Ángel Petisme: Nuestra venganza es ser felices

Por Jesús Soria Caro.

    En esta antología Ángel Petisme nos ofrece una propuesta vital que está más allá de la muerte ideológica a la que hemos llegado en la sociedad posmoderna.

   Todo es información, tecnología, velocidad, progreso y globalización, pero falta libertad, sentido, lucha social; las ideas han enfermado de falsedad. Hace una radiografía del alma enferma de la sociedad posmoderna que adolece de un exceso de información, pero está vacía de significados, tiene alta la tensión en lo social por la híper-comunicación, pero se ha agudizado su mal de soledad; la pandemia es una enfermedad más entre muchas otras. El poeta es como el doctor, el terapeuta que examina el alma de la sociedad posmoderna. Esta ha enfermado de falta de libertad, de pasión, de ansia de belleza. Su mirada nos ofrece la medicina de la poesía que canta la libertad perdida que debe ser recuperada, que nos recuerda que no somos objetos que produzcan riqueza, que somos pasión y belleza.

    Ariadna es uno de los mitos utilizados como símbolo de nuestra introspección. Recurriendo al pensamiento de Jung nos permite comprender que la herencia mitológica puede ser una alegoría de nuestros laberintos más oscuros. El poema retrata metafóricamente la “so(u)ciedad”, un lugar vacío de verdad donde la luz se perdió y el hilo de la vida ya no nos une a nada. El vacío existencial tiene sus propios minotauros y Teseo se ha perdido en la velocidad, la virtualidad, el hambre de identidad social que devora su identidad real, la que queda fuera de nuestro personaje externo en la sociedad:

 

Y ahora se encamina por calles de cristal al interior,

hacia los bosques de interminables sombras

y cavernas de espejos y videojuegos.

El dolor es su escudo.

El viento gélido que talla en las esquinas

el perfil de máscaras mortuorias

no mella el corazón nómada de Ariadna,

y sin los hilos que la unen al mundo,

sin los ecos del deseo atándola a la tierra,

Ariadna, ensimisma como un barco fantasma,

ha renunciado a todo

y a la llamada de los sueños hostiles

dirige sus tímidos pasos.

El dolor es su aliado. (Petisme, 2020: 44)

 

     Somos como el mito de Argos, olvidamos la belleza y la volvemos a reconocer más allá del estiércol de la vida, sus suciedades, pero entre todo esto, aunque le quede poco de existencia, podemos  volver a reencontrarnos con ella:

 

Al regresar a Ítaca después de veinte años,

vestido con ropas de mendigo,

Ulises se enjugó una lágrima.

Argos, lleno de pulgas,

tendido en el estiércol,

alzó la cabeza y las orejas.

Fue el único que reconoció a su dueño.

Así nos pasa a los humanos

frente a la belleza, que nunca es fácil,

que nunca es benigna,

frente a la perfección camuflada y hambrienta.

Como el perro de Ulises

sólo algunos ladramos frente a ella

y movemos el rabo.

Veinte años esperando a su amo

y Argos poco después murió (Petisme, 2020: 45).

    “Paradojas de la belleza” alude a todo lo que configura la borrachera externa de nuestro mundo, cómo se destruye lo natural para construir materiales, esencias, sustancias, matamos la vida para crear la muerte que se disfraza de belleza y nos seduce, nos hace cuerpos sin alma que la aman y se entregan a su vacío:

 

¿Cuántos kilos de marfil se necesitan

para construir el teclado de un piano?,

¿cuántas toneladas de elefantes hay que abatir

para escuchar en los salones

una polonesa de Chopin?

¿Cuántos bosques más deben talarse

a cambio del placer de Shakespeare o Quevedo?

 

¿Cuántas montañas se deben arañar

para que el metal y la piedra se sueñen

entre las manos de Brancusi o Giacometti?

¿Cuánto esclavos de guerra se deben emplear

para que los tiranos levanten sus cruces,

construyan sus pirámides? (Petisme, 2020: 46).

 

       En contraposición a este “La senda de la belleza” nos conduce en la búsqueda de la belleza libre de lo virtual, la que se pierde en los abismos del cielo, en el vuelo estrellado de un águila, en lo que baila en el iris de un niño, en el camino de oro de luz que abre el sol sobre las sombras del alma del mundo, leer estos versos es encontrarla:

 

Dame la fuerza oscura,

esa fuerza del sol que rasga nubes

y los campos antiguos emociona de oro

y déjame colarme por las rendijas de tu corazón,

aniquilarme sin hablar,

estremecerme hasta el desmayo.

Tú que has aprendido en el dolor

a preservar el fuego que da nombre a las cosas,

tú que no ahogas las voces del instinto

en los aceites infinitos del Tiempo,

tú que navegas en el iris de los niños danzantes

y en la córnea biliosa de ángeles derrotados,

ciérrame la autopista gris de la información. (Petisme 2020: 49).

 

     El dinero, la rentabilidad de lo racional criticada por la Escuela de Frankfurt, quienes se opusieron a nuestro mundo instrumental en el que solo vale lo que genera una ganancia, un beneficio. El amor, la libertad, el deseo, la humanidad, la pasión, la belleza, el arte, la rebeldía, son elementos que no generan riqueza, pero que generan humanidad. Hacen el mundo más digno, que la vida no “valga” pero que se disfrute al ser vivida. Todo el libro gira desde este concepto ya esbozado por Adorno y Horkheimer, recordándonos que lo rentable destruye. Su crítica coincide con la de los citados pensadores alemanes:

 

El dinero es cobarde, tiene mil ojos y escaleras

mecánicas, nunca se moja

ni busca problemas, se nutre de masacres,

de coca y de fanfarria,

de crímenes cotidianos, traiciones dentífricas.

El dinero se lava las manos en Ginebra,

y el glande en las Petronas de Kuala Lumpur.

[…]

El dinero sigue talando bosques,

la poesía se recicla en misterio,

se reencarna en eco […] (Petisme, 2020: 61-63).

 

    “Autoretrato con zapatillas verdes” alude al espejo introspectivo del yo lírico que se mira en la poesía, tiene algo que recuerda los primeros versos de Miguel Labordeta, cuando este se auto-auscultaba: “Dime, Miguel: ¿Quién eres tú?. Aquí hay un proceso nihilista en el que el sujeto poemático, al igual que el yo real del hombre posmoderno, dejan de saber quiénes son. Sin embargo, embriagan los versos que nos hacen imaginar el origen de todo:

 

Soy un hombre que se derramó

sobre la vida y el papel, no como el mercurio,

sino como un licor espeso y torrencial;

que buscó en los sueños oscuros

el aroma misterioso y sincero

del primer día de la creación. (2021: 90).

 

   Frente al caos de la información, ambición, destrucción, anulación de la voz que constituye nuestro yo real queda la posibilidad del cosmos, el principio originario de la creación, la fuente de la que todo surgió, la belleza de la creación, su estado de poesía e imaginación que dio origen al orden primigenio del universo. Nuestro yo puede aferrarse al cosmos, a la belleza del origen, a la creación de su libertad, a la poesía, ese el camino de regreso que aquí se nos propone…

 

BIBLIOGRAFÍA:

Petisme, Ángel (2020): Nuestra venganza es ser felices, Tranvia verde, Barcelona.

 

Artículos relacionados :