Odios, conspiranoias y otras tontadas / Miguel Clavero


Por Miguel Clavero

Durante mi enclaustramiento forzado oía desde el piso de arriba enérgicos y reiterados pasos siempre a la misma hora…

..y con la misma intensidad: «ya está el vecino de arriba dando su ‘paseo’  cotidiano» pensaba, encerrado entre sus cuatro paredes.

     Su monótona letanía absurda a la que me tenía acostumbrado empezó realmente a ser molesta.  Y en éstas, pues teníamos todo el tiempo del mundo para pensar,  que me vino a la cabeza aquellos osos, que tenían enjaulados —allá por los años setenta— en el parque Bruil de Zaragoza para recreo y asombro de niños y papas.  Siempre que íbamos a verlos con mis padres siempre estaban dando vueltas por las reducidas dimensiones de su ‘cuchitril’, y cuando pasaban al lado de la verja les tirábamos cacahuetes que alcanzaban con su tremenda cabeza al vuelo.   Tentado estuve de ofrecerle también a mi vecino unos pocos, a condición de que procurara no hacer tanto ruido en su, digamos, paseo diario dentro de  sus cuatro paredes. 

     A veces, a los osos, les tiraban   piedras o les disparaban perdigonadas, y así les fue, que acabaron muriendo de asco   —o como diría el otro—  una evidencia más de la inconmensurable  estupidez humana.

    Lamentable y cobarde episodio de maltrato animal consentido por las autoridades de la época. En fin…

   Pero mira…  ahora como que  pareciese se les hubiera concedido, a instancias del Gran Oso Supremo —que todo lo ve—,  una especie de venganza cósmica,   desde el más allá, o desde donde  ‘pichorras’ vayan a descansar eternamente los ositos buenos al dejar este mundo; de seguro que aún se estarán ‘partiéndose el culo’ de la risa —eran un oso y una osa— viendo a todos los humanos encerrados en la ‘osera’ particular de cada cual.

   Para risas, también, las que me eché el otro día con mi amigo Kikito, cuando le explicaba lo de los osos y planteó su versión particular de cómo se había  orquestado todo este ‘pandemónium’ proveniente, dice, de los ‘chinos’: “Teníamos que haber previsto la jugada” —Me dijo—: “cuando nos pimplábamos los botellines de tercio de Ámbar a euro cada uno y nos ponían un cuenco con cacahuetes y panizo” …Para dar sed  —resolví— y tener que pedirles otra cerveza.  “Sí bueno, por eso también” —reconoció—.

     Pero sobre todo a lo que mi amigo se refería —en realidad no sé lo cree ni él, y menos contado medio riéndose, pero sirve de pábulo para pasar un buen rato, que es de lo que se trata—:  “Es que los chinos ya lo sabían porque desde hace mucho vienen expiándonos con sus cámaras fotográficas y que si con los osos funcionó, a ver porque no iba a funcionar con los humanos que tampoco han demostrado muchas más luces que los osos, a pesar de tener un coeficiente intelectual superior” 

   “Y lo han conseguido” —concluye—, ahí nos tienen: “encerrados en nuestras casas sin poder salir y engordándonos como gorrinos, por la compulsiva  ingesta de todo tipo de ‘marranadas’ calóricas y sin medida”.

   De todas formas mi amigo del metal es libre de pensar,  acertádamente o no, lo que le venga en gana.   Lo realmente preocupante es cuando dirigentes políticos, altos cargos en la administración con importantes  responsabilidades públicas hacen de sus mentiras, conspiranoias, odios y tonterías diversas, el discurso principal con el que ‘masturbarnos’ las neuronas, de manera perpetua, para convencernos de una supuesta ‘conveniencia’ que muchas veces —ahora ya vale todo para conseguir objetivos políticos— es sencillamente absurda: discursos o actitudes en donde la oposición política a un gobierno legítimo de progreso se ejercita insultando, mintiendo, perdiendo las más elementales normas de educación; convirtiendo el panorama político en una bronca perpetua; amenazando y entorpeciendo las pocas o muchas iniciativas encaminadas a construir un país: el de todos los españoles, no sólo el de los de las banderitas;   perdiendo las más elementales normas de educación;  convirtiendo el panorama político en una bronca constante que no tendríamos por qué tolerar los administrados…

   Y así, tenemos a la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, responsable de los centros residenciales para mayores sacudiéndose ‘el marrón’, echándole las culpas y buscando un chivo expiatorio en Pablo Iglesias —el demonio rojo—  siendo que no le compete al ser responsabilidad autonómica. Pensará: si cuela, que se lo ‘coma’ el ‘coletas’.

    Pero esta señora se expone a una querella en el Tribunal Supremo por negar el derecho a la salud de los mayores.  Y nos lamentamos del maltrato hacia los osos.  Las pruebas de Transamed (el equipo sanitario que precariamente atendió esos fatídicos días de la pandemia) podrían fortalecer la acusación de más de cuatrocientas familias de fallecidos contra la presidenta y otros líderes de la comunidad madrileña.  Y, ojo, han visto de todo: mayores agonizando sin morfina; cadáveres sin recoger durante cinco días y, sobre todo miedo, las caras de pánico a las que se habrán enfrentado y que dejan huella en el alma para siempre. 

    Y qué me dicen del presidente, nada menos, de la Universidad Católica de Murcia? Que dice que nos quieren implantar chips por medio de las vacunas contra el coronavirus.  Y no se qué del demonio que acecha.  Ostras! Que es el rector de una universidad!

   O un Consejero del PP en Tarazona rezumando odio con amenazas de muerte hacia sus adversarios políticos e incurriendo así en fragrante delito: el ‘andoba’ ya ha dimitido.  A tomar viento fresco!

  En fin, la lista sería bien extensa y no vamos a reiterar lo que ya han  escrito otros autores.  Pero si a mi amigo le hace ilusión pensar que los chinos, gracias a los cacahuetes, han sido capaces de encerrarnos en casa castigados, al igual que a los osos del parque Bruil, a ver por qué no lo va a pensar así el zagal, o no, o yo qué sé…

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