Por Martín Ballonga
Amargura rima con cultura. Se nos van los días, las semanas, los meses, y nos dejan dudas, muchas dudas. Como siempre. Y esas listas prefabricadas por los ociosos con una jerarquización tendenciosa de gustos e intereses mercantiles en asuntos culturales de consumo. Las diez mejores idioteces.
Los cien fracasos aplaudidos por la prensa. Las dos mil inútiles acciones de gestión jaleadas por los cómplices. Así vamos consumiendo presupuestos, años e ilusiones. A nosotros nos encantaría que Nacho Escurrín –en la DGA- y Fernando Rivarés –en el consistorio- dejasen de hacer culturilla de amiguetes, posmodernismo de campanario y se tomen, en la medida que puedan y sepan, las cosas en serio. A los demás, salud, dinero y amor. Y si hay que cortar cabezas, se cortan. Nadie es imprescindible. Siempre, en fin, los mismos, cuando hay mucho talento desperdigado y sin atención alguna.
Por cierto, al consejero cultural de la DGA no le gusta que le llamemos Escurrín. Ahora le llamaremos Nacho Quinn –de los Quinn de toda la vida-, que insiste, don erre que erre: “Vamos a basar nuestra política cultural en la promoción de nuestros valores más universales. A saber: Goya (de Fuendetodos), Buñuel (de Calanda) y Cecilia (de Borja)”. Y remata: “Una vez enfocada la promoción, inyectaremos dinero al teatro de las Escuinas”. Amén.
Ya que estamos hablando de la familia Quinn –la de toda la vida-, el gran aliciente de la quinta temporada de ‘Homeland’ es el personaje de Peter Quinn, otro que tal. Los seguidores de la serie lo conocen de otras temporadas, pero es en esta donde el personaje explota toda su dimensión trágica. Sabemos que es un mercenario imperturbable, y que, con una resistencia al dolor parecida a la de Jack Bauer, no tiene límites en el sacrificio personal. Inicialmente, era un agente de primera línea, pero ahora vive en la intemperie más absoluta. Y se infiltra en una célula terrorista que, desde Berlín, prepara un terrible atentado. El argumento tiene mucho que ver con la actualidad y describe los laberintos de la geopolítica, los intereses y las irresponsabilidades que nos gobiernan. Desde un rincón altamente peligroso de este universo, Quinn resiste y, cuando puede, actúa para perpetuar una interpretación de los buenos y los malos que, pese a ser crítica, contiene una carga propagandística. La grandeza del personaje radica en cómo Quinn integra su propia soledad y mantiene, gracias al talento del actor que lo interpreta (Rupert Friend), el vínculo con la protagonista, Carrie Mathison. El instrumento más eficaz para transmitir las emociones de alguien tan aparentemente imperturbable como Quinn es la contención.
Las diputaciones socialistas en Aragón se han rebelado contra el pacto de Pedro Sánchez y Albert Rivera. Los presidentes de Huesca y Zaragoza no han apoyado el acuerdo en la consulta del PSOE a la militancia porque rechazan la supresión de las corporaciones provinciales. Pío Baroja pensaba lo siguiente, como dijo a los presentes en sus últimas palabras: “Muero sin saber para qué sirven las mujeres y las diputaciones provinciales”.
El exalcalde Juan Alberto Belloch se permitía comidas de 100 euros por cabeza y plumas estilográficas de 400 euros que regalaba o no se sabe quién. Eran gastos del presupuesto municipal. También la alcaldía pepera se gastaba alegremente el dinero de los zaragozanos en comidas excesivas y otras lindezas. Si entre el actual alcalde y la oposición siguen removiendo la gomina alguno saldrá escaldado. El objeto más inofensivo se puede convertir en la mejor excusa contra el rival político. Santiveri y sus asesores están estudiando pasar a llamarse ZeG (o sea, Zaragoza en Gomina) o GeC (o sea, Gomina en Común).
Sea como fuere, una peluquería del centro zaragozano está promocionando un fijador con el siguiente anuncio: “La gomina preferida por los alcaldes del pueblo”. No obstante, nuestro subdirector, Carlos Calvo, afirma que como la gomina Patrico no hay ninguna. La de toda la vida. Y la más barata. De paso, le recomienda a Pedro Santiveri que se rape la cabeza al cero para que no vuelva a caer en la tentación. Mas líbranos del mal, amén.
Lo vamos a decir alto y claro. El encuentro en Galicia de los alcaldes de las llamadas ciudades del cambio –incluida Zaragoza, con Sntiveri al frente- no fue un acto de partido. Fue una reunión cuyo carácter municipal de fuerzas similares sirvió para generar iniciativas en cada ciudad representada. Si Santiveri y su equipo –el coordinador Raúl Royo, el asesor Iván Andrés y la responsable de prensa, que omitimos su nombre hasta que espabile- se gastaron mil euros –euro arriba, euro abajo- entre el viaje, el alojamiento y la comida, se debe considerar como acto institucional. Lo demás son zarandajas y ganas de marear la perdiz.
Lo que ha hecho rematadamente mal el alcalde de Zaragoza es lo de la huelga del bus urbano, de la que es el cabecilla Manuel Ramo, gerente de Auzsa. Cuando un conflicto laboral se enquista, algo no funciona. Quien primero lo ha hecho mal ha sido la empresa incumpliendo unos acuerdos laborarles previos. Luego, claro, el sindicato, estrictamente corporativo. Y, finalmente, Santiveri y su equipo, directamente atropellados por el autobús. Cuando se meten los problemas debajo de la alfombra no desaparecen. El mayor error ha sido no garantizar este servicio público. Observamos que Santiveri, incluso engominado, se enreda más que su idolatrado Marx. Groucho, se sobreentiende.
A la muerte de Umberto Eco, algunos plumillas repetían lugares comunes como papagayos. Y ciertas citas de pertenencia dudosa: “Cuando los hombres dejan de creer en dios, no quiere decir que crean en nada: creen en todo” o “¿Qué es la vida sino la sombra de un sueño fugaz?”. Fernando Savater, siempre al quite, matiza: “Con el debido respeto y leves retoques, la primera es de Chesterton y la segunda, de Calderón. Quizá Eco las repitió, porque por algo se apellidaba así”.
Gregorio Morán va más lejos: “Varias necrológicas españolas han señalado como grave asunto que a Umberto Eco no le hubieran dado el premio Nobel. Lo dijo un furrier de la cultura oficial que llegó hasta ministro del ramo, César Antonio Molina. Incluso otro señaló, con buen ojo de lector de solapas, que el tío Umberto abrió el camino para escritores de fuste como el espadachín Pérez-Reverte o el oficinista patriótico Jaume Cabré”. Nosotros añadiríamos a unos cuantos escribidores aragoneses, pero no queremos ser malos.
A Eva Amaral alguien le llamó zorra en uno de sus conciertos. Podía haber parado la actuación y avergonzar al energúmeno, como hizo Alejandro Sanz hace unas semanas con un hombre que estaba pegando a una mujer. Pero nuestra amiga Eva prefirió hacerlo después, en una red social: “Ayer no consentí que este patán se adueñara de la fiesta, pero hoy, ya en frío, lo siento, no me lo como. ZORRA sí, MaciZORRA. Tú dentro de este zoo no eres más que una sabandija”. Ahí está ella, a la manera de lo que le contestó Diógenes a Alejandro Magno cuando este le pidió que le demandara lo que quisiera: “Muy poco, apártate que me tapas el sol”.
Nuestro buen amigo Enrique Mored, que ha desarrollado su carrera en ‘Heraldo de Aragón’, inicia una nueva etapa como director de Radio Huesca. Le deseamos los mejores éxitos. ¡Suerte!
Aunque algo deslavazado, nos ha gustado el nuevo libro de Aloma Rodríguez, ‘Los idiotas prefieren la montaña’, una evocación de su amigo (y el nuestro) Sergio Algora, ese músico (y escritor) prematuramente fallecido que solo sabía tocar la pandereta y hacía chistes con nombres de novelistas (“Queneau estaba harto de negarse”). Una reflexión de cómo una muerte puede desunir a un grupo. La hija de Antón Castro escribe: “No sé en qué momento pensé, después de tu muerte, que no seré capaz de superar la muerte de mis padres. La de ningún familiar. La de nadie al que quiera”. Y explica más adelante: “Y aunque tu muerte no me benefició, me cambió. Parte de lo que soy es gracias a tu muerte”. Un libro desgarrador.
Aloma Rodríguez es también la editora cultural del semanario ‘Ahora’ que dirige Miguel Ángel Aguilar (uno de los despedidos de ‘El País’) y en el que colabora Julio José Ordovás, una de las pocas firmas del periodismo cultural bien entendido, con unos ensayos sobre literatura de la mejor ley, repletos de sabia fluidez y sana socarronería.
José Luis Moreno (perdón, Melero) ha ganado el premio Búho concedido por la asociación de los amigos del libro. Nunca un premio ha sido dado con tanta justicia. De hecho, otra asociación, la de las rapaces, le va a obsequiar con el galardón LEEchuza, por el parecido de sus ojos y por los chuzos que lee. Además, el sueño de José Luis Moreno (perdón, Melero) es conseguir el premio León, por su exuberante melena y la furia con que devora los libros.
En el nuevo número de la revista turolense ‘Turia’ se dedica un monográfico al escritor zaragozano José María Conget, con artículos de varios autores bajo la coordinación del filólogo Juan Marqués. Así, Pablo Pérez Rubio, Manuel Aguirre, Domingo Ródenas de Moya, Fernando Valls, José Carlos Mainer (sin guion), Ignacio Martínez de Pisón, Juan Bonilla, Manuel Borrás, Maribel Cruzado Soria, Ramón Acín, Fernando del Val, Juan Domínguez Lasierra o Julio José Ordovás glosan sobre su vida y su obra.
El propio José María Conget confiesa a Julio José Ordovás, en una amplia conversación en exclusiva, que es “un escritor de poca imaginación, sin capacidad para situar la acción de un relato en un lugar donde no haya vivido”. También que le debe “a Proust el hallazgo de caminos de la sensibilidad hacia la recuperación emotiva del pasado”. Y reconoce que le “irritan los dogmas estéticos tanto como el canon, ese invento siniestro del gremio académico”. Preguntado por su faceta de profesor, advierte: “En mis clases no quería que asociaran la literatura con el estudio, sino con el placer”. Una gran entrevista.
En este número de ‘Turia’ también se publica un artículo sobre el hallazgo del primer trabajo literario de Ramón José Sender, ‘Cocoliche y Tragavientos’, rescatado por nuestro redactor de las artes y las letras Javier Barreiro -el de las púas-, en una librería “de viejo” barcelonesa. Se trata de una ficción cómica para público infantil sobre dos jóvenes detectives que firmó como Sendercito. El texto del joven Sender, escrito con apenas diecisiete años, viene ilustrado con la firma de Rojo, dibujante habitual de aquella revista llamada ‘Charlot’. ¡Enhorabuena, Javier!
A pesar de ser una obra de juventud y un cómic, Barreiro resalta la riqueza del vocabulario y alguna alusión a la actualidad de la época. También indica la presencia de algún aragonesismo como “tozuelo” por “cabeza”, o topónimos como Maladeta y Remolinos. En la portada aparece la efigie de estos jóvenes detectives enmarcada en un círculo con la inscripción “Inservate et deoperivis”. Jesús Ferrer, catedrático de latín, considera que podría tratarse de un error por parte del grafista, quien convirtió “deoperietis” en “deo perivis”, en cuyo caso la traducción quedaría en un convincente “Examinad y averiguaréis”.
De todos modos, Javier Barreiro ya publicó un primer trabajo de este hallazgo en ‘Alazet’ (septiembre de 2015), publicación del instituto de estudios altoaragoneses. Apenas tuvo difusión el hecho, por no decir nula difusión. Sin embargo, a José Luis Melero solo le faltó decir que ya tenía esa publicación en su biblioteca y que no tiene mayor relevancia, pues, si no, ya la hubiera sacado a colación. Lo mismo que le dijo en una entrevista a Juan Marqués en relación con otro escritor aragonés. Este cucharón de libros nos sorprende cada día un poquito más. Melero, Melero…
En efecto, de haber sido José Luis Melero el improbable responsable de este hallazgo, los palmeros del núcleo duro literario del ámbito zaragozano habrían dado un gran despliegue al acontecimiento, amparados en los aparatos de información a su servicio, o sea, el decano de la prensa aragonesa y los diferentes medios de comunicación afines al régimen. Ya decía Conan Doyle (¿o fue otro?) que “una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”.
Por cierto, el libro ’Viaje a la aldea del crimen’, una colección de crónicas escritas por Sender sobre los sangrientos sucesos acontecidos los días 10, 11 y 12 de enero de 1933 en la pequeña localidad gaditana de Casas Viejas, ha sido reeditado por la editorial Libros del Asteroide, con prólogo de Antonio García Maldonado, un texto fundamental del periodismo español del siglo XX.
Barbastro ha incluido en su atractivo turístico la ruta de san Josemaría Escrivá de Balaguer, nacido en dicha localidad en 1902, siendo por inspiración divina el fundador del Opus Dei. Para celebrarlo, varios miembros de la familia Yarza, algunos colaboradores de ‘Heraldo de Aragón’ y el ínclito Manuel Pizarro pasaron un fin de semana en Lourdes. Los gastos corrieron a cargo de Ibercaja, claro, dentro de su política cultural sin parangón. Bendita calamidad.
La película ‘Palmeras en la nieve’, basada en la novela de la montisonense Luz Gabás, que narra la aventura de dos hermanos decididos a dejar el Pirineo oscense en 1953 para viajar a la colonia española de Fernando Po, se estrenó el pasado mes en Guinea Ecuatorial. A la ‘premiêre’ asistieron varios actores del filme, así como personalidades de la moda y la televisión e intérpretes ecuatoguineanos que participaron en el rodaje. El crítico del periódico local calificó la película de “castaña”. ¡Y menos mal que no ha leído la novela!
Debido a la antipatía que causa nuestra sección de cine en la comunidad aragonesa –más de la mitad de sus cineastas no pueden ni ver a don Quiterio-, el director de ‘El pollo urbano’, Dionisio Sánchez, está estudiando cambiar de táctica. Quien quiera una reseña positiva, sabiendo que su obra es un bodrio, deberá pasar por caja y abonar 950 euros. Quien la quiera solo discreta, sabiendo igualmente de sus deficiencias, la cuantía será de 475 euros. Y si la obra es buena, y se quiere reseña, deberá pagar una cena al jefe de sección correspondiente, con compañía o sin ella, eligiendo nuestro redactor el lugar y los platos de la carta. La propuesta, en próximos números, se abrirá a toda clase de disciplinas: literatura, teatro, sociedad, gastronomía y, por supuesto, tribuna política. Precios a convenir. Para más información dirigirse a Antonio Morata, comercial de ‘El pollo urbano’. Número de contacto: (976) 293146.
