Italia: Yomemí, conmigo


Por José Joaquín Beeme

       El reciente matrimonio consigo misma de una joven lombarda tiene aires performativos pero me trae una sensación de extravío contemporáneo, de soledad entre muchos, de tristezas del ultrayó. El ritual autoabrazo de esta Laura de la Brianza, muy cerca de donde vivo, es también exhibicionismo onanista en redes y redecillas, cosa menor abundantemente hinchada en honor a una nada de relleno con ribetes psicoanalíticos, quizá sólo psiquiátricos. 
Por Jose Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
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 Qué otra deriva cabía esperar de las modernas agrupaciones de singles, vulgo solterones, que disfrutan sus ocios post-adolescentes sin madurar una relación, reproductiva o no, por imposibilidad económica desde luego pero seguramente también por una libertad sexual-afectiva defendida a ultranza (y a despecho de la edad) y que, hasta no hace mucho, podían permitirse sólo los ricos, los artistas o los osados. Cultora y señora de sí misma, la moza en cuestión rejuvenece, en sus cumplidas cuatro décadas, un mito viejísimo como el mundo, el del hijo de Cefiso que cayó enamorado de su reflejo en la clara fuente de Némesis. Ovidio cuenta el aciago final de aquel embobamiento especular con estas palabras: «Nunc duo concordes anima moriemur in una»; la doble, escindida alma del cuitado selfie acabará en el hoyo, justa e irremisiblemente, reducida a una: más sola que la una. Mientras la dama boba sigue, cual aquella flor gemela que inventó Pascoli y antes aún Pausanias, yendo al luciente lago a ver en sí misma a su hermano, que en ella vive (muriendo ella en él), muchos cretinos del día, que zumban por la política y sus andamios tanto como por los albañales del arte, se ensimisman en un amor propio digno de muy parecida compasión.

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