Fronteras mentales y otras….


Por Cristina Beltrán

 Al hilo del movimiento actual entre fronteras europeas con Rusia (desde Moscú a Kiev hay un largo trecho jalonado por una frontera) recuerdo un artículo escrito…

…ya en diciembre de 2019 para la revista nº 16 de“crisis” y que voy a trasladar en gran parte retocado y actualizado.

   Sé que hay lugares a los que no puedo llegar ni alcanzar con la mirada; son para mí una frontera física y mental que marca mundos distintos, convergentes o divergentes; conforman fronteras muy distintas que la tierra nos regala. El término “frontera” en español es palabra sustantiva femenina. Es una palabra rotunda pero, a veces, puede ser tan sutil como una sensación o pensamiento que une o separa, y tan fuerte como el subterráneo abismo.

   Define un borde o raya donde termina un estado o un país e indica los límites de cada uno, llamado también confín. Es una línea imaginaria o real que separa dos países, . La descripción se hace extensiva a la fachada o parte frontal de una edificación, según la arquitectura y la época en la que fue realizada para encajarla en un estilo e historia determinada.

    Dejo constancia de que se está muy agustico a este lado de la frontera, donde todo es seguridad y bienestar (al menos eso nos pretenden vender). No es cómodo salir de la zona de confort para debatir sobre las razones que nos llevan a recelar de otras culturas o de otras personas que piensan y actúan de forma distinta a la nuestra.

  Existen muchas clases de fronteras, también las mentales, que a veces se erigen en el principal escollo para la convivencia con la que te puedes dar de bruces y que puede echar por tierra tu educación, valores y forma de ver el mundo. Muchos tipos de fronteras levantamos, muchos tipos de fronteras existen.

    Apunta en tu agenda: quedamos en la entrada de nuestra frontera, hablamos y quizás consigamos tirar la valla que nos separa. Tan fácil escribirlo, tan difícil hacerlo; parece que a nadie le va bien ahondar en los porqués de lo que nos separa; requiere tiempo y ganas.

    Ábreme la puerta de tu trabajada y costosa fachada para atravesarla, darte un abrazo y volver al lado donde me encuentro segura. ¡Qué poético! Si los abrazos fueran gratis y verdaderos, abriríamos muchas puertas para que las fronteras perdieran su función.

   ¿Saben que hay muchas gentes dedicando su vida a estudiar el término “frontera”? Hasta tenemos líderes mundiales obsesionados con levantarlas. Es que existen de todo tipo, físicas y mentales; sobre todo, estamos dispuestas a pagar para hablar de las distintas formas de ponerlas y quitarlas, para escuchar las excusas y miedos que nos hacen elevarlas, para tranquilizar nuestras conciencias a cambio de esconder los motivos.

    ¿Cuál es el hilo que hilvana nuestra cordura? ¿Dónde queda la frontera? Hay años luz entre unas y otras mentes. ¿Cómo adentrarnos en los pliegues de esa materia blanda del cerebro? ¿Cuál es el fusible maldito que funde la razón con la sinrazón? Esto me da mucho que pensar… con el tiempo los profesionales van aprendiendo más sobre enfermedades mentales; el trabajo y la investigación van dilatando los muros de los psiquiátricos dejando paso a actuaciones más humanizadas. Esa elevada frontera entre mentes tan complejas es frágil y con la salud no se juega. Se tendría que invertir más tiempo en el conocimiento y tratamiento de las enfermedades mentales para dignificar los espacios y la vida de personas distintas por sus circunstancias, para devanar la madeja de términos en torno a este tema y esto motiva que vaya a parar a otra palabra cruel: “tabú”. Ésta ha servido para guardar las formas que socialmente interesan en cada momento; para ser más directas sobre el choque de ignorancias, y especialmente para describir la frontera sobre la salud mental y el desconocimiento o tratamiento general sobre las enfermedades mentales haciendo que entremos en una espiral tabú hacia las acepciones utilizadas para describir los diagnósticos que afectan a personas de todas las razas, en todas las culturas, personas especiales que nos ponen en un brete y de las que hoy con un tratamiento adecuado solamente nos diferencian los tipos de fármacos diarios que debemos ingerir.

   En ocasiones las fronteras se pintan de colores y se elaboran lindos discursos para dar sentido a los muros. A según quienes les damos paso abierto por tierra, mar y aire, pero las batallas más importantes las libramos con nuestras fronteras mentales. Si nos educásemos con mentes abiertas, sin miedo a lo desconocido, tal vez, solamente tal vez, no nos tendrían tan atadas, no invertiríamos tanto esfuerzo para separar países y gentes.

    Las construcciones culturales nos deshacen por dentro y por fuera. Por lo tanto, incidiré en que el principal escollo a vencer es la mente de cada persona —en la que convendría trabajar—en lo que consideramos normal y anormal, en las construcciones culturales. Deberíamos pisotear el tabú del “bienquedar”. La poesía trabajada en grupos internacionales podría solucionar muchos de estos problemas y evitar millonarios presupuestos fronterizos, pero lamentablemente estamos siempre ocupadas en temas bastante más irrelevantes. Esta palabra se llenaría de esperanza si fuera siempre acompañada de respeto y libertad. Con esto, las fronteras solamente servirían para respetar la intimidad, la cultura y los sentimientos de la gente.

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