Buñuel como reclamo: De César Sánchez a Ramón Masats


Por Carlos Calvo 

  Dos exposiciones, una en Calanda y otra en Zaragoza, se acercan, de un modo u otro, al universo buñueliano. En el CBC turolense que dirige Jordi Xifra, y bajo el título de ‘Abismos de pasión… por el cine’, César Sánchez muestra un sugerente recorrido por el séptimo arte a través de su pintura pop y de varios carteles antiguos relacionados con Luis Buñuel.

   Unos carteles de su etapa mexicana, como un original de ‘El gran calavera’, esa película de 1949 menospreciada en su día, delirante comedia en su primera parte y sobrio melodrama en la segunda, según la obra de Adolfo Torrado, la historia de un rico empresario que acaba de perder a su mujer y se entrega a la bebida y a la vida frívola en busca de consuelo, situación que aprovechan sus familiares para explotarle, pero que tras un ataque al corazón uno de sus hermanos piensa que es el momento para que recobre la sensatez. Un cartel, dicho sea, firmado por el valenciano José Espert, también exiliado en tierra aztecas cuando estalló la guerra civil.

  Los cuadros de César Sánchez también tienen conexiones con el cineasta, como el retrato de Joséphine Baker, actriz que coincide con Buñuel en París, cuando el calandino era asistente de Jean Epstein para aprender la técnica fílmica. O el de ‘La visita’, homenaje explícito a ‘Un perro andaluz’. O esa serie de cuadros surrealistas como el de ‘Manolete y el pulpete’, en el que el torero lleva por montera ese molusquete cefalópodo con ocho bracetes provistos de ventosas (¿será hembra o machete?). Un pintor que tiende en sus cuadros a los colores vibrantes, salvajes, entre el expresionismo y el fauvismo.

    Es lo popular llevado al arte. Es la mirada a una infancia educada. Es el Andy Warhol zaragozano. Es el artista paradigmático de la iconografía del pop aragonés. Otro seguidor de Jasper Johns, como lo fuera el propio Warhol o los Wasselmann, Rosenquist, Oldenburg, Lichenstein y compañía.

  La educación sentimental de César Sánchez está marcada por el impacto que determinadas manifestaciones vividas de forma individual o colectiva tuvieron en su proceso de formación. Lecturas, conciertos, exposiciones y, por supuesto, películas. Un cúmulo de experiencias compartidas que las recuerda de por vida y acaban definiendo su ADN cultural. ¿Quién no ha tenido alguna vez la sensación de pertenecer al grupo de privilegiados que ha asistido a una exposición irrepetible? ¿Qué sensaciones nos produjeron las primeras visiones de las películas de Luis Buñuel?

  Y de las pinturas del zaragozano César Sánchez a las fotografías del catalán Ramón Masats, testigo excepcional de la España de los años cincuenta y sesenta del siglo veinte, célebre por aquella foto del cura con sotana que intenta detener un gol.

    En el museo Pablo Serrano de Zaragoza se han reunido un total de treinta y cinco instantáneas en blanco y negro, hasta ahora inéditas, correspondientes al rodaje de ‘Viridiana’ y positivadas por José Manuel Castro Prieto. Gracias a Antonio y Carlos Saura, con quienes mantenía una relación de amistad, Masats –que entonces trabajaba en ‘Gaceta ilustrada’- pudo ‘infiltrarse’ dos días en el rodaje del filme, en marzo de 1961, y decidió captar la figura del calandino para así documentar los distintos momentos de su trabajo: repasando el guion, tratando con el equipo técnico, dirigiendo a los actores y también descansando. Y el fotógrafo capta los gestos de un Buñuel en su madurez, sus movimientos y silencios, su recogimiento, siempre sencillo y austero. Y con su maletín a cuestas. ¿Llevaría una botella de tinto entre sus cosas?

  Buñuel acababa de regresar a España tras veinticuatro años de exilio. En realidad, la nueva generación de cineastas españoles  convenció al turolense de que trabajara en su España natal por primera vez desde que la abandonó en 1936. La filmación de ‘Viridiana’ se inició en los estudios CEA de Madrid el cuatro de febrero de 1961, a pocos días de su cumpleaños. El proyecto que ideó fue un drama irónico, basado libremente en el Galdós de ‘Halma’. Viridiana (Silvia Pinal), en vísperas de sus votos perpetuos para entrar en un convento, va a visitar a su tío (Fernando Rey), un rico terrateniente. Excitado por el parecido con su esposa muerta, desea violarla, pero se arrepiente en el último momento. Preso del remordimiento, se suicida y deja a Viridiana y a su hijo natural (Francisco Rabal) herederos de sus bienes. Empeñada en su intento de mejorar el mundo que la rodea, Viridiana adopta a un grupo de ladrones, pordioseros y prostitutas que malviven en la calle. Pero su caridad la conduce al desastre y a la perdición.

  La exposición, comisariada por Amparo Martínez y Antonio Ansón, tiene la importancia de descubrir estos nuevos documentos que salen a la luz y recoge momentos de la filmación en los campos deshabitados en Villa Matilde, una finca de las afueras de Madrid que actualmente ocupa el campo de golf de La Moraleja. Al parecer, a Buñuel no le gustaba nada que un merodeador estuviera por ahí disparando (clic, clic, clic) y le miraba mal, con desconfianza. Cada dos por tres, a Carlos Saura le preguntaba qué hacía ese tipo molestando y el oscense le respondía: “Es mi amigo, Luis, es mi amigo”. Y aceptó a regañadientes. Saura y Buñuel se conocieron un año antes en un festival internacional, donde fueron seleccionados respectivamente por ‘Los golfos’ y ‘La joven’. Desde entonces entablaron tan buena sintonía que se hicieron amigos inquebrantables, pese a que Buñuel llamaba a Saura “el alemán”.

  Ramón Masats, autodidacta, recoge el clima del rodaje, que parece cómplice y fraternal, y sus imágenes hablan por sí mismas, con un Buñuel marcando con matices y gestos lo que quiere de sus intérpretes, profesionales o no, tanto en interiores como en exteriores. Un Buñuel que reflexiona, que planifica hasta el último detalle la puesta en escena, y el fotógrafo refleja lo que ocurre delante de sus ojos, representa al calandino dirigiendo, sin otra intención que recogerlo en el acto de pensar, la manera de trabajar y su proceso creativo. Preciosa la captura de un instante de la filmación con la actriz Lola Gaos. O esa otra sentado en una silla plegable, ausente del resto de la gente. Concentrado. Absorto.

  La exposición, igualmente, ha dado lugar a un libro coordinado y dirigido por Jordi Xifra, profesor de la universidad Pompeu Fabra y director del Centro Buñuel Calanda, con textos de Agustín Sánchez Vidal, Amparo Martínez y Antonio Ansón. Se trata del primer volumen de la colección ‘Luis Buñuel, cine y vanguardias’, con la idea de sacar entre uno y dos títulos al año. Como la exposición, la publicación se titula ‘Masats/Buñuel en Viridiana’. Pero esto es tema para otro artículo. Hasta entonces, pues.

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