Yo he venido aquí a hablar de mi polla / Antonio Tausiet

PTausiet1
Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

 

 Non facit ebrietas vitia, sed protrahit

«La embriaguez no crea vicios, sólo los pone en evidencia». Séneca.

   El título de este escrito contiene una errata, quizás. Es posible que quiera decir pollo donde digo polla. Y es que no se me ocurre otra cosa mejor para conmemorar los cuarenta años de existencia de esta revista que hablar de mi propia experiencia como miembro de su equipo.

    El pollo urbano nació cuando yo tenía diez añitos, lo que quiere decir que mi órgano no estaba aún suficientemente desarrollado, mi cerebro, para colaborar en ese fanzine. Los aragoneses hubieron de esperar dos décadas para que me incorporara, en un principio con un seudónimo rimbombante, pero no menos acorde: Melguencio Melchavas. Corría el año 1999, y yo ya tenía todos los pelos en su sitio: mi cabeza. Dionisio Sánchez, que no hace falta ser presentado, y sus lacias melenas aún menos, alzó sus brazos hacia el cielo cuando me digné identificarme ante su fiera figura, un aciago día de primavera en la plaza de la Santa Cruz. Del mismo modo que antes había visto, con su ojo sagaz, que algunos otros jovencitos mostraban maneras (recordemos sólo un caso previo: Fernando Rivarés), vio en mí una nueva víctima para constituirme en acólito, lo que se formalizó de inmediato.

   Pasé de ser un cortometrajista emergente a ostentar el título de Jefe de Desarrollo Tecnológico de la revista, y de sus múltiples ramificaciones, digamos empresariales. Siglos después, por obra y gracia de José Ángel Delgado, me convertí en Vicepresidente de la Academia del Cine Aragonés. Dos títulos excelsos que han sido mis más altos laureles, en la vida tan rocambolesca como tranquila que he llevado durante mi medio siglo de existencia.

   Una vez incorporado al equipo de la revista, colaboraba en el cometido de mi cargo, consistente en intentar solucionar problemas técnicos, con más errores que aciertos, pero también aportando artículos, ya sin el seudónimo aludido, a cara descubierta y con un éxito tal de audiencia lectora que llovían en mi buzón de correo electrónico las alabanzas, chirigotas y cuchufletas.

   Pasaban los años y mientras tanto, el director, qué digo, el factótum, el alma, el numen de la revista, se dedicaba a invitarme con fruición a almuerzos pantagruélicos que iban haciendo mella en mi estómago y mi voluntad. De la oficina de la calle Contamina, donde yo estuve trabajando todas las mañanas durante años, a principios del siglo actual, y en la que se enseñoreaba el lema «El que fustiga, consterna», la redacción de la revista pasó a otros muchos locales, que sería prolijo enumerar aquí y de los que seguro dará buena cuenta quien corresponda, al hacer la verdadera historia de esa publicación, tanto en sus inicios en papel como en su actual etapa electrónica. Mi misión, hoy, es hablar de mí.

    Pero no puedo olvidar a otras personas que estuvieron compartiendo conmigo el duro quehacer diario de levantar ese querido calabozo, esa venerable institución penitenciaria llevada con mano dura por su alcaide mayor, el bigotudo más excelso que nunca fue suficientemente ponderado en los anales de la historiografía cesaraugustana. Por ejemplo, la tristemente fallecida Raquel, fotógrafa de provecho y amable compañera; o el imperecedero Rafa, taurófilo donde los haya y aristócrata entrañable, personificación de la más descreída excelsitud. Por no hablar de Javier, que acabó fundando su propia revista, quizás empachado con tanto almuerzo intempestivo; o de Nuria, evanescente y eficaz, como su sagaz hermana María, con quien hube de compartir algún que otro reportaje accidentado. Otras gentes, que han devenido en cercanas o ya lo eran, como Chema, Luis Miguel, Isabel, Marisancho, David… han compartido conmigo el honor de aportar, a cambio de jamones anuales, nuestro pequeño granito de arena a ese monolito del periodismo sin barreras, esa publicación indescriptible de la que nadie nunca ha podido leer todo su contenido mensual, comparable en cantidad a la Biblioteca de Alejandría y en calidad a las más insignes chacinerías del reino. Pero no quiero abandonar este capítulo de rememoranzas de personas vinculadas sin nombrar al hijo del capitoste, Dionisio también, con quien me une una sincera amistad en la lejanía de su exilio mediterráneo.

   La nómina de inmejorables artistas de todas las disciplinas que el pollo de la suerte me ha propiciado frecuentar es infinita: los dos Miguel Ángel, Paco, Santiago, Ángel, Curro, Guillermo, María, Fernando… bien que algunos, como estos últimos, hayan venido a mis días de la mano de personajes ajenos al urbanita galliforme, como telefonólogos u otros individuos de oficios varios. Con muchos de ellos compartí celebraciones, expediciones y otros desbarres dignos de figurar en las enciclopedias de las cosas que nunca existieron para los mortales de a pie.

   Las últimas páginas cinceladas en bronce de la historia de ese pollo han sido aportadas por una incorporación que permanecía latente, pero estaba ahí. El espíritu de Carlos y sus actuales textos río, además de sus incontables aportaciones seudónimas, inunda todo el cuatrihebdomadario, desde su actual puesto de subdirector, delfín insustituible de quien le entregará los bártulos cuando las fuerzas comiencen a flaquearle, dentro de algunas décadas.

    Comoquiera que en los últimos tiempos me he dedicado a menesteres que me han sustraído de la redacción de libelos, mi colaboración en El pollo urbano ha sido de menos entidad que antaño. Lo que no obsta para seguir sintiéndome parte integrante de esa máquina insigne, esa braveza. Y para agradecer que en su mancheta se me siga manteniendo el cargo que se me asignó hace ahora dieciocho años, que es adonde quería llegar. Nadie ha reparado en ello, y era yo quien debía ponerlo de manifiesto: Antonio Tausiet ha llegado a la mayoría de edad en el seno de la revista para el enano y el gigante, pasando a ser ya el pollo que todos ustedes conocen, o en caso contrario, que estará encantado de estrecharles la mano ante unas cervezas.

Artículos relacionados :