Los recuerdos del pasado ya están aquí


Por Javier López Clemente

     La Companhia de Teatro de Braga, dentro la red internacional Circuito Ibérico de Artes Escénicas, presentó en el Teatro de la Estación «Desearía estar viva para verlos sufrir», una obra…

…basada en el monólogo «De algún tiempo a esta parte» escrito por Max Aub durante sus primeros meses de exilio en 1939.

    Max Aub nació en Paris en junio de 1903. En 1914 abandonó Francia con su familia tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, se afincaron en Valencia donde Aub escribió su primer poemario en español. Con diecisiete años renunció a los estudios universitarios, siguió los pasos de su padre como viajante de bisutería y lo compatibilizó con su pasión por escribir. En 1923 se nacionalizó español y en 1936 el Ministerio de Estado le nombró Agregado Cultural de la embajada de España en París y fue uno de los designados por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para la promocionar la cultura española en el extranjero. En diciembre de 1936 se trasladó a Paris donde encargó el “Guernica” a Picasso. Salió es España tras la guerra civil, fue denunciado, detenido y terminó en un campo de concentración donde pasó siete meses hasta que el cónsul general de México consiguió sacarlo de allí. Pero de nuevo fue  detenido, encarcelado y deportado a un campo de concentración de Argelia en 1941 donde, una vez liberado, se embarcó rumbo de México donde consiguió la nacionalidad en 1956. En 1969 y 1972 regresó puntualmente a España. El 22 de julio de 1972 murió en la ciudad de México.

     Max Aub escribió el monólogo de esta función cuando había sido expulsado de su país y su identidad nacional sucumbía en un exilio provocado por el nacionalcatolicismo que exhibían  los golpistas españoles de 1936. Esa experiencia vital se volcó en Enma, la protagonista del texto que, tras la anexión de Austria a la Alemania nazi, se convierte en una víctima del totalitarismo, sepultada en el infierno,, despojada de su identidad y enterrada con la contradicción de respirar y sentirse muerta. Una mujer angustiada que vive (o muere) entre pinceladas de momentos felices y recuerdos de su marido e hijo muertos por el odio de una sociedad tan violenta como debilitada. Los recuerdos de Enma tienen tres puntos temporales perfectamente definidos a los que nos vamos a acercar siguiendo las palabras de Julián Casanova.

     Las Brigadas Internacionales que, reclutadas y organizadas por la Internacional Comunista, eran el mejor ejemplo de como la guerra civil española había impactado en el mundo hasta destilar el deseo de lucha de muchos antifascistas. Es fácil imaginar al marido de Enma enrolado en el batallón Thälmann. Una unidad compuesta mayoritariamente por comunistas alemanes que se estrenó con el fuego en la batalla de Madrid.

   El Anschluss, el día que se aceleró la requisa ilegal de propiedades judías en marzo de 1938, el día que Enma fue expulsada del mundo de la luz del día para arrastrase al antro de la oscuridad bajo tierra.

 

El Reichskristallnacht o noche de los cristales rotos entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938 cuando grupos de nazis hostigados por Goebbels destruyeron comercios, sinagogas, en la Austria de Enma el asaltó dejó 27 víctimas mortales, 42 sinagogas destruidas y el arresto de 7.800 personas que terminaron en campos de concentración. Es muy probable que su hijo de fuera uno de ellos.

   La escenografía dibuja un sótano devastado donde una escalera divide el mundo: Arriba los ganadores a los que solo intuimos sobe un techo opaco y brillante. Abajo la fragilidad de Enma que vive (o muere) a la luz de una vela donde las acciones cotidianas serán el disparadero para volar hacia el pasado y así, la dramaturgia conecta la realidad del agua que quita la mugre pero deja las penas y una evocadora voz en off. La tensión dramática entre estos dos polos resulta interesante mientras bailan juntos, sin embargo esa magia inicial se desvanece poco a poco, y el mundo onírico de los recuerdos toma el mando con una narración oral que se olvida de la acción que propone el texto, y diluye la tensión entre presente y pasado. Este planteamiento deja en un terreno difícil el trabajo de la actriz Ana Bustorff que, sin embargo, resuelve con acierto los momentos donde el peso principal del discurso recae en su cuerpo y sus cuerdas vocales, especialmente en el tramo final, cuando nuestra protagonista se debate entre la duda de ascender por las escaleras para asomarse al mundo real, o apagar de un soplo la luz de la vida.

Y tú, ¿qué decidirías?

    Porque el reto de esta función no es mirar la maldad de los nazis desde nuestra bondad. El texto de Max Aub guarda en su interior un impulso atemporal que sitúa las dudas personales de Enma en la rabiosa actualidad. Ya no se trata de dilucidar nuestras dudas personales. El escenario ha cambiado y los discursos del odio ya no están las páginas de los libros de historia, ni en los textos de un dramaturgo, ahora los tenemos ahí, paseando por nuestras calles, opinando en los bares y gritando consignas de odio en la sede de la representación nacional.

Y nosotros, ¿qué vamos a hacer?

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