‘Los vencejos’, de Fernando Aramburu


Por Javier Úbeda Ibáñez

     Toni, «un profesor de instituto enfadado con el mundo, decide poner fin a su vida. Meticuloso y sereno, tiene elegida la fecha: dentro de un año.

     Hasta entonces, cada noche redactará, en el piso que comparte con su perra Pepa y una biblioteca de la que se va desprendiendo, una crónica personal, dura y descreída, pero no menos tierna y humorística. Con ella espera descubrir las razones de su radical decisión, desvelar hasta la última partícula de su intimidad, contar su pasado y los muchos asuntos cotidianos de una España políticamente convulsa. Aparecerán, diseccionados con implacable bisturí, sus padres, un hermano al que no soporta, su exmujer Amalia, de la que no logra desconectarse, y su problemático hijo Nikita; pero también su cáustico amigo Patachula. Y una inesperada Águeda. Y, en la sucesión de episodios amorosos y familiares de esta adictiva constelación humana, Toni, hombre desorientado empeñado en hacer recuento de sus ruinas, insufla, paradójicamente, una inolvidable lección de vida».

        Y hasta aquí la sinopsis que nos ofrecen la contracubierta y las diversas presentaciones de la novela, y, por tanto, hasta donde puedo llegar contando.

        Fernando Aramburu, tras su enorme éxito con Patria, nos presenta esta novela, también de un estilo contemporáneo y personal que, en esta ocasión, trata de hacernos reflexionar sobre la vida en sí misma, la dignidad y la esperanza. Nace en San Sebastián en 1959 y es autor de varios libros de cuentos galardonados con tres premios, varias novelas de no ficción, varias novelas de ficción y el último fenómeno de la literatura española que hemos mencionado unas líneas más arriba, Patria, galardonada con más de una decena de premios, traducida a treinta y cuatro lenguas y de la cual se ha rodado una serie televisiva. Cinco años después lanza la que hoy nos atañe en estas páginas, Los vencejos.

        De la misma comenta en una entrevista que uno de los motivos por los cuales se lanza a escribir esta novela fue la cuestión acerca de lo que un hombre haría con su vida si supiera el momento exacto en el que va a morir, que, además, ha sido decidido por él mismo. ¿De qué forma puede afectar esta situación a una persona? ¿Es distinto para cada persona? ¿En qué medida interfieren los valores morales? ¿Se le da, así, más valor a la vida? ¿Se siente miedo? Así pues, la muerte, y, concretamente, el suicido, son la inspiración de las líneas que a continuación comentamos.

        A Alberto Olmos le he leído sobre esta novela que «cuando un libro funciona muy bien, su autor tiene tres opciones. La primera es escribir ese libro otra vez; la segunda es proponerse un libro mejor, y la tercera es dejar de escribir. Al final, suele imponerse una cuarta opción, no voluntaria: que simplemente haces libros peores», y estoy de acuerdo. Es cierto que no es posible encontrar un Patria en cada novela del autor, y eso, para quien la haya leído en primer lugar, debe quedar muy claro. Sin embargo, la novela que aquí nos atañe, puesta en perspectiva y no en comparación, es decir, valorada en sí misma sin expectativas ni colaciones, es una obra más que digna.

        Los vencejos, desde la mencionada visión de la muerte y el suicidio, aborda una amplia temática moderna que se desliza también a través de la política, el sexo, el miedo, el terrorismo, los conflictos familiares o la soledad, y otros menos grises como el amor por la cultura o la fidelidad hacia los animales, entre otros, y se presenta bajo la forma de conversaciones, reflexiones y los propios personajes, como Patachula, víctima del 11-M.

        Aprovecho esta mención para introducir que Aramburu dibuja con Los vencejos un elenco de personajes extremos. Empleo este término porque el perfil de los mismos resulta de una intensidad agobiante, de un dramatismo escandaloso repleto de luces y sombras que arrastra al lector a través de la duda y una serie de experiencias y vivencias que desembocan en la profundidad de la vida, invitando, o, más bien, forzando a reflexionar sobre la misma. El desarrollo de los mismos es, además, un desgaste emocional, puesto que se despliega a lo largo de la novela de forma paulatina, pero a un ritmo asfixiante que nos sumerge en la intimidad de su interior y nos empuja a bucear entre las impresiones que nos generan, tan cambiantes como ellos mismos. Todos ellos, tanto el protagonista como los maravillosos secundarios, son fruto de un elaborado diseño que el autor ha desplegado con maestría, representando la complejidad y originalidad humana con sumo detalle.

        La trama, por su parte, se dilata en una serie de secuencias breves sin un orden cronológico lineal, simulando la idea, el propio pensamiento, saltando de recuerdo en recuerdo, de imagen en imagen, de reflexión en reflexión, sin una coherencia ni lógica aparentes, pero cuyo resultado sí la tiene. El formato principal son unas notas que no terminan de ser un diario, pero sí algo parecido, y el estilo narrativo y descriptivo no son en absoluto pretenciosos, lo cual, en mi opinión, es siempre un punto positivo. La prosa es ligera y ágil, y aunque la novela tiene una extensión ambiciosa, la duración de los capítulos es perfectamente acertada y llevadera.

        Por poner una pega, debo reconocer también que se trata de una lectura pesada que requiere de un alto grado de concentración y compromiso por parte del lector. Es decir, para leer este libro hay que querer leerlo, hay que estar dispuesto y ser muy consciente de que se afronta algo denso. Además, a pesar de la obra de arte que resulta ser el protagonista, es también tan particular que no está diseñado en absoluto para todos los gustos, y el lector debe ser también consciente de que se enfrenta a un viaje a través de la mirada antipática, triste y ruda de Toni, el protagonista, con quien resultará muy complicado identificarse.

        En conclusión, Los vencejos es una novela para sonreír y llorar, en la cual la muerte adquiere el mismo protagonismo que la amistad o el amor, y cobra vida a través de una trama inquietantemente realista y conmovedora, salpimentada de un excelente toque de humor e ironía. En mi opinión, altamente recomendable para una lectura profunda que deja huella y para aquellos valientes que busquen la resaca de la reflexión personal. Sin embargo, y me veo en la obligación de dejarlo bien claro, no es una lectura para todos los gustos. En absoluto. De hecho, diría que es una lectura para unos muy pocos gustos… pero, desde un punto de vista objetivo, me siento incapaz de plantear una reseña negativa porque la obra, en sí, es más que buena, y aunque no alcanza a su hermana Patria, fuera de comparaciones, es el resultado de un arte bien elaborado, pensado y manejado con maestría. Quizás Aramburu pensó poco en el lector antes de lanzarse a escribirla, pero, en mi opinión, esto no es más que otro rasgo de un gran escritor. Pienso firmemente que los mejores artistas trabajan siempre más para sí mismos que para vender, y, por tanto, para unos pocos lectores que acompañen su inspiración, aunque esto suponga un menor éxito. 

Los vencejos
Fernando Aramburu (San Sebastián, España, 1959)
Barcelona, Tusquets Editores, S.A., 2021
704 págs.

 

Artículos relacionados :