Turia 135


Por Carlos Calvo

   ‘Turia’ cuenta ya con treinta y seis años de trayectoria y ha conseguido convertirse en una de las revistas culturales de referencia en español.

    Tiene periodicidad cuatrimestral en papel y dispone también de versión digital. Editada por el Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación Provincial de Teruel, este número 135 rinde homenaje a Mario Benedetti y Miguel Delibes, a través de sendos artículos originales que permiten constatar la vigencia y el interés de su obra, así como la ejemplaridad cívica que mostraron a través de sus respectivas trayectorias personales. Dos nombres propios de la literatura en español del siglo veinte a los que se acercan respectivamente Eva Valero y Mario Crespo López.

  La revista también dedica una especial atención al poeta británico Philip Larkin, con una selección de su correspondencia inédita, con una nota introductoria de Dámaso López García. Y al escritor y filósofo rumano en lengua francesa Emil Cioran, uno de los más singulares ensayistas de nuestra época que ha ejercido una profunda influencia sobre la cultura occidental, con un excelente artículo elaborado por Manuel Arranz. Y a la inglesa Isabella Hammad, de la que ‘Turia’ ofrece un avance de su primera novela, ‘El parisino’, que aparecerá en español el próximo año (editorial Anagrama), donde la autora se adentra en las claves de los seculares conflictos de Oriente Medio.

  Asimismo merecen destacarse los relatos de  José María Conget, Eloy Tizón, Elvira Navarro, Joaquín Berges e Ignacio Martínez de Pisón. Y los poemas de Luis Alberto Cuenca, Luis García Montero, Chantall Maillard, Manuel Rico, Francisco Ferrer Lerín, Martín López-Vega, Carlos Pardo, Basilio Sánchez, Fernando Sanmartín, David Mayor, Jesús Jiménez Domínguez, María Alcantarilla, Vanesa Pérez-Sauquillo, Juan Manuel Macías, Marta Domínguez Alonso, Antonio Daganzo, Lilián Pallares, Thaís Espaillat, Javier Sanz Becerril, Jorge Ortiz Robla, David Conde Vitalla y Luis Landero, de quien Raúl Carlos Maícas –fundador y director de ‘Turia’- escribe un ensayo sobre su figura en este número.

  Hay que mencionar igualmente dos extensas entrevistas a Ana Blandiana y Sergio del Molino. La primera, elaborada por Jordi Doce, trata de esa figura legendaria de la literatura rumana, con libros de poesía, narrativa y ensayo, destacada opositora del régimen de Ceausescu, formando parte de un grupo de escritores que concibieron su vocación literaria como una forma de resistencia moral. La segunda, ejecutada por Juan Carlos Soriano, habla del autor de ‘La hora violeta’ y ‘La España vacía’, ese madrileño para quien “la literatura autobiográfica ayuda a expiar culpas”.

  El catedrático Alfredo Saldaña hace un recorrido de los cuarenta años de intensa vida de la editorial de poesía Olifante, como un fenómeno de alcance y proyección mundiales. También dedica Saldaña una reseña a la trayectoria docente e investigadora de Túa Blesa, quien publica ahora ‘Leopoldo María Panero, poeta póstumo’, un volumen de casi seiscientas páginas. Por su parte, Juan Villalba Sebastián ofrece un fragmento del libro ‘Teruel, otra dimensión’, de próxima publicación. “En Teruel”, afirma, “las estaciones no tienen ninguna formalidad, la primavera, el verano, el otoño y el invierno se cruzan y se entrecruzan a su antojo: a veces arrecia el bochorno en febrero o puede nevar en mayo; lo único seguro es el frío nocturno, que obliga por las mañanas a salir abrigado, pero al mediodía, al sol, se puede ir en camiseta”. Pues vale.

  En la sección ‘La Torre de Babel’ se reseñan trabajos de, entre otros muchos, Antonio Scurati, Ian McEwan, Marie Modiano, Roland Topor, Brenda Navarro, Maryse Condé, Cristóbal Serra, Javier Cercas, Manuel Vilas, Manuel Rico, Ana Merino, Nuria Barrios, Antonio López Ortega, José Morella, Ricardo Menéndez Salmón, Álvaro Galmés Cerezo, Javier Goñi, Antón Castro, Ramón Acín, Paul Klee, Joaquín Sánchez Vallés y Trinidad Ruiz Marcellán.

  Más discutible, por consabido, es el ‘cartapacio’ dedicado al machadiano Alfredo Castellón, en el que loan su figura Rosa Burillo, Antón Castro, Vicky Calavia, Emilio Casanova, César Gil Covarrubias, Pedro Chacón Fuertes, Pablo Pérez Rubio, José Luis Orozco, Marta Sanz, Silvio Maestranzi, Eloy Fernández Clemente, Ángel Guinda, Luis Alegre, Marienza Binetti, José Luis Gracia Mosteo, Eva Puyó, Mariano Gistaín, Javier Cinca Monterde, Chusé Inazio Felices Maicas, Feliciano Llanas, Juan Domínguez Lasierra e Ismael Grasa. Y, entre unos u otros, hablan del niño prisionero de las arañas, del cineasta que siempre se sintió escritor, del poeta tímido que parecía recién llegado de las montañas o del hombre que no quiso reinar.

  Termino con una anécdota relacionada con el bueno de Alfredo Castellón, cuando el diario decano de la ciudad de Zaragoza le dedicó, en mayo de 2010, una reseña a cuatro columnas confundiendo su apellido por el de Calderón. El arriba firmante, en su indignación, escribió en la sección ‘Cartas al director’ el siguiente texto: “Gracias a Alfredo Calderón por su presencia en Zaragoza con ocasión de la presentación de un libro sobre el guion de ‘Platero y yo’, película que dirigió en 1964 sobre la adaptación –junto a Eduardo Mann- de la obra de Juan Ramón Jiménez. Hace unos años, el propio Alfredo Calderón vino a la capital del Ebro para presentar, en riguroso estreno, un documental sobre la ciudad de Segovia, según el texto literario de María Zambrano ‘Un lugar de la palabra’, y es que siempre que puede se acerca por esta tierra nuestra para compartir y disfrutar de sus numerosos amigos, de los del cine y de los otros. En todo caso, habría que matizar que Alfredo Calderón no nació en Zaragoza, como informa ‘Heraldo’, sino que su ciudad de origen es Castellón (donde, además, tiene un negocio de barcas). En fin, de los Calderón de Castellón de toda la vida…”.

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