Por Raúl Navarro «Kynos»
Los gritos resuenan en la noche
como en una fantástica caracola.
¡Ascienden sigilosos lamiendo las fachadas, zalameros!…
Hijos de la HISTORIA, capítulos de la memoria:
deseos, quejas, envidias no resueltas, ilusiones…
Que se agolpan en las puertas.
¡La cobardía parece no agotarse!
pues el valor se marchó ya, por falta de uso.
De inaudible quiere disfrazarse
pero a mí me sigue pareciendo un estruendo.
¡Un cañonazo! De nada sirve ponerse tapones ¿verdad?
Semejante al ruido de las masas, al hacer ruido.
Cubriendo ese intervalo que se anuda al silencio.
Todo se ralentiza… Y la caridad, esté o no
de nuestra parte, junto al calculo sereno de la vida,
nos conduce por senderos desconocidos
de pasión y glamur… Aunque la imagen deformada
que me ofrece el espejo no se reconoce así misma.
Convertidos ahora en seres unifrentes,
discurriremos ecuaciones y complejas fórmulas.
¡Tan difíciles de resolver como el olvido…!
La singular sirena emitió su chillido,
a la par que el mundo se forjó.
Desde entonces su voz no ha cesado…
O al menos eso dicen los sordos…
Si no que imparable avanza tirada por dos
hermosos corceles negros.
¿Puedes ver las siluetas en la aurora?
¿Y escuchar sus herraduras sobre las nubes?