Por Jorge C. Álvarez
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Hace unos años escribí lo siguiente. Si bien no soy un analista político, afirmaba, pero usando un parlamento del genial Woody Allen podré contarles cómo está la Argentina hoy.
En el filme, de 1975, “Annie Hall” (“Dos extraños amantes”) según la caprichosa traducción de los distribuidores para el Tercer Mundo el actor y director afirma que: “Salí durante un tiempo con una mujer de la administración Eisenhower. Yo trataba de hacerle lo que Eisenhower le hizo al país durante todo su gobierno”. Sí amigos, compañeros de desgracias y camaradas: desde hace 50 años, y no Dwight Eisenhower precisamente, los gobernantes elegidos democráticamente y los surgidos por golpes de Estado nos violan. Y pisotean nuestros derechos. Y lo peor es que no nos gusta. O al menos a una gran mayoría de los ciudadanos.
Lo cierto es que en la Argentina de hoy como en España la anarquía llegó para quedarse. Y a ello contribuyen, de manera decisiva, los gobiernos de turno. O los desgobiernos, si lo prefiere. Los ciudadanos de segunda, los estúpidos que trabajamos día a día, vemos cómo el Estado se desentiende de una profunda crisis que golpea todos los estamentos de la sociedad. Al despertar la radio y la tv te informa, como quien te da las cotizaciones de la Bolsa, del menú de protestas callejeras de los indignados; de las huelgas de maestros y de profesores o de médicos o de empleados de Bancos, etc, etc.
Mientras que el Gobierno, en vuestro caso, comienza a optar por reducir la calidad de la enseñanza, de la salud, a cercenar el presupuesto para los investigadores y hombres de ciencia. Sí, son los mismos que hacen unos meses tenían todas las soluciones para los problemas que generaron los “otros”. Otros que también, como ellos, son nuestros empleados. Son empleados calificados del Estado. Y al Estado los formamos todos. Ellos, yo, ustedes y todos los que mediante el voto los encumbramos.
En unos cuantos meses generaron un ejército de parados compuesto por jóvenes a los que se les robó el futuro, les birlaron las esperanzas y los sueños de un futuro mejor. Fueron timados. Y tienen tanta suerte que aquí o allá siempre habrá alguien dispuesto a servirles en bandeja una coartada para que se convierta en una cortina de humo, como lo es el caso YPF-Repsol.
Siempre recuerdo un graffiti político que una vez vi en un muro: “Nadie cumple. Entonces, en la próxima, vote a nadie…”.
Mientras tanto hay que enfrentar la tormenta con la esperanza de que no nos fuercen a hacer un Arca para salvarnos del diluvio de la estupidez.