Poemas de Dimitris Angelís

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Dimitris Angelís
(Atenas, Grecia, 1973). Poeta y ensayista, Doctor en Filosofía y Director de la revista literaria Nea Efthini (2010-2013: núm. 1-16) y actualmente de la revista Frear (Pozo). Libros: Sobre la escritura (ensayo, 1998), Filomila (poesía, 1998), Una muerte más (poesía, 2000), Último verano (relatos, 2002), Aguas míticas (poesía, 2003)…

…Estética bizantina (estudio, 2004), Corrientes ideológicas en la Antigüedad Tardía (estudio, 2005), En las fuentes de la filosofía bizantina (estudio, 2007), Aniversario (poesía, 2008), Con el revólver de Mayakovski (conversación sobre la poesía con D. Eleftherakis y S. Polenakis, 2010), Confirmando la noche (poesía, 2011). Su libro Aniversario ha sido premiado por la Academia de Atenas (Premio Porfyras) y fue finalista del Premio Nacional de Poesía.

 Poemas de Dimitris Angelís

Traducción al español de Virginia López Recio

 

SIN TU FUEGO

 

Pesado el invierno en el corazón por la falta

de tu fuego

y el lobo que pasó de puntillas por la nieve del cuerpo

dejó poco antes de irse a los cedros

huellas tremendas de una incursión y de un amor indestructible

que últimamente solo encuentras en aquellos extraños

lugares:

en las flores muertas del bosque al amanecer y en las capas

vacías

que de vez en cuando pasean sombrías por la niebla de tu pensamiento

llevando en su mano oculta una espada

vengativa por tus continuas traiciones.

Cuando tu figura se refleja en las aguas,

los remordimientos te rodean con bocas ensangrentadas por cuanto

no hiciste

y, como mujeres vestidas de negro, llorando los cadáveres

sin sepelio en la orilla,

arrojan piedras al mar agitando tu frente serena. Y

no intentas en absoluto

dar explicaciones.

 

Sin el fuego que me prometiste, ahora yago sobre la

arena, cerca

de los despojos de mi caballo, miro las estrellas

aguardando impaciente que tus ojos incendiarios

brillen también esta noche

como faros gemelos adornando

mi siempre despierto duelo.

 

 

SEPTIEMBRE EN NUEVA YORK

 

«Y se hicieron sangre»

Apocal. 16,4.

 

Nunca más me niegues en septiembre

y apagues la luz antes de cumplir tus promesas.

Nombres de hombres siete mil, el resto asustados

en medio de la polvareda. Vi

a un hombre que caía quemado. «Un ángel de Aquerusia», dije,

tú me mostraste el río.

Y después al primogénito de los muertos, hermano en la paciencia

y en nuestra pena.

Y después a una mujer a un lado, labios pintados de sangre que

apostaban por la luna

que no volvería a dormir y que no olvidaría.

Porque cada piedra blanca que encuentras en el polvo

esconde grabado en una de sus caras un apellido

que nadie realmente sabe cómo lo arrastró el tiempo

a esta orilla y sobre esta concha

que te expulsa exiliado de tu propia ciudad.

 

Así, antes de irme

acepta también mi oscuridad. Porque ahora

son siempre en septiembre las despedidas más largas,

mas nunca hay perdón

solo velas encendidas, misas de difunto y ceremonias

y en la distancia, entre nuestras sábanas, montones

de nubes invertebradas, todo palabras

palabras conmovedoras y, sin embargo, innecesarias, condenadas

al olvido; palabras incoherentes.

Puesto que todos saben que tras el fuego

jamás hay perdón.

 

11/09/2002

 

 

PERSÉPOLIS

Fuerza y Violencia

 

«en todas partes pesadumbre y rumores varios»

Jueves, 1 de septiembre de 1922.

 

Destinado a una oscuridad más profunda, os esperaba para que me condujerais con látigos y vuestras espadas damasquinas al país de mi nueva morada. Murallas ciclópeas. Banderas hechas jirones y enormes huesos de antepasados esparcidos alrededor del lecho en el que por las noches duerme mi Enemigo. Madre Asia, tus ojos abiertos de par en par –

Se abre una puerta de bronce de la época de los sultanes:

Enfrente los dientes negros de las rocas e inmensas olas deshabitadas. El extremo del mundo, ciudad edificada con poder y con piedras, sobre los cimientos de miles de llantos infantiles. A entrar, pues, con honra: Señor y legislador mío, te doy las gracias por despojarme de la esperanza de vivir. ¡Que todo en tus actos sea sangriento, para siempre!

Insolencia de la voz. Gog y Magog, ¡no me despedacéis…! ¡Mi vida, una farsa, un destino inconcebible! Destinado a una oscuridad más ciega os esperaba: Tranquilo me bebí la leche de mi noche, apoyé con cuidado en la silla la corona de espinas y me tumbé con la vela encendida sobre mi pastel funerario, ya preparado. Seguro de lo fatídico, que se presenta en cualquier momento.

Señor y padre mío, nombre impronunciable, te lo ruego: Ahora que he llegado hasta aquí

 

siégame.

 

 

REGRESO

 

Lugares de mi lengua más verdaderos

en los musgos y en la verde sementera del pecho.

Bendición en mi pecho la gran herida. El

lago. El río.

Con esperanzas navegan las embarcaciones

río adentro

buscando en tus desembocaduras la fuente primera.

 

Así, devuelvo a la casa tu madera sagrada,

tu donación

pero ahora yo llevo los clavos, digo

tus palabras;

leo en las cartas cuanto me ocultabas durante años

con tinta invisible, jazmín y toneladas de tierra.

 

¿Acaso no ves cómo sangro? Ahora es tu turno

de llamarme «padre».

 

 

[Poemas del libro Aguas míticas, 2003]

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