Colchón de púas: Los poemas olvidados de Sol Acín

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Por Javier Barreiro

Sol Acín (Huesca, 1925-1998) fue poeta que se reveló muy tardíamente pero llama la atención que en su único libro publicado, En ese cielo oscuro (1979), sin repercusión crítica alguna, el editor, Víctor Pozanco, estampase en su contraportada un texto absolutamente desusado, al menos en colecciones prestigiosas como lo era Ámbito Literario, tanto por su rotundidad como por su apuesta en pro de la poesía que daba a la luz:

  “Ante la realidad de este libro el editor siente la tentación de denunciar una vez más la farsa de la literatura de posguerra. Quien lea estos versos llenos de la maravilla de la existencia comprenderá otros fenómenos recientes: el tardío descubrimiento de Gil-Albert, la recuperación carneriana del “Grupo Cántico” (aún no plenamente asumida); y otros fenómenos endémicos: la solapada complicidad de los “poetas sociales” con el franquismo, su arriendo para servir de yunque cuidadosamente golpeado. Han tenido que ser José María Carandell y Ana María Moix quienes pusieran estos versos sobre mi mesa para que tengamos un nuevo testimonio de que la poesía goza, como la vida, de muy buena salud.

  Hay que someter toda la poesía de posguerra a una crítica implacable”.

  Bien es verdad que V. Pozanco estaba ajustando cuentas en un terreno que constituía el tópico campo de batalla en el que se medía con los hasta, casi entonces, victoriosos poetas de la berza, que ya empezaban a correr en desbandada, y las nuevas corrientes -lúdicas, venecianas, trascendentales o solipsistas-, ya bien voceadas en Nueve novísimos (1970) y las antologías que le siguieron[1]; sin embargo, la tan aparente vindicación de una desconocida no estaba en los programas al uso. Ni, por otra parte, sirvió para nada porque hubieron  de transcurrir dos décadas y producirse su muerte para que empezara aparecer algún artículo que recordaba a la excelente poeta[2]. Poco más tarde, la Fundación Ramón y Katia Acín, abrió en su página web un espacio para Sol y, en 2009, ha reeditado el aludido poemario[3].

 Aparte del título enunciado y algunos manuscritos, sólo se conocían –y por parte de muy pocos- los cuatro poemas que la oscense revista Argensola le publicara en su número 12, correspondiente al cuarto trimestre de 1952, tres de ellos recogidos en Ese cielo oscuro[4]. Pero existe una olvidada publicación barcelonesa anterior a esta fecha, la Colección Verde Viento, subtitulada (Antología viva de poesía y pensamiento), en forma de plaquette y de corta tirada que se aumentaba con cincuenta ejemplares, en edición de bibliófilo, que, en su primer número (1948), había recogido algunos poemas de la joven oscense.

     En dicha publicación aparecieron cuatro textos de Sol Acín: “Pan” (p. 4), “Canción” (pp. 5-6), “Poema” (pp. 6-7) y “Creación total” (pp 7-8), bajo el título genérico de Poemas. De la citada colección, dirigida por dos jóvenes: el después conocido autor teatral José María Rodríguez Méndez (1925-2009) y Miguel de la Villa, seudónimo de Miguel Juncadella[5] (1928), aparecieron cuatro números. El primero, correspondiente a 1948, en el que publicó Sol Acín junto a Julio Garcés y el propio Miguel de la Villa, y tres números más, en 1949, con poemas de Carmen Conde, José María Rodríguez Méndez, Carmen Sender y Francisco Galí en la segunda entrega; de Bartolomé Rodolfo, Jaime Ferrán, Julio G. Manegat y Miguel de la Villa, en la tercera y de Manuel Arce, Valentín Benick, Mª Carmen Barberá y Miguel Labordeta, en la última. No deja de sorprender la abundante presencia de mujeres y de aragoneses en esta suerte de revista de creación poética, que reivindicaba la juventud y una suerte de difuso surrealismo con ciertos aires sociales y existencialistas.

 Los poemas de Sol Acín que reproducimos son de considerable extensión y largo metro, sobre todo, en comparación con los recogidos en Ese cielo oscuro. El primero de ellos, “Pan”, está construido a partir de una serie de interrogaciones retóricas, con abundante adjetivación que muchas veces también sirve para construir las metáforas: vino reluciente, furiosa trabazón, mármol indolente, desamor gozoso… Por otro lado, como es propio del tiempo en que fueron escritos, un regusto existencialista y de desolación juvenil impregna todo su desarrollo, con preguntas que nos recuerdan a la inquisición a la divinidad que acometió Dámaso Alonso en su Hijos de la ira. El tono, no obstante, combina el despecho y la imprecación con el vitalismo, mientras en “Canción” se incrementa el reproche con la creación de un “tú” poético objeto de las oraciones condicionales sobre las que está estructurado gran parte del poema para terminar con nuevas interrogaciones que dan lugar al sugestivo y contradictorio verso: “No recuerdo en los libros lo que tú me decías”,  para terminar con las exclamaciones que dejan en el aire un deseo de desolada pero contumaz permanencia:

                               ¡Si supiera de ti y de cosas sagradas!

                              ¡Si supiera de algo sin saber de mi misma,

                              sin saber ya de ti, ni de mí, sin saber,

                              sin saber, sólo siendo!

 El intenso yo poético de la autora se desgarra en el tercero de los poemas en el que, aun sin recurrir al fácil pero frágil pretexto autobiográfico, entrevemos la honda desazón de la propia experiencia unida al intenso deseo de amor, redención e integración. “Creación total”, el último de los publicados termina con un mensaje esperanzado.

 Verbosos, con una perfecta integración entre naturaleza y vida y con un exacto sentido del ritmo, los poemas recogidos en esta plaquette, publicados por una Sol Acín de apenas veinticuatro años, quizá no sean tan sugestivos y contenidos como los que publicaría años después pero nos revelan la permanente intensidad del latido lírico de su autora.

[1] V. Emili Bayo, La poesía española a través de las antologías: 1939-1975, Universidad de Barcelona, 1972.

[2] Los únicos que conozco son:

Antón Castro, “El canto libre de Sol Acín”, Siete de Aragón nº 184, 16-III-1998.

Mercé Ibarz, “La poesía luminosa y feroz de Sol Acín”, Trébede nº 75, mayo-junio 2003, pp. 78-80.

Javier Barreiro, “Cinco escritoras aragonesas del siglo XX”, Criaturas Saturnianas nº 3, segundo semestre 2005, pp. 91-105.

Javier Barreiro, “Otro poema olvidado de Sol Acín”, Diario del AltoAragón, 10-VIII-2011.

[3] En su contraportada se reproduce un poemita de catorce versos octosílabos, mecanografiado y corregido por Sol Acín, escrito, al parecer, en torno a 1948 y proporcionado María Kusche, estudiosa de la pintura española del Siglo de oro, que fuera compañera de Sol en la madrileña Residencia de Señoritas.

[4] Bajo el marbete común de “Actitudes”, dichos poemas ocupan las páginas 357-360 de la revista y llevan por título: “Los momentos dichosos”, “Antes del alba”, “Regaron el jardín” y “Hacia el estudio”.  Los tres primeros aparecen en Ese cielo oscuro, inmediatamente después del poema inicial que da título al libro. “Hacia el estudio” no fue incluido. Dada su brevedad, lo incluyo aquí:

                                                             Hacia el estudio

                                                Tu quehacer está allí, sobre la mesa.

                                              Cuando te acerques volará el sentido

                                              de las amadas cosas que te cercan:

                                              el calor de tu piel, bajo el contacto

                                              suave y terso del aire, los rincones

                                              derramando pureza en sus tres líneas,

                                              la alfombra de la luz encapuchada

                                              por serenos contrastes de armonía.

                                               Pienso que el mundo claro de mi cuarto,

                                              detenido en su marcha con el día,

                                              se ha olvidado de ser algo en la tierra,

                                              y abre un camino alegre y desprendido

                                              por su cielo presente y circundante.

 [5] En 1955 aparecieron en Barcelona dos poemarios de su autoría, Canciones de mi calle y Jazz al anochecer, este último , con el mismo título que los poemas publicados en el número 1 de la colección Verde Viento, que compartió con Sol Acín y el buen poeta soriano, Julio Garcés.

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