El mar de la conformidad / Miguel Clavero


Por Miguel Clavero

  Había un eslogan publicitando  seguros que rezaba: “El mar de la tranquilidad”.

  Yo te propongo  el título de  este articulo que no ofrece ‘tranquilidad’ precisamente. Todo lo  contrario, pues te veo ‘demasiado’ feliz, pletórico, sin nadie que te contradiga, que  rectifique esa actitud simplista que siempre has mantenido opuesta a la complejidad de las cosas.  Ahora todo te es más fácil, te dejas llevar, te integras en el océano de las ideas preconcebidas donde todo es inamovible, previsible, retroalimentado perpetuamente.  En  ese oceano el agua ya no fluye, no se oxigena, simplemente permanece, se perpetua y ensucia. El río ha dejado de serlo y ahora es un ente uniforme del que tú formas parte y ya no hay vuelta atras. Ya nada te importa, sólo esa inmensidad que lo explica todo y  ahora somos. Pero por el camino te has ido dejando parte de tu vida, tus sentimientos; has cedido tu libertad para formar parte de un todo y te conformas sin cuestionarte nada, solo tragas esa agua salada que cada vez está más corrompida pues también es ahí donde van a parar todos nuestros desechos, toda nuestra basura que producimos y no  somos capaces de gestionar para preservar el mar limpio. Fagocitar los excrementos producidos hasta que nuestra mente sea otro vertedero de miserias humanas, indecencias y corrupción. 

    Me decías: “si la política no te va dar de comer”.  “Eres tonto mira que perder amistades por la puta política”.  Los más radicales hasta se permiten agredirme: leña al disidente, al que piensa diferente porque en tu conformismo te molesta que alguien no sea como tú; que no haya conocido molde, ni oceano que dé una forma definitiva a esa  manera de ser. Y así solo hay una actitud, una consigna grabada a hierro y fuego: atacad  sistemáticamente hasta que no quede ningún disidente, corregid esos desajustes que se oponen a ese “orden natural” creado desde tiempos ancestrales para conservar los privilegios de unos pocos sin moral, ni complejos ni decencia, a costa de seguir perpetuando la pobreza y la miseria,  fisica y espiritual, de la mayoría de los habitantes . Todo sale según el plan previsto.  Todo está calculado.  Nada surge al azar, los objetivos se van cumpliendo. Y tú compañero cercano, vecino…, también te apuntas al carro de la conformidad.  Te han inoculado miedo? Temes desproteger a los tuyos? Es posible que así sea…

    Pero desde la diferencia, incluso desde las diferentes y escasas   oposiciones con las que tú te  encuentras también se puede lograr  consensos y  cooperación con el otro, desafiando el  “orden natural” de las cosas, pues el ser humano, en ese oceano social inabarcable y caótico es capaz de organizarse hábilmente, si hay voluntad para ello.  Esa es, precisamente la  grandeza de nuestra evolución como especie desde que el primer ser surgió de las aguas; desde que el mono bajó de los árboles para sobrevivir en un medio hostil gracias a la ideación inteligente de sus herramientas y a la gestión de sus escasos recursos que le ayudaron a afrontar nuevos retos para ser lo que ahora somos. 

    Pero ahora, lejos de llegar a acuerdos, parece que nos ahogamos en nuestro propio vómito .  Que no ya en un océano embravecido, como esos miles de niños desesperados que huyen a nado de la miseria y de regímenes corruptos para alcanzar las costas españolas donde se piensan que van a encontrar la prosperidad, o simplemente ser menos pobres. Esos niños, tal vez, se reirían de ti si descubriesen que tú te ahogas en un vaso de agua.

   Y tú, desde tu soberbia, creyéndote mejor que nadie, le  protestas al camarero  cabreándote con él porque no llega a tiempo tu bocadillo. Tú, que tienes la inmensa fortuna de vivir en paz en un país maravilloso;  con una familia que te apoya y te quiere; que desempeñas una profesión que elegiste y que vives con todas las comodidades en esta parte rica y afortunada del mundo; tú que presumes de ser creyente en una religión cuyos valores maximos son el agradecer lo que tienes; el perdón  y la ayuda al necesitado.  Tú ahora, no sólo no demuestras que eres mejor que esos niños engañados por su país, sino que además, te conviertes en un  repelente niño mal criado que ha tragado mucha mierda.

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