Nota de la redacción: En la ya larga historia del Pollo Urbano pocos apartados han tenido un éxito más rápido y contundente que “las pollerías” que con tanto acierto dirige nuestro colaborador Martín Ballonga. Dentro de la mejor saga de escritores con acidez, espíritu crítico y tradicional sentido del humor aragonés, Martín Ballonga está elevando el chismorreo ciudadano a nivel de arte. ¡Enhorabuena a Martín!
¡Qué tiempos aquellos en los que Vicky Calavia, junto a sus secuaces y a ritmo de manifiesto, pedía la dimisión de Humberto Vadillo! ¡Ah, la época de los títeres y titiriteros! Pero la hipocresía manda desde que el tiempo inventó el reloj. Y en la zaragozana casa de Andalucía, ahora que nos rodea la feria de abril, se ha puesto de moda esta sevillana: “La Cantalabia y el Ladillo ya están bailando, ya están bailando; la Cantalabia y el Ladillo ya están bailando…”.
A partir de septiembre, Aragón aplicará la polémica Lomce en los colegios de primaria. Se incrementarán las horas de matemáticas y de idioma extranjero, se reducirán lengua, música y arte, pero se mantendrán las de religión. La DGA, con María Dolores Serrat al mando del área, acaba de promover conflictos antes de iniciar el curso. Disparates y aberraciones, que la sotana no se toca. Y menos en esta tierra de cristos crucificados, beatas meonas, sacerdotes cadavéricos, putas y arrieros.
Además, la consejera de educación afirma, en otro giro de su incompetencia, que la formación religiosa es fundamental para conocer la dignidad humana. En palabras del profesor de filosofía Antonio Aramayona, “desconoce que en un estado democrático, social y aconfesional se debe impartir en la escuela saberes, no creencias”, porque “deben imperar allí la razón y la ciencia, y jamás la superstición, el pensamiento dogmático o el mito”. Decididamente, en los asuntos importantes, el tiempo parece haberse detenido y el agua estancada se corrompe. Cuando la consejera usa su cabeza (como está hueca) embiste. Algunos, en intenciones, nos conducirán a la tierra del cincel, de la maza y de la idea.
Tampoco le falta razón a Antonio Aramayona cuando se refiera a Juan Alberto Belloch, otro que tal. Con su crucifijo en los plenos municipales, su calle dedicada a Escrivá de Balaguer, sus exposiciones de sábanas santas, sus misas y procesiones, el alcalde de Zaragoza está convirtiendo a la ciudad inmortal en una inmensa sacristía. ¿Qué cantidad concreta de dinero público han destinado el ayuntamiento y la diputación de Zaragoza a subvencionar y sufragar estos costos, de enfoque estrictamente confesional? ¿Hay dinero o no hay dinero para hacer frente a las necesidades de la ciudadanía? ‘Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat’.
El consejero de salud del gobierno de Aragón, Ricardo Oliván, no da las listas de espera, pero hace comentarios sobre ellas impropios de un gestor, al señalar que los retrasos no ponen en peligro la vida del paciente. Al final resultará que la alargan. Que se lo digan, si no, a Aránzazu Navascuez, que lleva ocho años esperando –sí, ocho- para una operación de reducción de pecho en el hospital Miguel Servet de Zaragoza, con una espalda cada día peor: escoliosis, vértebras desviadas, artrosis… ¡La sanidad no se vende, se defiende!
Ricardo García Becerril culpa a los periodistas de los euros que guardaba en el colchón. Todos andan nerviosos. El PSOE tiene miedo porque dos de sus diputados han presidido el consejo de administración de Plaza, porque otra es la esposa del ex consejero delegado y porque está en el punto de mira la gestión del pasado socialista. El PP tiene miedo porque a la presidenta no le gusta nada cualquier tufo de corrupción y en el PAR temen algo pero no se sabe qué. Ya lo dijo Salomón, la política es un nido de corrupción.
Mientras tanto, Javier Lambán se deshace en elogios hacia Marcelino Iglesias, “alguien que, aunque algunos se empeñan en desacreditarlo últimamente, forma parte de la historia reciente más brillante del PSOE, de su presente y de su futuro, y de cuya amistad, compañerismo y proximidad me siento muy orgulloso, más que nunca”. Esto dice el nuevo secretario general, que se corona a sí mismo como referente unívoco de los presuntos socialdemócratas aragoneses.
Solo Marcelino Iglesias superó el calvario de enfrentarse al aparato y tardamos tres días en saber si había ganado el oscense o Isidoro Esteban. Esta vez, ni eso nos han brindado los socialistas. Lambán encabeza la petición de la comisión de investigación sobre la gestión de la Plataforma logística. Su discurso repleto de pureza le lleva a exigir responsabilidades, aunque la totalidad de damnificados serán de su formación. Al final, es un torpedo en la línea de flotación de su propio partido. Más bien de su predecesor Iglesias. Serán compañeros de Lambán los que sufran el improductivo escarnio que genera una comisión de investigación, que se cerrará antes de que lo haga la instrucción judicial, lo que evidencia su despropósito.
Al subdirector del Pollo y coordinador cultural de esta casa, Carlos Calvo, le llovieron las críticas y le contaminaron el correo cuando osó decir que la literatura del oscense Javier Tomeo estaba sobrevalorada, calificándola de superficial e infantil. Ahora, Fernando Valls, crítico literario de ‘El País’, arremete en ‘Babelia’ (29-3-14) contra la edición de ‘El fin de los dinosaurios’ (Páginas de espuma, 2014), con prólogos de Daniel Gascón y Juan Casamayor, y epílogos de Antón Castro e Ismael Grasa. Además de dudar de la idoneidad del título, Valls afirma que el libro “ofrece una recopilación bastante trillada de varios registros y motivos recurrentes de Tomeo”. Hay textos desafortunados que “resultan estáticos, sin movimiento ni evolución, al limitarse a presentar una situación sin trascenderla, y carecer de ambigüedad o misterio, por no hablar de que en más de una ocasión cae en el chiste manido”. Esperemos que no contaminen el correo a nuestro compañero de fatigas con improperios fuera de lugar. Ya lo dijo el doctor Palomar, el tiempo pone a todos en su lugar.
Mientras el juez investiga su patrimonio, Agapito Iglesias liquida la firma Esmeralda, una filial del Real Zaragoza creada en 2006. Para celebrarlo, el club deportivo que dirige promociona una colonia oficial. Vean como la definen: “Es un eau de toilette para todos los miembros de la familia, cuyo suave perfume deja en piel un agradable frescor. Es apta para cualquier momento del día, si bien nuestra piel nos lo agradecerá especialmente al perfumarnos por las mañanas y durante los días más cálidos, pudiéndose utilizar otras fragancias más perfumadas para la noche o en momentos especiales. La colonia Real Zaragoza también está recomendada para después de la ducha o del baño, pues al ser una fragancia cítrica, el olor fresco y cristalino nos acompañará allá donde vayamos, un himno al espíritu libre. Su vaporización puede realizarse directamente tanto en la cabeza como cuello y torso”. Este Agapito es un cachondo de cuidado.
A María López Insausti se le indigestaron las palabras futuristas del Kabaret Dadá al mismo tiempo que los estaba premiando en la Gala del Teatro 2014, pero es que estos chicos provocan escozores por donde pasan y claro, ella tiene un techo que defender y su propio púlpito desde donde hacerlo. Carmen Blasco y Jeromín, en primera fila, comieron liguero de Dadá como groupies cualesquiera. El teatro, es cierto, lleno a full.
Antonio Caño sustituye a Javier Moreno en la dirección de ‘El País’, para el que lleva trabajando más de treinta años, convirtiéndose en su quinto director. Caño pidió disculpas a sus compañeros de la redacción por el envío erróneo de un ‘mail’ donde se detallaba planes futuros para el periódico y que recibieron varios periodistas. Eso es empezar bien, chaval. Ahora tendrá que superar la complicada dirección de su antecesor, con una deuda de más de tres mil millones y la metedura de pata con la publicación en portada de la foto de un falso Hugo Chávez entubado. Ya lo decía Salomón, a mí me va el mogollón.
Además de un lenguaraz ácido, Fernando Arrabal es un inconformista crítico y cítrico. Clarividente casi siempre, con la suficiente autoridad para denunciar la impostura desde cualquier página, en cualquier circusntancia. En su libro ‘Un esclavo llamado Cervantes’ se atreve a lanzar este preterible: “En España, si hubiera existido el premio Cervantes en el siglo XVII, se lo hubieran dado a Alonso Fernández de Avellaneda, el autor del falso ‘Quijote’. Cervantes no lo hubiera merecido”.
En el estiloso pero pelotero libro ‘Notas sobre Zaragoza del capitán Marlow’ (Xordica, 2014), Fernando Sanmartín –al que se le llama ‘pagafantas’ de tanto que le gusta la bebida carbónica de color naranja- advierte de su amigo Antón Castro que “escribe poemas en los que afirma que la vida es prescindir de la impostura, despojarse de la ambición, dejar el vértigo”. Sin embargo, este le hace una entrevista el día de la presentación del libro sin tuteos, siempre “de usted”. ¿En qué quedamos? ¿No estamos hablando de imposturas?
También dice Sanmartín –santificado sea-, después de loar a Félix Romeo, Miguel Mena, Daniel Gascón, Martínez de Pisón, José Luis Melero, Eva Puyó, Ismael Grasa, Luis Alegre o Chusé Raúl Usón, que confía en Julio José Ordovás, “creo en él”, a pesar de ser “silencioso, tímido, que se transforma en un fogonero cuando escribe”. Hombre, confiar y creer en el mejor escritor que tienen hoy las letras aragonesas tiene bemoles, y acaso un enorme y perverso mérito. Y encima llamarle “fogonero”, que suponemos se referirá al oficio de alimentar el fogón con pan. Es como comparar la pintura de su idolatrado –y comercial- Pepe Cerdá con la sobriedad –silenciosa, tímida- de un Alfonso Val Ortego. ¡Abajo las imposturas! ¡Vivan las caenas!
Enhorabuena al hostelero aragonés Fernado Batzán, dueño del restaurante ‘La Cocineta’ en Sos del Rey Católico, que ha ganado el último premio de novela del grupo Círculo de lectores con su primer libro, ‘El techo del mundo’, centrado en la España del siglo XV y en el monje cisterciense Fray Genaro. José Luis Corral y Magdalena Lasala ya pueden ir aprendiendo del hostelero, para no caer, de nuevo, en sus relatos seudohistóricos. De momento, se han tenido que conformar con volver a ver la comedia de Mariano Ozores ‘Genaro, el de los catorce’, en la que Alfredo Landa interpreta a un pregonero de un pueblo que acierta una quiniela premiada con muchos millones. Para ser rigurosos, el Genaro de la ozorada es con ‘j’. De joder.
Nuestro colaborador Eugenio Mateo está que se sale. En pocos días, presentó, junto a Luis Beltrán, Pilar Catalán, Paco Serón y Fernando Morlanes, el número cuatro de la revista ‘Crisis’, hizo una conferencia sin parangón sobre el surrealismo aragonés e inauguró una exposición sobre artistas polacos en su recién inaugurada sala ‘Nazca’. Este Eugenio es un genio.
Sin Adolfo Suárez nos vamos quedando sin hombres, sin playas, sin islas, que diría Albert Camus cuando escribía sobre el verano. Estamos en primavera, no obstante, y la paradoja es que el expresidente del gobierno se ha apagado para encender la memoria. Un hombre que elevó la mirada por encima de sí mismo. Que es mucho más de lo que jamás harán algunos. Cuando abandonó la política, le llovieron los elogios, prueba de que somos imbatibles en la loa postrera –y rastrera-, pero insoportablemente mezquinos cuando se trata de valorar sobre el terreno. Suárez se esforzó en juntarnos las manos y le rompieron los nudillos. Tuvo enemigos por la izquierda o derecha, por arriba o por abajo. Solo ante el peligro, abandonado por todos al final. Perder la cabeza fue una suerte para él.
No le falta razón a Joaquín Carbonell cuando dice que “todo el mundo”, ante la muerte del expresidente, “ha hablado bien y esto no coincide con los documentales que sobre su vida política se han difundido”. Algo no encaja, y parece que se nos quiere hacer ver que Suárez y el monarca español habrían hecho la transición casi solitos. Se trata de una distorsión de la historia y un aprovechamiento del momento para meterle respiración asistida al juancarlismo. En su momento, Suárez había perdido el favor del rey, tenía al ejército en contra, los socialistas fueron a degüello y en su propio partido lo despedazaron. Sus antiguos enemigos han callado y las sombras de su mandato han sido olvidadas. Se le ensalza ahora por las mismas cosas que entonces provocaron su descrédito. Esto es falsificar un pasado que no fue como se está diciendo.
Aquí solo se habla bien de la gente cuando se muere. Suárez, el político más denostado de la historia de España, es visto hoy como una especie de santo y se convierte en una suerte de cuento en el que la fabulación se confunde con lo real. Que se lo digan, si no, a José Ángel Biel, Juan Montserrat, Marcelino Iglesias, Bernardo Baquedano, José Antonio Escartín, Juan Alberto Belloch, Luisa Fernanda Rudi, Alfredo Boné, Adolfo Barrena o Juan Antonio Bolea, por no alargarnos, que han loado en los distintos medios de comunicación de Aragón “la gran valía de Suárez”, su “capacidad de consenso”, su “sentido de estado”, su “gran trabajo para la pluridad en la transición”, su “diálogo y honradez” o su “coraje y valentía”. Somos muy buenos enterrando a los muertos. Y únicos sepultando a los vivos. Durante todos esos años sufrió el desdén y hasta la humillación de muchos de los que hoy le elogian.