Sira Quiroga, una vida de esperanza y un tiempo entre costuras

Por Javier López Clemente

“El tiempo entre costuras” es un musical de beon Entertainment inspirado en la novela homónima de María Dueñas que, estrenado en el Teatro Principal de Zaragoza, nos cuenta la historia de Sira, una modista…

….que abandona Madrid en los prolegómenos de la guerra civil para vivir una vida que nunca había imaginado, y tal vez por eso decide coser los retales de su vida para confeccionar el traje a medida de una mujer que avanza pese a las dificultades, vence al desengaño, y olvida los tonos más oscuros del marco histórico que acoge a una acción dramática representada en una interesante escenografía que comenzó un poco dubitativa, pero poco a poco fue ganando en presencia. La construcción de la dramaturgia es un gran reto por lo que significa traducir el lenguaje literario al teatral, y que en este caso se divide claramente entre las soluciones musicales y discursivas: Mientras las canciones originales empujan con solvencia la acción y la música instrumental arropa el discurso narrativo, este último, que solo tienen sentido se alimenta la tensión entre palabra y acción, pierde energía cuando voces ajenas a Sira toman el mando y relatan desengaños y aventuras; se diluye entre la gran calidad de todas las interpretaciones musicales, a las que siguen algunos registros mucho más discretos en los diálogos; se esconde en el momento clave de Sira al borde del fracaso, donde todo se solventa con un par de frases, hasta que de repente vuelve la acción vertiginosa con la simple y eficaz escenografía de un tren.

    Estos desequilibrios se compensan con escenas muy potentes en las que música, discurso y acción se complementan, como en la irrupción del humor que se contrapone al drama gracias a las refrescantes actuaciones de los nuevos amigos de Sira que le dan un tantarantán a la narración, los sentimientos de unos y otros se relacionan con intensidad y me atrapan, y sin embargo la pincelada más importante para entender el musical llega al final del espectáculo cuando Sira Quiroga rompe la cuarta pared y confiesa que todo lo sucedido en las dos horas anteriores tan solo sea un recuerdo, un vestido confeccionado con los retales que la vida te pone ahí, que el relato de su vida es el cuento que ella ha decidido contar y así, aunque la década europea y española entre 1935 y 1945 fue de las más oscuras de la historia, en el recuerdo de Sira brilla la lucha por el amor , y todas las dificultades tamizadas por el filtro que colorea un tiempo que la historia desvela negro y gris.

    El Madrid de antes de la guerra tan solo es un pincelada sin precisión pero que anuncia terrores suficientes como para que Sira huya del país, su destino y un mal consejo la llevan hasta el Protectorado de Marruecos, ese último sueño imperial con el que los gobernantes españoles quería enjuagar la debacle colonial de finales del siglo XIX mediante la implantación en 1912 de un tratado Hispano-Francés que se repartían el sultanato de Marruecos en forma de sendos protectorados. La categoría jurídica del protectorado se define cuando una potencia extranjera, sin imponer una forma de gobierno, se limita a ejercer una tutela política y económica sobre un territorio. El protectorado de Marruecos es de gran importancia en la historia de España porque los oficiales que estuvieron al mando en la Guerra de Marruecos fueron los mismos que organizaron la sublevación que desembocó en la guerra civil. Sin embargo muchos de los civiles españoles que vivían en aquellas tierras se encontraban, en palabras de Jordi Busqué, “funcionarios, médicos, maestros de escuela, dueños de pensiones, sastres, barberos, tenderos y buscadores de fortuna. Además, años más tarde se sumarían las personas que buscaban una vía de escape de las penalidades dela España de la posguerra.”

     En la función aparece otro personaje histórico que, para desengrasar el drama con unas gotitas de humor, se le define en un tono muy ligero y a modo de chascarrillo como el “cuñadísimo” apelativo que se ganó Ramón Serrano Suñer porque estaba casado con una hermana de Carmen Polo, esposa de Franco, pero el tono amable en el que se nos presenta no debería hacernos olvidar que fue el segundo hombre más poderoso de la dictadura.

   La carrera política de Ramón Serrano Suñer empezó a tener relevancia cuando José Antonio Primo de Rivera lo designó, junto a Raimundo Fernández Cuesta y antes de morir fusilado el 20 de noviembre de 1936, como albacea de su testamento y de esa manera tuvieron un papel muy importante en la unificación de la Falange.

   La muerte de Primo de Rivera descabezaba el liderazgo de la Falange y permitía la opción de utilizar su partido como un mecanismo de movilización política de la población civil. Franco decretó que las milicias falangistas bajo las órdenes de la autoridad militar y así, todo combatiente quedaba subordinado a la acción del Generalísimo. Era su movimiento para comenzar la controlar los centros autónomos de poder. Pero a este movimiento táctico le faltaba la pata política, mediante un movimiento de masas que fuera el mecanismo de identificación con sus aliados fascistas y nazis. A finales de 1936 todas las fuerzas políticas que apoyaban la sublevación asumían el mando supremo de Franco pero faltaba concentrar todavía más su poder en su persona mediante, al modo del fascismo italiano, con un partido de corte nacional.

   Ramón Serrano Suñer fue el personaje clave para la creación ideológica de ese modelo que se materializaría la idea final de Franco de crear un régimen de partido único y el plan era unificar la Comunión Tradicionalista Carlista con la Falange y sus ambiciones totalitarias que, tras la muerte de Primo de Rivera, andaba revuelta por el enfrentamiento de diferentes líderes para alcanzar el poder del partido que culminó en una reyerta con dos muertos, lo que aprovechó Serrano Suñer para elaborar un decreto de unificación en una sola entidad política nacional que se llamaría Falange Española Tradicionalista de las JONS, un enlace entre la sociedad y el estado dotado de la espiritualidad católica de los requetés integrada en la fuerza nueva del fascismo. Monárquicos y otras fuerzas de la derecha se quedaron fuera mientras, falangistas disidentes como Manuel Hedilla, fueron condenados a muerte por adhesión a la rebelión, resistencia al cumplimiento del decreto y finalmente indultado.

   Serrano Suñer fue hasta seis veces destacando su labro como ministro de Interior y de Asuntos Exteriores desde donde inició una política de aproximación de Alemania e Italia pero, la hegemonía del Eje flaqueaba y Franco comprendió que un ministro pro-nazi con los Aliados cada vez más fuertes no era lo más oportuno, así que el cuñadísimo se quedó desenfocado de la política, apartado por el régimen y volvió a ejercer de abogado, a podía compliar con el final de la II Guerra Mundial a favor de los aliados precisaba de un nuevo enfoque que dejó desenfocado al cuñadísimo de Franco cuyo recuerdo también ha perdurado gracias al romance extramatrimonial que mantuvo con Sonsoles de Icaza, musa de Balenciaga, mujer del marqués de Llanzol y dicen que la española más elegante de la época.

    El mensaje que Sira termina por lanzarnos desde el escenario es esencial: Da igual las peripecias por las que pase nuestra vida y el marco histórico que las contiene porque lo realmente importante para nosotros, para nuestra memoria y recuerdo será la confección que seamos capaces de realizar con esos retales. Quizás por eso es tan importante que el final de la función sea un hecho colectivo que va más allá de la peripecia personal, que la selección y la tonalidad de los recuerdos sean la tabla de salvación para que el mundo negro y gris no consiga vencernos y así, cuando todo parece convertirse en un cuento, el elenco unido por las manos lanzó la nota más aguda para terminar la función en todo lo alto.

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