Los vencejos, esos pájaros increíbles


Por Eduardo Viñuales

En votación popular el vencejo común ha sido proclamado Ave del Año 2021. Esta ave urbana que nos visita en Aragón a partir del mes de abril, corre peligro por la destrucción de sus áreas de cría, es decir, antiguos edificios, iglesias, puentes, etc. El vencejo pide renaturalizar las ciudades.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista
http://www.asafona.es/blog/?page_id=1036

      Uno de los sonidos que más me gustan en Zaragoza ciudad de la primavera y el verano es el griterío de los vencejos cuando se persiguen volando. Las tardes estivales no serían las mismas si no tuvieran de fondo a la libre y ruidosa comitiva de vencejos que, lanzados al aire como un boomerang, pasan a la toda velocidad en grupo junto a la torre de las iglesias, por el pasillo estrecho de las calles o sobre los tejados de ciudades y pueblos de todo Aragón.

    El que es para muchas personas el pájaro más sorprendente del mundo seguramente vive en nuestra misma ciudad. El vencejo común (Apus apus) es muy abundante y anida bajo los tejados, emitiendo al aire estridentes chillidos. Antaño se le llamaba “el ballestero” o “el arquero”, ya que en el cielo adopta con frecuencia la curiosa forma de un pequeño arco negro extendido con su flecha.

    Como todos los años, estos pájaros de color pardo oscuro, mancha blanca en la garganta y cola muy ahorquillada, una vez que ha entrado el mes de abril acuden fieles a su cita en España, procedentes de sus refugios en el sur de África.

   El cercano vencejo es un pájaro muy curioso porque, entre otras cosas, duerme en el aire, en pleno vuelo, y no se posa en su vida más que para incubar los huevos y dar de comer a los polluelos. Su vida completa, su alimentación, su reproducción y su descanso están enmarcados siempre en el cielo. Como buen volador que tan apenas se posa, sus patas están atrofiadas y por evolución han quedado reducidas a la más mínima expresión de desarrollo. Su nombre latino, “apus”, quiere decir “sin patas”. Eso sí, todo su cuerpo es puro diseño aerodinámico. Y algunos vencejos pueden llegar a alcanzar la increíble velocidad de 160 kilómetros por hora, logrando picos de hasta 200 Km/h.

    Su nido, en la hendidura de un edificio, lo construye la pareja utilizando plumas atrapadas en vuelo y tallos que va pegando y uniendo con saliva hasta formar una bandeja plana. A final de mayo pone de 2 a 3 huevos que incuba durante unos 19 días. Los pollos, una vez nacidos, en lugar de abrir el pico y piar como es típico en el resto de aves, lo que hacen es tirar de las plumas del cuello de los progenitores para reclamar atención.

   Otra curiosidad del vencejo está en el metabolismo de los pollos. Los adultos pueden detectar la presencia de una peligrosa tormenta, en el valle del Ebro por ejemplo, y desplazarse a muchos kilómetros de distancia evitándola. Son una especie de superdotados en cuestiones de meteorología. Se han dado el caso de desplazamientos hasta zonas de Extremadura. ¿Y, entonces, qué pasa con los polluelos que aguardan comida en el nido? Pues éstos poseen una adaptación muy especial consistente en disminuir su ritmo metabólico cuando los padres se ausentan debido a condiciones climatológicas adversas, situación que puede durar hasta dos semanas. Los pollos permanecen en el nido seis semanas. Al poco tiempo de lanzarse al aire, ya son capaces de volar la distancia equivalente a mil kilómetros al día. Inician así una larga carrera aérea que durará entre diez y quince años de vuelos locales e intercontinentales. Los científicos calculan que entre el día que un joven vencejo se echa a volar y el que se posa finalmente en un edificio para buscar un agujero, transcurren dos años completos. Entre tanto puede haber volado cerca de quinientos mil kilómetros, sin posarse nunca, es decir, doce veces el contorno de la Tierra.

    Como era de esperar, los vencejos cazan al vuelo. La técnica predadora del vencejo consiste en ir papando los insectos voladores con su boca abierta. Le bastan imperceptibles cambios de dirección para hacer coincidir su orificio bucal con la trayectoria de algunas de sus presas. La capacidad de almacenaje de su boca es tan asombrosa, que se han llegado a contabilizar hasta 1.000 presas en una sola ceba a los polluelos. Diariamente pueden llegar a suministrar unos doce mil insectos, el equivalente al peso de un ave adulta.

    El conocido naturalista Félix Rodríguez de la Fuente escribió de ellos: “Los ornitólogos nunca han pasado por alto el momento en el que los vencejos forman vivientes carruseles al atardecer o cuando se desplazan en grupos apretados en órbitas velocísimas que lamen las viejas piedras de las murallas y edificios antiguos en que tantas veces nidifican. En este cuaderno de campo que es la memoria de una infancia agreste, tengo anotadas con letras de fuego las llamadas bodas de los vencejos, en las hermosas primaveras y veranos de mi pueblo. Desde un alto balcón de mi casa, asomándome cautelosamente para no interrumpir sus gloriosas pasadas, me pasaba horas y horas arrobado en la contemplación del raudo vuelo de los vencejos: la masa vigorosa y chirriante de la bandada, las alas falciformes, los cuerpos robustos y aerodinámicos, la belleza de la curvilínea trayectoria que metía bandadas enteras en las estrechas calles medievales de mi pueblo”.

   En este 2021 el vencejo común ha sido nombrado por votación popular Ave del Año. Para la organización ecologista SEO/BirdLife. “Los vencejos se suman a la larga lista de aves comunes, como gorriones o golondrinas, en declive poblacional, una clara señal de que nos enfrentamos a una crisis ecológica sin precedentes. Una crisis que requiere de un cambio rápido hacia un modelo sostenible que permita hacer frente a los dos grandes desafíos de la humanidad: el cambio climático y la cada vez más alarmante pérdida de biodiversidad”.

    Los naturalistas de la Sociedad Española de Ornitología que los vienen estudiando en los últimos 20 años saben que el declive de sus poblaciones puede ser del orden del 31%. “Una de sus principales amenazas es la destrucción de sus lugares de cría. Tanto los vencejos comunes como los pálidos vuelven año tras año a criar en los mismos edificios. En ocasiones, al llegar desde África, los vencejos se encuentran con sus zonas de cría destruidas por obras de rehabilitación, o incluso sucede que las obras comienzan con los vencejos en el interior de sus nidos. En estas situaciones se observa la desesperación de los vencejos adultos por encontrar la desaparecida entrada a sus nidos”, que es lo que sucedió hace unos años en la reforma de una fachada del Real Seminario de San Carlos de Zaragoza, donde se “cerraron” los huecos de decenas de esos mechinales donde criaban estas aves protegidas hace décadas.

    Es preciso naturalizar los barrios y pueblos, en todas sus dimensiones, con el objeto de convertir los espacios en los que vivimos y trabajamos en aliados frente a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático y, con ello, en herramientas que mejoran nuestra salud y nuestra calidad de vida.

     La biodiversidad urbana debe ser un eje vertebrador de las políticas municipales. Son numerosos los estudios científicos han demostrado que un mayor contacto con la naturaleza contribuye a mejorar la salud de los habitantes de las ciudades, permitiendo el contacto directo con la biodiversidad en el día a día de la ciudadanía.