Las Cruzadas del siglo XXI / María Gómez


Por María Gómez y Patiño

    La violencia ‘in crescendo’ en Gaza me produce horror, impotencia y tristeza

    Se han pasado cerca diez siglos desde la primera Cruzada, aquellas guerras religiosas, según nos explicaban en Historia, que trataban de vencer, convencer y convertir a los que profesaban una religión distinta al cristianismo. Eso nos contaban, todo se hacía en nombre de un dios o de una religión, se trataba de una guerra santa.

   Nunca entendí lo que era una guerra santa. Siempre tuve dificultades, muchas, más bien todas, para entender las razones de aquellas guerras, de las muertes, de los exterminios, de los genocidios, y mucho más, si eran en nombre de un dios o de una religión, porque me parecían una contradicción. ¿Cómo se podía matar a alguien en nombre de una creencia?

  No he podido avanzar en la comprensión y el sentido de las guerras, pero la civilización tampoco ha podido avanzar en su desterramiento. Siguen los bombardeos, los ataques de distintas formas, y la ocupación de sus territorios y todo lo que ellos contienen.

    Ver la película multipremiada Quo vadis Aida, dirigida por Jasmila Zbanic, mujer que plantea un terrible genocidio: La Guerra de los Balcanes, me ha vuelto a sumir en el mismo problema de incomprensión que ya sufría hace muchos años. El único consuelo es que se trata de una coproducción Bosnia y Herzegovina-Austria-Rumanía-Alemania-Polonia, y quizá eso me da un respiro y para pensar que hay más de un país preocupado por los conflictos religiosos, y que puede que la Guerra de los Balcanes haya sido superada, porque el genocidio de Srebrenica se produjo en 1995, cuando una religión cargó sobre la otra, ante la impasibilidad de las tropas de la ONU.

  Una cosa es narrar unos hechos, y otra, mucho más difícil, es entender su sinrazón. La película nos muestra hechos, pero no nos explica razones. Los corresponsales de guerra nos muestran instantes de tragedia, pero tampoco nos acercan a la razón profunda del problema.

  Salir de una sala de cine pensando que el problema ya se acabó, algo que dudo en mi fuero interior, me sume en una pregunta que tampoco puedo responder: ¿Qué está pasando en Gaza estos días? O ¿Qué ha estado pasando en Siria todos estos años? ¿Qué está pasando con nuestra civilización en estos siglos? ¿Qué lecciones hemos aprendido y cuáles no?

   Desconozco si hay, hubo, o habrá inoperancia por parte de la ONU, o qué tipo de intereses santos mueven a las naciones, pero no puedo entender cómo la ciudadanía de todo el mundo ha de permanecer impasible, mirando hacia otro lado, o contemplando la destrucción en directo, como si la muerte de tantos hombres, mujeres y niños no nos importaran, o fueran un asunto ajeno a nosotros.

    En mi inocencia infantil, pensaba que las Cruzadas se habían acabado y que eran un capítulo en el manual de Historia Universal del bachillerato, pero no. No habían acabado. No era cierto. Siguen produciéndose, ahora tenemos las Cruzadas del siglo XXI, con armas mucho más sofisticadas y destructivas propias de este tecnológico siglo y con retransmisión en directo, que ojalá fueran efectos especiales en un estudio de grabación de cine.

   La realidad actual es insufrible de terca, pertinaz e inhumana. La violencia in crescendo, los ataques en Gaza, los gritos de ayuda y de terror en directo me producen un horror que no puedo ver sin llorar y que me producen una impotencia y una tristeza que no puedo ocultar y dejar de compartir.

Publicado en el Periódico de Aragón

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