Chopos cabeceros del valle del Jiloca


Por Eduardo Viñuales Cobos. 

     Los chopos cabeceros forman uno de los paisajes arbolados más característicos de los páramos de la provincia de Teruel y de valles como los de los ríos Jiloca y Pancrudo. Son un Bien de Interés Cultural y son los protagonistas de un Parque Cultural en torno al río Alfambra.

     Entre los páramos desnudos y los cerros redondeados de las tierras del valle del Jiloca se pasea un hilo de agua y verdor que es el río Pancrudo.

Eduardo Viñuales
Escritor Naturalista

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    Su cauce se halla orlado de recios y altos chopos, álamos negros que a través de una escamonda o poda periódica –cada 12 ó 15 años- han adquirido esa característica forma arbórea consistente en una cabeza o “toza” engrosada de la que nacen largas y verticales ramas o vigas. Estos bosques lineares turolenses son un paisaje cultural, un oasis alargado de árboles cultivados que tienen la gran virtud de acoger a una rica biodiversidad.

    La sucesión de chopos o álamos negros (Populus nigra) dibuja un bosque lineal junto al cauce del Pancrudo, un río que tras 46 kilómetros de recorrido se hará afluente del Jiloca, muy cerca de un bonito puente romano. Nace en el altiplano del término de Pancrudo y desde su origen va creando bellos rincones a su paso por Alpeñés, Torre los Negros, Barrachina, Cutanda, Navarrete del Río, Lechago y, finalmente, Luco de Jiloca. El agua y su duro entorno natural originan un paisaje de gran contraste visual.

     Un estudio realizado por naturalistas locales estima que en la cuenca del río Pancrudo habrá unos 21.500 “chopos cabeceros” todavía vivos, que ocupan riberas, barrancos y acequias, junto a campos de cultivo, huertos, caminos y carreteras. También se destaca que uno de los mejores lugares para observar este tipo de bosques alargados de carácter cultural está situado entre Barrachina y Torre los Negros.

    Nuestro protagonista vegetal es el “chopo cabecero”, viejo y frondoso árbol que ha creado un paisaje humanizado con identidad propia, pues desde hace siglos ha sido aprovechado por las gentes de estos tranquilos pueblos para obtener leña y madera de cara a la construcción puesto que sus vigas largas -de unos 10 m-, ligeras y resistentes eran antaño muy apreciadas para la realización de casetas auxiliares de labores agrícolas o ganaderas.

     Junto al agua vamos a ir encontrando plantas acuáticas como el carrizo y la anea, e incluso es posible que nos salga al paso volando alguna garza real que ande por allí cerca pescando. Y es que en estos cursos limpios habitan peces como el barbo culirroyo, el pez lobo o incluso la exigente trucha común. Conforme avanzamos, veremos que a las columnas cabezonas de los chopos o álamos también les acompañan otros árboles del soto de ribera original, especies menores como el sauce, el álamo blanco, escaramujos, majuelos, zarzales… e incluso algún interesante grupo de álamos canos, un árbol frecuente en la provincia de Teruel que resulta muy similar a sus parientes, los álamos blancos y los temblones, pero que al entrar el otoño cambia hacia un color rojizo. Por supuesto que por estos bosques de galería no faltan los juncos, los epilobios de flor rosa o los berros típicos que enraízan dentro del agua.

    Si somos curiosos veremos que los chopos cabeceros del río Pancrudo a su paso por Barrachina están llenos de rugosidades y de huecos, oquedades naturales donde tan pronto puede surgir un buen manojo de setas de chopo, como que anide un autillo o un carbonero común, se esconda algún murciélago… o como que estas hendiduras son el hogar de numerosos insectos xilófagos, escarabajos que se nutren exclusivamente de la madera muerta como el ciervo volante. Estos viejos árboles son, desde luego, una gran casa para la biodiversidad silvestre.

Un bien de ineteré cultural vivo 

    Cuando pensamos en la declaración de un Bien de Interés Cultural (BIC) solemos pensar en monumentos, edificios con historia, yacimientos arqueológicos… pero en Aragón dentro de esta figura de protección también se halla desde el año 2016 la cultura asociada al chopo cabecero, como un bien inmaterial relacionado con la historia y las tradiciones del país, como un patrimonio etnológico de Aragón digno de cuidado y conservación.

   La cultura del chopo cabecero en el sur de Aragón se refiere, en su sentido más amplio, a la actividad de la escamonda, desmoche o trasmoche del álamo negro (Populus nigra), así como a los conocimientos, técnicas y usos asociados a dicha actividad.

    El manejo y aprovechamiento del chopo cabecero es un ejemplo singular de la relación del ser humano con la naturaleza así como de la configuración de paisajes antrópicos a través de una actividad extractiva transmitida en estos pueblos de generación en generación, de padres a hijos.

    En otro valle cercano de la provincia de Teruel, en el del río Alfambra, podemos disfrutar de otro gran paisaje igualmente protagonizado por el chopo cabecero, un lugar que ha sido protegido por el Gobierno de Aragón como “Parque Cultural”, un lugar donde vuelca toda su ilusión un gran estudioso y amante de estos seres vivos: el naturalista y profesor Chabier de Jaime.