El Majestuoso Castillo de Chapultepec: Testigo de la Historia de México


Por Emilio Mendoza

Queridos lectores:

    Hoy quiero invitarlos a recorrer conmigo uno de los lugares más emblemáticos y cautivadores de la Ciudad de México: el Castillo de Chapultepec, que se alza majestuoso sobre el cerro del mismo nombre.

    
Emilio Mendoza

Corresponsal del Pollo en México
www.emimendoza.com 

Este monumento histórico se encuentra en el corazón del Bosque de Chapultepec, el parque más antiguo y extenso de América Latina, con sus 866 hectáreas de frondosa vegetación.

    Este bosque, verdadero santuario natural en medio de la metrópoli, ha sido testigo del paso del tiempo y de los pueblos precolombinos que habitaron el valle. Su nombre, Chapultepec, proviene del náhuatl y significa “Cerro del Chapulín” (saltamontes), un eco ancestral que aún parece resonar entre los árboles.

Residencia virreinal

    El castillo nació durante el Virreinato de la Nueva España, por orden del virrey Bernardo de Gálvez y Madrid, quien pretendía tener allí su residencia, tras su construcción, el edificio fue abandonado y permaneció olvidado por años, como una joya dormida sobre la colina.

Colegio Militar

   Con el tiempo, la historia le dio nuevos propósitos. Se convirtió en la sede del Heroico Colegio Militar, y fue allí donde, el 13 de septiembre de 1847, se vivió uno de los episodios más dolorosos y heroicos de la historia mexicana. Durante la invasión estadounidense, un grupo de jóvenes cadetes defendió el castillo con valentía. Seis de ellos: Juan de la Barrera, Juan Escutia, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez y Francisco Márquez, murieron en combate, ganándose un lugar eterno en la memoria nacional como los Niños Héroes. Desde entonces, cada 13 de septiembre México les rinde homenaje.

El esplendor imperial

    Años más tarde, en 1863, el castillo recobró su grandeza al convertirse en residencia del emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa, Carlota de Bélgica. Ellos transformaron el edificio en un palacio digno de la realeza, con salones decorados al estilo neoclásico europeo, terrazas adornadas con jardines y una vista panorámica que aún hoy deja sin aliento.

    Maximiliano, encantado con el paisaje, quiso unir su morada con el corazón de la capital. Mandó construir una elegante avenida que llamó Paseo de la Emperatriz, rebautizada después como el célebre Paseo de la Reforma, una de las avenidas más emblemáticas del país. Durante su breve estancia, el castillo también albergó un observatorio astronómico, reflejo del espíritu curioso y moderno de su ocupante.

La morada presidencial

     Tras la caída del imperio y el retorno de la República, el castillo pasó por tiempos difíciles: fue prisión y cayó nuevamente en el abandono. Pero en 1882, el presidente Manuel González decidió devolverle su esplendor, iniciando su transformación en residencia presidencial.

    Fue el general Porfirio Díaz quien le dio nueva vida. Primero lo usó como casa de descanso, y más tarde los presidentes del periodo revolucionario lo habitaron con sus familias y lo convirtieron también en oficinas de gobierno. Durante varias décadas, las decisiones más importantes del país se tomaron desde esos salones cargados de historia.

    En la década de 1930, la residencia oficial se trasladó al cercano Rancho La Hormiga, hoy conocido como Los Pinos, pero el castillo ya había dejado su huella imborrable como símbolo del poder y la identidad nacional.

Del poder al pueblo: el Museo Nacional de Historia

    En 1939, el presidente Lázaro Cárdenas tomó una decisión que cambiaría para siempre el destino del castillo: lo entregó al pueblo de México para convertirlo en el Museo Nacional de Historia. El museo fue inaugurado en 1944, y desde entonces guarda las huellas de siglos de historia mexicana, desde el mundo mexica hasta la Revolución. En sus 12 salas de exposición permanente y 22 salas históricas del Alcázar, se exhiben objetos, retratos, armas, vestimentas y documentos que narran la construcción de la identidad mexicana.

La del estribo

    El Castillo de Chapultepec no es solo un edificio de piedra y mármol, sino un espejo donde se reflejan los sueños, las luchas y las transformaciones de un país entero. Desde sus murallas se puede leer la historia de México: la ambición virreinal, el sacrificio heroico, la ilusión imperial, la consolidación republicana y el orgullo nacional.

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