Mario Hinojosa, ‘Pico de buitre’: El observatorio de los sueños y los abismos

Por Jesús Soria Caro

     Pico del buitre remite a un observatorio astronómico. Esta realidad le permite a Mario Hinojosa mirar a las estrellas, a las luces que rozaron la eternidad o se acercaron a sus abismos.

    Estas luces que centellean en la oscuridad de la totalidad del tiempo son vidas, aparecen metaforizadas como astros de luz que consumaron su fuego, sea este de intensidad destructiva o de sublime elevación a las cumbres de un incendio vital. Miremos en la oscuridad, veamos sus luces. Sintamos el calor de aquellos que como Ícaro desafiaron el fuego del destino y rozaron en un instante de eternidades, con sus alas de sueños, la fuerza del sol. Se creyeron semidioses, hermanos de Prometeo, pero el fuego de la realidad derritió la cera de sus sueños. Algunos alcanzaron la cumbre del destino, otros cayeron al abismo. Veamos esto en la vida, miremos al cielo, a las estrellas y a sus luces que parpadean con la poesía, mostrando la rebeldía contra la deformidad de la utopía consumada con la historia, el hambre de escribir otro destino con su sangre de sueños, la tinta de unos versos.

    A lo largo del poemario se cumple una estructura recurrente. La breve cita que define el fenómeno estelar que da título al poema sirve de explicación y de correlato del significado vital con lo que se simboliza. Así cada elemento cósmico es un poema que describe una ruina de luz, una explosión de belleza, un instante de fuego. Así lo encontramos por ejemplo en “Supernova” poema de título homónimo que da lugar a un texto de una vida a punto de apagarse, al igual que el fenómeno descrito:

            a más de ochenta años del primer llanto,

            a más de sesenta del primer amor

            lejos de todo y de todos,

            enfriándote en la inmensidad

            desapareciendo sin pena ni gloria. (Hinojosa, 2020: 12-13).

   De gran belleza es “Estrella polar”. Poéticamente alude a un eje de referencia que, en la rotación del tiempo, en nuestra soledad final sirve como única referencia que guía la belleza de nuestro viaje, circulo vital que se cierra en su último giro:

            una llama ilumina su rostro en la foto

            ella era tu estrella polar,

            tu norte,

            tu destino

            y fue tu final

            Su sonrisa congelada en el tiempo

            nunca te falla […] (Hinojosa, 2020: 16-17).

    “Estrella fugaz”, según la ciencia, tal y como se cita con el fragmento seleccionado por el poeta, desde su referencialidad ofrece una mirada poética: “minúsculas partículas de polvo, procedentes de un cometa, entran en la atmósfera y al desintegrarse por fricción, producen un rastro luminoso”. Así sucede con el fuego vital de algunos abismos, brillan en toda su intensidad y la eternidad arde en las hogueras de su instante efímero: el de la gloria y su crepitar de intensidades efímeras se queman con la llama del vacío del tiempo:

            emprendes el vuelo

            despegando del tartán como un reactor,

            los flashes y las bocas abiertas,

            tu melena contra la gravedad

            y un salto eterno de 8,56,

            apenas rozas la arena,

            te espera la gloria.

            Un poco más, vuela un poco más.

            Y ponles nombre a aquellos sueños de juventud

            de finales de los noventa,

            tú ibas a romper la barrera de los nueve metros

            y yo a tocar en una banda de rock y ser escritor,

            no queda nada de eso,

            ahora saltas para siempre en el abismo de la muerte (Hinojosa, 2020: 19).

    “Eclipse” definida en la ya sistemática cita previa a los poemas: “ocultación de un astro por otro, visto desde un tercero” alude a la soledad oculta de quien queda borrado del fuego de la unión por un tercero, que se funde en explosión amorosa de la que hubiera deseado ser parte. Así la observadora queda apagada, arrojada a su nada por el fuego de unión de estas dos estrellas, la amada y la de quien ocupa el lugar de su deseo. Son ambas pieles de luz de fuego que desde su amor la ocultan, la desplazan a sus abismos de oscuridad:

            Estabais juntos, lo pude ver entrecerrando los ojos,

            aguantando las lágrimas de dolor,

            estabais abrazados, fundidos en un solo cuerpo

            y el cielo era testigo de vuestra luz y de mi oscuridad.  (Hinojosa, 2020: 20).          

    “Sirio” es la estrella más brillante. Le sirve al poeta para evocar el rastro de luz de quien guiaba su viaje en la oscuridad del tiempo. Es hermosa la fusión de su ojo mirando por la cámara y la sugerencia de viajar por el universo de sus ojos, cosmos de luz en la pupila oscura que sugiere el paisaje infinito de la amada

            Una señal,

            una epifanía cotidiana

            donde gastar los ojos,

            un interminable viaje a través de ti,

            de tu mundo estepario.

            Aún te veo

            con el dedo índice accionando la Polaroid,

            la aventura

            el viaje a Ítaca y a la luna y a Marte,

            de eso quien se acuerda,

            el cielo se agarra a las aceras

            y no estás,

            tengo sueño

            y nadie me arropa

            ni me da las buenas noches,

            envejecer es eso,

            ser conscientes de nuestra soledad. (Hinojosa, 2020: 29).

    El universo aparece representado alegóricamente como un anciano, Saturno, que devora a sus hijos, como un caníbal de luz, estrellas, y destinos. Fagocita todo lo que ha sido creado, lo destruye en su enferma eternidad. Aparece personificado como un vagabundo, la calle es el cosmos, se ha emborrachado de inmortalidad. Todo quedará destruido, pero como buen mendigo se refugia en una sucursal: ¿Es esta el banco del sueño vacío del absoluto?

Sin rostro

te acercas a nosotros,

vagas por la intemperie de cajero en cajero,

has devorado a tus hijos

y sigue el banquete caníbal

de luz y tinieblas.

Escondes una verdad infinita,

¿de dónde venimos?

¿a dónde vamos? [….]

después de otro cartón de vino

pierdes el equilibrio

pierdes la batalla.

Ser o no ser.

Amanece de nuevo,

abren la sucursal

y todo vuelve a empezar (Hinojonosa, 2020: 32)

    “Agujero negro” es descrito en la cita previa como una región de cuyo interior no puede escapar ninguna señal.  Así acontece con el yo lírico, su dolor queda en ese pozo cósmico de su interioridad, atrapado, gravitando en espiral hacia una oscuridad introspectiva de la que nada puede salir fuera, queda en una prisión abisal:

Aquella noche bajaste del escenario,

derrotado,

todo en silencio,

ningún aplauso,

iban apagando las luces

y estabas solo,

más atractivo que nunca,

más cansado que nunca,

habías recitado con furia y fragilidad

aunque nadie te escuchara,

tu vida rota

la comedia había tocado a su fin (Hinojosa, 2020: 33).

     “Jupiter” es la metáfora del coloso, de su grandeza externa, su poder de dominio que esconde el vacío. Así el cosmos puede ser correlato de nuestros universos interiores, del paisaje sideral de nuestro vacío:

Habías decidido ser el primero de la fiesta,

el tipo más grande del sistema solar,

colosal y macizo

como una divinidad romana,

duro e inexpugnable,

impenetrable y hermético,

cruel y frío a partes iguales,

habías decidido ser el primero de las fiestas

aunque estuvieras solo en medio del vacío. (Hinojosa, 2020: 48).

 

     La perra Laika que voló en sacrificio de un hallazgo interestelar le sirve como metáfora que implica una crítica social del sacrificio vital de una mujer rusa que debía ejercer la prostitución. Su vida fue sacrificada, voló fuera de ella, borrada como si no tuviera derecho a existir.

Aquella chica rusa

había sobrevivido al miedo,

a los prostíbulos de frontera,

a la sensación terrorífica

de volar libre por primera vez,

de orbitar y ver desde fuera como era su vida,

y tuvo pánico, mucho pánico,

y a la vez se sintió feliz por primera vez.

La acuchillaron en la calle Amargura,

la incineraron,

no hubo ceremonias por ella,

había despegado hacia el más allá,

se esfumó para siempre en la bruma de la historia. (Hinojosa, 2020: 70)

 

     Debemos mirar desde el observatorio de nuestro cosmos interior, ver los agujeros negros, las estrellas fugaces de nuestra gloria, rayos de luna o fantasmas de un sueño que se desvanece en la noche oscura de nuestra muerte. Hay estrellas, nebulosas cósmicas cuya luz reside en las profundidades más inabarcables, en la lejanía de nuestro universo. Hay que mirar sin la luz, trascender su envoltura de abismo y saber ser el alma de la música que viaje como nos decía en la Oda a Salinas a la luz del silencio para rozar lo inabarcable, que anida en nosotros, intuido y libre.

BIBLIOGRAFÍA

Hinojosa, Mario (2020): Pico del buitre, Zaragoza, Los libros del gato negro.

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