Parece que entramos, una importante cantidad de argentinos, derrapando feo en el siglo XXI. Le digo esto por una información periodística que alarma por la cantidad de ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos e inductores al sueño. Aparentemente faltará dinero en la cartera de la dama o en el saco del caballero pero no alguna de estas «panaceas». Haga memoria.
¿Quién no recuerda haber oído, en el colegio, sobre Juana la Loca? O más recientemente ¿quién no recuerda con cariño el nombre del pueblo en donde vivía la familia de la inquietante y cada día más bella Penélope Cruz en la película «Volver»? Pocos. Seguramente a la mayoría que presenció esa joya de Pedro Almodóvar le habrá sorprendido el nombre del pueblo: Alcanfor de las Infantas. Allí se registraba, según el director manchego, la más alta tasa de enfermedades mentales. Y me pareció un toque genial de un maestro del séptimo arte.
Pero según un informe la incidencia de las enfermedades mentales en la población es alarmante. Y es para preocuparse. Porque no es cuestión que uno irrumpa a riéndo a carcajadas en el velatorio de su madre; o intente ingresar al estadio de Boca o de Newell´s saltando con una garrocha o se sumerja en invierno en las aguas de Mar del Plata disfrazado de Papá Noel… para darse cuenta que está medio loco. No señor.
El confundir un botón con una aspirina o el TV con el microondas ya es preocupante. Y ni le digo si confundió el inodoro con en el lavarropas. Atenti. Ante cualquier gesto extraño de su marido o una súbita risa incontrolada durante varios minutos de su madre ante el televisor apagado adviértales que usted está armada y que les disparará de ser necesario.