidad) y otras no (laxismo)? ¿Es posible erradicar la corrupción en todas sus formas (prevaricación, cohecho, estafa…)? ¿Desde cuándo las leyes son igual para todos si fueron redactadas en beneficio de unos, los menos, para perjuicio de otros, los más? ¿Acaso no siguen reformándolas a su antojo en todos los órdenes de la vida: penal, laboral, administrativo?  ¿Es justa una ley que obliga al que nada tiene el respeto de los derechos del hombre que lo tiene todo? ¿En qué momento la violencia se volvió condenable venga de donde venga? ¿Cuándo la crueldad es excesiva?

¿Están los tribunales para corregir abusos o para proteger a los bancos? ¿Están para castigar un presunto delito o para amparar la política financiera de las instituciones bancarias? ¿Tenemos miedo de que caiga un sistema en el que hay millones de desocupados y los obispos se hacen dueños de bienes que no les pertenecen? ¿Tenemos miedo de un sistema que expulsa a los más formados e impulsa una justicia desequilibrada y capaz de aplicar el mismo artículo con varas muy diferentes? ¿Debemos salvaguardar el sistema que protege de forma descarada a las grandes fortunas al tiempo que condena al ostracismo a millones de familias? ¿Ese es el sistema cuya desaparición nos da miedo? ¿No será que el sistema ha cambiado ya?

¿Se está atacando a un adversario fuerte o se desprecia a un competidor débil cuando se acusa a un partido de ser ‘marca blanca’? ¿La metáfora política de la marca blanca está cargada de temor o de desconsideración? ¿Miedo a un competidor que puede llevarse a tus votantes a escenario del partido que no se comerá un rosco? ¿Creer en el sentido común es una muestra de falta de sentido común? ¿Se puede considerar el criterio un enemigo de la filosofía, porque limita la capacidad crítica? ¿Está la vida permanentemente militarizada y todos debemos seguir obligatoriamente las órdenes de una corneta cuartelera? ¿Es un riesgo que hay que correr cuando una persona hace uso del libre albedrío? ¿Renunciar a la libertad de pensamiento y de acción es una actitud cobarde que te puede llevar indefectiblemente al camino de la frustración, la desgracia y la infelicidad?

¿Dónde están los datos precisos que nos permitirían entender y juzgar lo que nos sucede? ¿Dónde hay ámbitos de debate verdadero, que sea útil, del que se puedan derivar decisiones? ¿Puede hablarse en el ámbito de la cultura de la existencia de una casta surgida, como la política, de connivencias y de intereses que han procurado prebendas y asegurado posiciones de privilegio? ¿Qué es lo que atrae a las polillas a la luz? ¿Puede el entretenimiento, digamos la risa, convertirse en un elemento de cambio? ¿Somos monos cuando nos reímos? ¿Por qué imaginaba Buñuel a un Cristo roto de una carcajada en la cruz como la más sacrílega de todas las imágenes posibles? ¿Habría que dejar de preocuparse y disfrutar de la vida si finalmente no existiera un dios?

¿Nos inspiran las decepciones? ¿Es lícito ahorrar en perejil para seguir inflándose a caviar? ¿Habría que envolver los caramelos de uno en uno, como antaño? ¿Es el estilo, y no la sinceridad, lo que cuenta? ¿La religión y la ideología están para justificar errores y horrores? ¿Nada es lo que parece o, al contrario, todo es precisamente lo que parece, y de ahí ese ilimitado horizonte de frustración? ¿La indecisión es la peor decisión? ¿Qué haría si mañana recibiera una herencia de quinientos mil euros? ¿A quién confiaría su sonrisa? ¿Pueden dos alfiles de distinto color ser felices? ¿Por qué dicen que descendemos del mono si estamos hechos a imagen y semejanza de dios? ¿Por qué las putas insisten en que los políticos no son sus hijos? ¿Todo conocimiento es una respuesta a una pregunta?

¿Alguien ha pensado qué sería de nosotros si todos los aspirantes a famosos fueran animados a perseverar en sus sueños? ¿A quién le disgusta un poco de humillación en la intimidad? ¿Sabemos enfrentarnos al amor cuando no tiene el rostro que desearíamos? ¿Es el amor la medición de muchas cosas? ¿Enamorarse es un sentimiento que tiene mucho que ver con nuestra infancia? ¿Es humanamente imaginable conocer todo sobre todo? ¿Por qué todo el mundo come mortadela y nadie sabe de qué están hechas? ¿Quién no espera un proyecto político de envergadura que priorice la solidaridad y que reconozca disposiciones prácticas tales como el acceso gratuito a la salud y la educación que comprenda un desarrollo cultural plural?

Al quiosquero de la esquina, lo conozco bien, no le gustaría caer en la demagogia embarullando al desocupado lector con preguntas más o menos capciosas y, menos todavía, caer en la falsa conclusión de lo que pretende es tener razón y asunto concluido. Para nada. Para el quiosquero, en efecto, la vida es mucho más confusa y las relaciones se la hacen todavía más contradictoria. Cada situación requiere un tacto y una estrategia diferenciada. Lo que vale para un caso, maldita sea, no sirve para otro. La casuística es, felizmente, muy amplia y diversa. Por eso, como el recién fallecido Joe Rígoli, el quiosquero sigue. Dale que te pego.

¿Qué preparación nos debemos para tratar los casos que en materia de inmigración vamos a vivir pronto? ¿Llegaremos a la aberración de tener que escoger las culturas que hay que proteger y las que no, aunque vivamos con unas y con otras? ¿Es cierto que el político actual no sabe hablar porque no tiene nada que decir? ¿Surgirá la oratoria rica y en orden si se tuvieran ideas sólidas sobre algo vital? ¿No hubiera sido mejor aceptar un rescate europeo para no castigar tanto la vida de los españoles? ¿Se puede vivir sin tecnología? ¿Es invasiva la tecnología? ¿Terminaremos comunicándonos solo por whatsapp o el ordenador? ¿Ya somos más hábiles con los dedos que con la lengua?

¿Tumbarse frente al televisor, cuando el cansancio acosa, tiene más adeptos que la cama, el silencio o un buen tema de jazz que erotice el calor del anochecer? ¿Enseña más la televisión apagada? ¿No era lo mejor de la tele la carta de ajuste? ¿Lo importante es ser culto o parecerlo? ¿Estamos abocados a la apariencia? ¿El hábito hace al monje? ¿Se escribe para ligar? ¿Se escribe por venganza? ¿Ya no hay casta ni en los toros? ¿Tiene sentido hacer encuestas de opinión hoy? ¿Es cierto que los lectores son inteligentes y la gente estúpida no lee libros? ¿Detrás de cada hombre hay una gran mujer? ¿Detrás de un buen director de cine hay un gran guionista?

¿Por qué será que en las dependencias institucionales hay menos lunas que retratos encargados a pintores amables? ¿Será para evitar a los políticos la friolera de su imagen reflejada? ¿Cómo se hace para ser un payaso fuera de uno mismo? ¿Es posible construir un personaje si no es partiendo de tus propios materiales básicos? ¿Será verdad que cada estría cutánea lleva nombre y apellido? ¿O es la señal de una pérdida? ¿O de un descalabro emocional?

¿Acaban por disiparse las cortinas de humo, aunque el humo sea narcótico, y al final el emperador se muestra desnudo? ¿Se llega a la memez cuando la estupidez llega a su extremo? ¿Siempre ha tenido miedo el gobierno español de sus habitantes? ¿No es de democracia triste y débil, poco consistente, tener miedo de la gente? ¿No nace la libertad del pueblo y la soberanía está en sus manos? ¿No es España uno de esos países que en lugar de creer en la democracia cree en el estado? ¿Solo con las leyes se puede ahogar la voluntad de los ciudadanos? ¿Cristo hizo el tonto al entregarse a los romanos?

¿Por qué son tan caros los restaurantes de vanguardia? ¿Es cierto que se debe comer la fruta siempre sola y no integrada en una comida? ¿Es bueno hacer un día a la semana dieta depurativa tomando solo calcio, verduras y similares, para mantenerse en forma y compensar excesos? ¿Cómo ve un pez el río por el que nada? ¿Quién mató a Harry? ¿A la legión le gustan las mujeres? ¿A las mujeres les gusta la legión? ¿Dónde las dan las toman? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? ¿Qué nos importa la revolución? ¿Quién grita venganza? ¿Quién me hará olvidar sin morir?

¿Qué sucedería si se eliminaran las obras de arte de las exposiciones? ¿Cómo sería un museo que se niega a reproducir nada? ¿Es Johan Strauss el padre del chotis y las sevillanas? ¿Sabrán sus herederos que el rey del vals fue ridiculizado por dos grandes del humor español como Tono y Mihura en una película austriaca pero doblada con la verborrea absurda y el ingenio delirante habitual de los fundadores de ‘La codorniz’? ¿Son el castellano, el catalán y el italiano variantes de una misma lengua madre? ¿Qué efectos ha tenido la crisis sobre el estado anímico y el espíritu del empresariado aragonés? ¿Lo ha amedrentado o lo ha fortalecido? ¿Lo ha vuelto más proteccionista o más ambicioso?

¿Por qué es tan difícil para algunos deportistas de élite retirarse? ¿Se echa de menos la alta competición? ¿Cómo se adaptan a su nueva vida sin aplausos y sin reconocimiento? ¿El éxito deportivo garantiza un éxito profesional? ¿Debería la fundación 2032 que controla el equipo de fútbol del Real Zaragoza haber gastado con más generosidad? ¿O solo quiere pilotar la transición hacia tiempos mejores? ¿O, simplemente, estamos frente a una mentira piadosa?

¿El miedo es la reacción ante la necesidad de reubicarse en un nuevo contexto? ¿El miedo se percibe, más o menos conscientemente, como una amenaza? ¿El miedo tiene muchos rostros? ¿Puede ser la experiencia de un desequilibrio que pone en cuestión la estabilidad conocida? ¿O es la constatación de una inseguridad percibida como peligrosa? ¿O la conciencia de ser vulnerable? ¿O el reconocimiento de que algo nos amenaza y que quizá no tenemos fuerzas suficientes para hacerle frente? ¿Es un filósofo alguien que tiene miedo? ¿Se puede hablar en nombre del “pueblo” o de la “ciudadanía” en una democracia pluralista? ¿Tiene miedo el bipartidismo –y sus adláteres- ante la irrupción de ZeC en el ayuntamiento de Zaragoza? ¿Dónde quedarán los privilegios mantenidos incólumes durante décadas?

¿Por qué, por lo general, la literatura local contemporánea se lava las manos en estos asuntos?

Al quiosquero de la esquina, no hace falta decirlo, le encanta la literatura, le “permite vivir las cosas como si estuvieras dentro de ellas, estando fuera”, por decirlo con Miguel Sánchez-Ostiz, de quien está leyendo el libro ‘Peatón de Madrid’, porque se lo ha dejado, al ir a comprar el pan, su compadre Julio José Ordovás, el escritor con más miga de esta tierra nuestra. Un libro, dice el quiosquero, con un fino o no tan fino sentido del humor, que habla del oficio del paseante y de las calles que pasea, de las tabernas y los mendigos, de las tiendas color canela y las noches de blanco satén, de los libros viejos y los domingos, de los pasajes, recordatorios y ropa vieja. Y su reconfortante lectura le proporciona la necesaria capacidad para plantearse más preguntas. ¡Hala preguntas! ¡Venga preguntas!

El quiosquero, un suponer, sabe que detrás de cada una de las preguntas se puede generar debate, reflexión, en reseña o en ensayo, pero tampoco quiere ponerse estupendo. La pregunta relevante es la que aprendimos de Cicerón, nos advierte el quiosquero: “¿Hasta cuándo vamos a permitir que abusen de nuestra paciencia?”. ¿O es resignación? ¿O cobardía? Y, en todo caso, ¿llegará la respuesta a esa pregunta antes de que sea demasiado tarde? ¿Son finales y principios, periodos de colapso y recuperación, los momentos que llamamos crisis? ¿Acaso no oímos decir hasta la saciedad que una buena ficción plantea siempre preguntas? Sin embargo, dice el quiosquero, del histórico cuestionario Proust ya no queda nada.

Cuando en un estudio o en un plató de un medio de comunicación te amenazan con una batería de preguntas rápidas, ya puedes rezar para no quedarte en blanco, aunque quedarte en blanco sería la respuesta más inteligente a la estupidez estructural de las preguntas. Internet ha facilitado la difusión de estos cuestionarios frívolos, basados en dualidades recreativas que no aportan nada pero tienen la efervescencia idónea para parecer lo que no son (dulce o salado, mar o montaña). El otro día, sin ir más lejos, le preguntaron a una famosa actriz: “Si tienes que escoger, ¿qué prefieres: follar o tener razón?”. A dilemas tan absurdos como qué te llevarías a una isla desierta o si cantas mientras te duchas habrá que añadir, a partir de ahora, esta inquietante disyuntiva filosófico-sexual.

El quiosquero de la esquina, aturdido de que en muchas preguntas ya existan las respuestas, cierra el chiringuito. La noche, en realidad, aún no ha comenzado. Y eso le alivia.

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