Fernando Usón o la ola que no cesa


Por Carlos Calvo 

  La década de 1960, sobre todo en su primera mitad, tiene en la cinematografía mundial un potente movimiento de renovación y de rejuvenecimiento, una corriente contestataria…

…y provocativa, y la ‘nouvelle vague’ francesa (Godard, Truffaut, Chabrol, Resnais, Rivette, Rohmer, Varda, Demy), el ‘free cinema’ británico (Reisz, Richardson, Anderson, Clayton, Schlesinger), el ‘cinema novo’ brasileño (Rocha, Guerra, Diegues, Pereira dos Santos), el cine checo de la ‘primavera de Praga’ (Forman, Passer, Chytilová, Jires, Nemec, Schorm, Menzel) y la ‘nuberu bagu’ japonesa (Oshima, Hani, Teshigara, Imamura, Yoshida, Shinoda) son los estiletes que marcan, de algún modo, la ruptura al contar con una amplia cobertura mediática con la que se producen largometrajes de ficción de nuevo cuño y con costes mínimos, un cine joven, libre, que trae consigo un viento de libertad que se opone, con la impertinencia de la juventud, a las ideologías dominantes y rompe radicalmente con su tradición nacional de ‘calidad’, consistente en confeccionar una puesta en escena rutinaria y en perfeccionar una imagen estandarizada. Este cine nuevo reivindica una obra personal en su contenido y en su forma, una revolución que abre las puertas al cine moderno, para lo mejor y también para lo peor.

  Junto a estas cinematografías, otras también tienen su importancia en este período rompedor. Así, movimientos de renovación y de rejuvenecimiento suceden igualmente en Italia (Olmi, Bertolucci, los Taviani, Scola, Ferreri, Bellochio), Alemania (Kluge, Schlöndorf, Fleischmann, Straub, Fassbinder, Herzog), Suiza (Tanner, Soutter), Bélgica (Delvaux), Suecia (Widerberg), la antigua Yugoslavia (Makarejev, Pavlovic), Hungría (Kósa, Gaál, Kovács, Jancsó), Rusia (Tarkowski, Mikhalkov), Armenia (Paradjanov), Georgia (Iosseliani), Polonia (Wajda, Polanski), Argentina (Solanas), Senegal (Sembene), Canadá (Lefebvre, Carle), Estados Unidos (Clarke, Mekas, Warhol, Cassavetes) o España (Saura, Erice, Guerín, Eceiza).

  Con todo y con eso, el zaragozano Fernando Usón, cineasta independiente, analista y escritor fílmico (‘El pollo urbano’, ‘Cuadernos cinematográficos’, ‘Shangrila’, ‘Cine-Bis’), acaba de publicar ‘Nouvelle Vague, la ola que no cesa’ (Desfiladero Ediciones, 2020), un ensayo sobre ese movimiento nacido a modo de contestación de la corriente académica imperante en el cine francés de la época y a rebufo de la mítica revista ‘Cahiers du cinéma’. Como hiciera con anterioridad en su libro ‘King Vidor, la conquista del espíritu’, ahora Usón habla de la convulsión que significó esa ola francesa que reformulaba el lenguaje fílmico de arriba abajo y otras propuestas que daban ya pasto de manuales.

  Para ser precisos, este movimiento surge en Francia hacia 1958. Y, en esencia, más que de una escuela o de un conjunto de realizadores homogéneos, se trata de un grupo de autores, más o menos jóvenes, a los que las circunstancias, el ambiente, la rebelión contra las formas estéticamente conformistas de los veteranos, el desprecio a la industria tal como está concebida en Francia y la política cinematográfica de De Gaulle, regida por un hombre como André Malraux, dan oportunidades de iniciar carreras fílmicas cuando coinciden en algunos puntos comunes, como el deseo de hacer cine de autor, su amor apasionado por el séptimo arte, su falta de medios económicos –extremo superado tras los primeros filmes de cada uno de ellos-, su preferencia por temas amorosos, su huida de todo compromiso ideológico, social o político, hasta el punto de que sus realizadores han sido calificados como inconformistas burgueses derechistas e, incluso, como anarquizantes.

  Su cine es una apología del libertinaje y no refleja, salvo raras excepciones, la realidad objetiva de su país ni del mundo que los rodea, por lo cual repiten casi siempre los mismos ambientes y personajes snobs. Algunos de ellos proceden del campo experimental del cortometraje; los más, de la crítica de revistas especializadas, sobre todo de ‘Cahiers du cinéma’, publicación que puede considerarse como el ‘alma mater’ del movimiento.

  Precursores de la ‘nouvelle vague’ son Alexandre Astruc, que en 1948 lanza su teoría de la ‘caméra stylo’, aunque hasta 1960 no se incorpora a las normas de realización del grupo; Jean-Pierre Melville que, en 1946, en su cortometraje ’24 horas de la vida de un payaso’, y desde 1947 en diversos filmes, emplea los métodos de la ‘nueva ola’; Agnès Varda, que en 1955 realiza ‘Le pointe courte’, sin autorización; Roger Vadim y Louis Malle, que en sus filmes de 1956 y 1957 utilizan algunos de los métodos del movimiento; Alain Resnais, Georges Franju y un grupo de realizadores que en televisión, el documental y los filmes en 16 milímetros experimentan nuevos métodos (Baratier, Marker, Drach, Hanoun, Aubert),y, finalmente, el grupo de ‘Cahiers du cinéma’ (Chabrol, Truffaut, Rivette, Doniol-Valcroce, Godard, Rohmer, Kast) en sus diversos escritos y teorías, de cuya creación no está ausente André Bazin, padre espiritual del grupo

  La ‘nouvelle vague’ aparece oficialmente en el festival de Cannes de 1959. La palma de oro la obtiene ‘Orfeo negro’, de un novel, Marcel Camus, que, si bien no es considerado en lo sucesivo como perteneciente al movimiento, se asocia su nombre al de otro novel, François Truffaut, que gana el premio a la mejor dirección por ‘Los 400 golpes’. A partir de dicho momento, las puertas de los estudios se abren para numerosos realizadores noveles, aunque no todos triunfan.

  Fernando Usón despide su volumen con este elocuente epílogo: “La marejada de la ‘nueva ola’ sigue incansable hasta hoy mismo, y nosotros hemos llegado al punto final de nuestro viaje por su apasionante cine, que constituye uno de los legados más ricos e innovadores del séptimo arte: una vigente lección, impartida por una asombrosa confluencia de cineastas de primera, sobre cómo aunar modernidad con tradición, humor con seriedad, poesía con política, documento con ensoñación, espontaneidad con rigor formal, pasión con reflexión. Es el singular magisterio de la última gran generación de directores que ha alumbrado el cine”.

  En la cinematografía francesa, en fin, el inicio de la década de 1960 supone la aparición de varios jóvenes realizadores que, de una manera u otra, rompen con los esquemas tradicionales anteriores. De esto habla el ensayo de Fernando Usón. Y lo hace con claridad, estilo y conocimiento.

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